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Guerra Civil

Acción. Bélico. Drama. Thriller En un futuro cercano, donde América está sumida en una cruenta guerra civil, un equipo de periodistas y fotógrafos de guerra emprenderá un viaje por carretera en dirección a Washington DC. Su misión: llegar antes de que las fuerzas rebeldes asalten la Casa Blanca y arrebaten el control al presidente de Estados Unidos.
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Críticas 88
Críticas ordenadas por utilidad
15 de abril de 2024
163 de 225 usuarios han encontrado esta crítica útil
*Periodismo de guerra

Viendo los avances e imágenes de Civil War algunos podrían pensar que Alex Garland nos iba a entregar una película bélica. O directamente, que al tratar una segunda guerra civil estadounidense, podría llegar a alguna posición política (teniendo en cuenta la crispación que vive Estados Unidos desde hace años). Por suerte, Garland nos entrega algo muy alejado de todo lo que podríamos pensar de entrada.

Civil War se centra en cuatro fotoperiodistas encabezados por Lee (Kristen Dunst), que deberán recorrer un país sumido en el caos para retratarlo con sus cámaras. Partiendo de esta premisa Garland radiografía de una forma brillante el oficio y algunos de los debates que siempre han acompañado a los periodistas de guerra. Lo hace sin juicios morales, con una experiencia totalmente inmersiva y que se siente muy real.

Siguiendo al grupo de protagonistas Alex Garland examina la pasividad ante la violencia, aunque la tengamos delante. Aquí solo importa la foto, y sobre todo el que se sepa que tú estuviste ahí para inmortalizarlo. Con esto es inevitable pensar en las cuestiones éticas del periodista, en anteponer nuestra humanidad al supuesto cometido de informar ante todo. Civil War hace que pensemos en todo esto y más, recordando por momentos a la también terrorífica Nightcrawler.

*Road movie a través del horror

Además de girar en torno al periodismo Civil War ofrece una de las road movie más tensas y llenas de ansiedad que nos ha dado el cine en los últimos años. Aún con sus diferencias vienen a la cabeza títulos como Hijos de los hombres, donde la incertidumbre constante eran parte de la identidad de la propia película.

Desde que el grupo comienza su viaje por carretera somos testigos de diversas secuencias que nos ponen en un incesante nerviosismo. Al mismo tiempo somos testigos de un magnífico retrato de lo que sería un Estados Unidos moderno en guerra.

Alex Garland ofrece diversos escenarios que se quedan en la retina, siendo la carretera un personaje más de la cinta (cierta escena justifica esta afirmación, creedme). Todo ello culmina en una tercer acto que engrandece aún más el conjunto de la película, con una precisión en todos y cada uno de los departamentos que es apabullante.

Y es que desde el sonido, montaje o la propia dirección de Garland, Civil War muestra una sobriedad apabullante. No es de extrañar su factura, teniendo en cuenta que es la película más cara de la historia de A24 (50 millones de presupuesto). El director británico ya demostró lo que es capaz de hacer con semejante inversión con la excelente Aniquilación. Aquí vuelve a deslumbrar. Ojalá reconsidere retirarse de la dirección, porque 4 películas saben a poco tras este último trabajo.

*Apolítica

Llegamos al que seguramente sea el gran acierto de Civil War. Y es que además de todo lo comentado anteriormente, la última cinta de Alex Garland no tiene ninguna intención de meterse en líos políticos o lanzar ningún tipo de mensaje partidista.

Es de sobra conocida la crispada situación social y política que vive Estados Unidos desde la llegada de Donald Trump a la presidencia en 2016. Para cualquier otro director habría sido fácil posicionarse o adentrarse de lleno en las causas de esta guerra civil. En cambio, Garland decide que ciertas cuestiones queden a la imaginación del espectador, sin necesidad de decirle lo que debe o no pensar sobre lo que vemos en pantalla.

Dentro de esto encontramos a un reparto en estado de gracia, destacando a una Kristen Dunst que se sigue reafirmando como una de las mejores actrices de su generación. Su interpretación no necesita de palabras para impresionar. Tampoco se quedan atrás Cailee Spaeny, que sigue maravillando tras Priscilla, Stephen McKinley, en una maravilla de papel, o Jesse Plemons, que seguramente tenga ya no solo la escena más terrorífica de la cinta, sino de los últimos tiempos.

Conclusión

Es una pena que un cineasta como Alex Garland haya decidido retirarse, pero al menos nos queda el consuelo de que lo ha hecho con Civil War. A través del interminable debate sobre la moralidad del periodismo de guerra el británico construye una tremenda road movie llena de horror e incesante ansiedad. Sin lugar a dudas, estamos ante una de las películas del año.

Escrito por Víctor Pérez Cañete
Cinemagavia
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13 de abril de 2024
221 de 376 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que no te engañen las apariencias, “Civil War” no es un intenso thriller de guerra que indaga en la decadencia de la sociedad norteamericana, sino un drama lento en forma de ‘road movie’ centrado en la insensibilización de una prensa carroñera que amparada bajo el paraguas de la democracia, la libertad de información y la neutralidad, busca conseguir las imágenes más sensacionalistas posibles, alimentándose de los cadáveres que los conflictos armados dejan a su paso, fotografiando la muerte en tiempo real.

Al menos eso es lo que yo saco en claro de este poco menos que infumable filme de Alex Garland, pues el trasfondo de la hipotética guerra civil que plantea le importa tan poco como a los reporteros, no profundizando lo más mínimo en el conflicto. Lo importante es captar la matanza, su causa nos da igual.

Sin embargo, quitando los últimos 15 minutos, la película es un coñazo tremendo. Anodinas conversaciones ponen a prueba la capacidad del público para mantenerse despierto. Los personajes principales no actúan con lógica, están cruzando un país en guerra y parece que se lo toman a cachondeo, perdiendo el tiempo con estupideces una tras otra. Tampoco le hace ningún favor a la supuesta seriedad del asunto meter broches de humor de tanto en tanto, pues queda extraño, fuera de lugar. Lo mismo se puede decir del repertorio musical, que no pega ni con cola y te saca de la película constantemente.

Esto es una muestra no del ocaso de la sociedad americana, sino de su cine. Una película con un apartado técnico intachable, preciosa en cada plano, pero carente de profundidad, pretenciosa y plana. Ni la adrenalina que inyecta en su parte final ni la lectura sobre la morbosidad periodística la libran de ser una caja vacía envuelta en papel de regalo.

Termino redirigiendo la atención hacia un par de películas relacionadas que pueden resultar interesantes: La maravillosa “Hijos de los hombres”, de Alfonso Cuarón, la cual también plantea un futuro cercano donde un pequeño grupo debe cruzar un mundo decadente en guerra; y “La segunda guerra civil”, de Joe Dante, tragicomedia que especula sobre la posibilidad de una nueva guerra civil en Estados Unidos, centrando también parte del foco en el sensacionalismo de los medios de comunicación.
Biopunk
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19 de abril de 2024
69 de 85 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alex Garland ha querido, por primera vez, desmarcarse del “producto de género”. Algo que no le ha impedido, sin embargo, conservar intacta la característica principal de toda su (corta) filmografía: la pretensión de originalidad, el ansia de proponer ideas (no necesariamente historias) sorprendentes. Tal vez una de las razones por las que el nombre del cineasta inglés ha logrado preservar, diez años después de su debut en la dirección (y tras dos títulos que quedaron lejos de lograr el aplauso unánime), el aura de expectativa. Y es que, a diferencia de otros directores de trayectoria semejante, como Ari Aster, Jordan Peele y Robert Eggers (me refiero a su número de trabajos y al compromiso con el “producto de género”), la de Alex Garland no ha sido capaz de reunir un grupo de seguidores especialmente compacto.

Su nuevo trabajo se centra, sobretodo, en dos grandes temas: la revuelta social y el periodismo. En lo que respecta al primero, Civil War presenta ciertos parecidos con el trabajo de Alfonso Quaron Hijos de los hombres, en parte por compartir con él el sello de road movie. Más allá de eso, dicho tema es casi un mero contexto, una herramienta que el director utiliza para exprimir el segundo hasta llegar a la tesis que persigue. De ahí que la película no plantee exactamente un escenario post-apocalíptico sino más bien un punto bisagra entre el estado del bienestar y el caos absoluto: lo que a Garland le interesa no es el propio escenario sino incidir en el modo en que los comportamientos individuales juegan un papel decisivo en el proceso multitudinario que acaba conduciendo al mismo (más adelante volveremos a ello).

Sobre el segundo tema, resulta casi inevitable pensar en títulos como El año que vivimos peligrosamente, Bajo el fuego o Salvador: películas que sitúan a sus protagonistas en medio de escenarios beligerantes. Pero si bien todos ellos entendían el periodismo como una herramienta reivindicativa (ya fuera a través del compromiso de los personajes o por el simple carácter de la película), Civil War orienta la denuncia (si es que la tiene) en otra dirección. En ese aspecto, Garland presenta el dispositivo periodístico de un modo muy parecido a cómo lo hacía Dan Gilroy en Nightcrawler: ambos directores reflexionan sobre las implicaciones éticas, morales y emocionales que sus personajes tienen (o no tienen) respecto al tipo de noticia que cubren.

Hablando en plata, ni Lou Bloom (Jake Gyllenhall en Nightcrawler) ni Lee (Kirsten Dunst en Civil War) se mueven por el compromiso social ni nada parecido: más bien todo lo contrario. Son personajes que persiguen la noticia sin ningún tipo de pretensión activista. Pero, incluso en ese aspecto, ambos trabajos contienen una notable diferencia: si Gilroy presentaba un protagonista cuya finalidad principal eran los altos índices de audiencia, los de Garland (Lee y su compañero Joel) entienden la noticia (sea en forma de artículo, de fotografía o de entrevista) como el propio objetivo. Es cierto que todos ellos se desentienden de la denuncia, la concienciación o el destape de grandes verdades, pero, a diferencia del primero, Lee y Joel ven el hallazgo del titular como el propio premio, prácticamente desligado de las consecuencias (en el caso de Bloom, la audiencia) que pueda comportar su descubierta.

Y es a través a esta desvinculación que Garland deja al descubierto la relación entre sus personajes y el contexto que les rodea. El modo que tiene, en definitiva, de hacer interactuar los dos temas principales de su película (periodismo y revolución social) para demostrar que, por más convencidos que estén Joel y Lee de su total desvinculación ética y emocional de cuanto les rodea, todo lo que ven acaba por incidir en sus vidas (tanto de forma psíquica —en forma de trauma—como física —su riesgo de muerte—). Pero hay algo más. Porque, en realidad, las acciones de los periodistas también condicionan el cauce de los acontecimientos. Lo demuestra, sin ir más lejos, el hecho de que el desenlace de la película tenga lugar por culpa de una decisión de Lee. Así es, de hecho, cómo Graland expone su tesis: de un modo un otro, la implicación es inevitable (las dos últimas frases de la película representan toda una declaración de intenciones, claramente orientada en esta dirección).

Para exponer todo eso, Garland construyendo su película mediante una sucesión de secuencias inquietantes y de resolución explosiva. El director quiere poner a sus personajes contra las cuerdas, forzarlos a llevar hasta las últimas consecuencias su pretendida impasibilidad. Y ahí es dónde el film choca con su punto flaco. Porque Civil War persigue aquel nerviosismo extremo tan reconocible como pocas veces conseguido, presente en secuencias como la que precede a la violación de Deliverance, la de la ruleta rusa de El cazador, la charla en la taberna de Malditos Bastardos o en la mayoría de puntos culminantes de la ya mencionada Hijos de los hombres. Un tipo de secuencia que Garland anhela e incluso logra presentar sin hacer el ridículo... pero cuyo resultado queda muy lejos de la majestuosidad que busca.

Y ello se debe, en parte, a que el director no logra quitarse de encima cierta sensación de dájà vu, detalle que impacta estrepitosamente con su ya mencionado objetivo principal: sorprender. De hecho, la mayoría de los giros resultan previsibles e incluso, en ocasiones, más bien poco creíbles. Y si bien es cierto que dichos defectos no impiden a Civil War alzarse como una película compacta, dotada de actuaciones notables y con una puesta en escena correcta, también lo es que las reconocibles ansias de originalidad de su director chocan de bruces con la mentada previsibilidad de sus secuencias y la linealidad de unas formas que acaban resultando poco más que funcionales.
Martí
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19 de abril de 2024
76 de 120 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nefasta, pretenciosamente violenta y ridículamente patética con sus interludios musicales de folk rock "no convergentes" que sirven de alivio cómico ante tanta barbarie injustificada beligerante.

Repleta de insustanciales y paupérrimos diálogos y conversaciones, viene a contar la historia de 4 periodistas, corresponsales de prensa, en una supuesta guerra civil de Norteamérica (aunque nadie les ve escribir ni un solo artículo o subir contenido fotográfico en sus periódicos digitales): el viejo obeso (que tiene muchas papeletas para que lo maten y al que no se le ve escribir nada, ni hacer fotos y encima apaga la radio para estar desinformado -¿quién se supone que es este individuo?, ¿un periodista?, de chiste-), la protagonista fotoperiodista de alto nivel y experiencia (Kirsten Dunst parece estreñida toda la película, incómoda, desabrida e inexpresiva), su fiel aprendiz novata (que apunta maneras para coger el testigo de su maestra) y otro tío (Wagner Moura) que conduce el coche atravesando el inhóspito y desolador paisaje que han dejado los enfrentamientos y que, aparte de eso, nadie sabe bien que pinta en esta historia.

Alex Garland se la ha colado a medio mundo con este pastiche que viene a ser, más o menos, como encender el televisor y ver el Telediario y las cruentas guerras que asolan el mundo. Este director se ufana en rodar las secuencias bélicas desde el impúdico asesinato, la crueldad más absurda y la ausencia de lógica y/o explicación aclaratoria. En este guiso no sabes nada, ni conoces a ningún bando; tampoco hay ejércitos organizados, ni batallas; el único objetivo es matar al Presidente (supongo que será un dictador, genocida y corrupto, tipo Trump) y restaurar el orden en la lacerante Norteamérica.

Después de ver este coñazo, por mí como si revientan los E.E.U.U. en mil pedazos (merecido lo tienen con tanta guerra exportada y tanta muerte sembrada por este ruin país). Lo que no veo claro es donde están las armas nucleares de Sr. Presidente, ni su ejército maravilloso de "Marines", tampoco he visto ni un solo bombardeo de aviones o cazas, ni artillería pesada o bombas (con excepción de la explosión del inicio), ni un mísero dron, etc. La guerra que nos muestra Garland es una decadente, anticuada y anacrónica "guerra de guerrillas" al estilo de Gaza, África, etc. Pues vaya, y yo que pensaba que teniendo el más potente armamento nuclear, los mejores misiles balísticos, portaviones, tecnología A.I., etc., íbamos a disfrutar con un nuevo concepto de guerra del futuro. Mis ganas.

Muy por contrario, el muy mezquino Garland se recrea en mostrarnos como se intercambian los periodistas por la ventanilla de dos coches en marcha; como se compran vestidos en una tienda de un pueblo que reniega de la guerra (que suerte que nadie les haya bombardeado aún, aunque no sé muy bien quien les suministra los pedidos si las carreteras están cortadas); como la comuna de refugiados de ACNUR, en un estadio abandonado, se lo pasa en grande como en un campamento: jugando a las cartas, al "hula hoop", cantando canciones o fumando hierba de contrabando.

Una tomadura de pelo, que solo acierta en mostrar la crudeza y vil cara de la guerra, siempre desde la óptica del fotoperiodismo. Por cierto, que en el mundo actual de los móviles, cámaras digitales, etc., aún aparezca un revelado de negativos casero es algo tan impostado y anacrónico que resulta hasta vergonzante. Además, ¿por qué nadie en la película graba imágenes en movimiento explícitas y testimoniales del conflicto? De risa.

Si quieres ver una película realista, seria y profunda sobre corresponsales de guerra contempla "Los gritos del silencio" y quedarás estupefacto.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Búhofilm
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19 de abril de 2024
39 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras su combo de ‘Devs’ y ‘Men’, Alex Garland confirma que parece haber vislumbrado el presente con ‘Civil War’, que cuenta con un reparto espectacular, entre los que destacan Kirsten Dunst, Jesse Plemons, Wagner Moura, Cailee Spaeny, Stephen McKinley Henderson, Sonoya Mizuno, y Nick Offerman como el Presidente de los Estados Unidos de esta ucronía a las puertas que planea ya como el título más taquillero de la compañía indie.

Después de anunciar que quiere retirarse de la dirección, Alex Garland ofrece su trabajo más impresionante, que retrata un presente distorsionado, pero no demasiado distante, con una lucidez que ya está creando grietas en la comunidad cinéfila estadounidense. Tomando la dinámica de una road movie bélica, el director de ‘Men’ llena su último trabajo de imágenes indelebles, con un tono que vacila entre la ciencia ficción “dentro de dos días” que planteaba ‘Hijos de los hombres’ y el George A. Romero más nihilista.

Un potente examen de una nación en decadencia con los clásicos compases de un viaje a la oscuridad de ‘Apocalipse Now’, aquí a través de los ojos neutrales del periodismo, lo que evoca una ficción llena de ideas subversivas que van desde la necesidad de la libertad de información, sea cual sea el signo, a la filosofía sobre la desensibilización a la violencia, el rubbernecking en las redes y la deshumanización de occidente. Entre ‘Territorio comanche’ y ‘Nightcrawler’, la libertad de prensa emerge sobre ideologías y posiciones.

Garland sigue los pasos de la ficción especulativa de una nueva Guerra Civil tras la sátira de Joe Dante ‘The Second Civil War’ (1997), que aunque fuera una caricatura tenía bastante filo, tenía su lectura pesimista de la insensibilidad americana, por lo que aquí se equilibra el tremendismo con cierta comedia negra sutil, poniendo nada menos que a Ron Swanson como Presidente, aunque aquí los signos son confusos, y la rebelión planteada no es la misma que en 1861, haciendo los motivos más crípticos, pese a dejar claras las tendencias en los personajes que van encontrando en el camino.

Con una Kirsten Dunst imperial, el guion plantea un clásico juego de intercambio de dinámica entre dos personajes, aquí Cailee Spaeny quedando absorta por el poder del objetivo. El grupo parece un reflejo del que nos encontrábamos en ’28 días después’, con la que no solo comparte un mismo tono casi apocalíptico, sino también ciertas decisiones argumentales, e incluso sensibilidad opresiva, es como si fuera un capítulo intermedio sin zombies, quizá el ensayo para ’28 años después’ que está a punto de escribir para Danny Boyle.

No es baladí el aspecto zombie, puesto que su estructura, temas y hasta detalles de la trama son como ‘Diary of the dead’ sin los muertos vivientes, donde George A. Romero tomaba el Katrina como ejemplo para cuestionar la "realidad" través de la cámara, la ética y el narcisismo de observador en el nacimiento de las redes sociales de vídeo, pero que también tenía tensos encuentros con militares o la guardia nacional en la carretera, o un tramo final que hace imposible no pensar que Garland sigue revisando el cine del americano, que ya comprimía en su epopeya de infectados.

Imposible por ello tampoco no pensar en ‘La noche de los muertos vivientes’ y su escalamiento mínimo de las verdaderas tensiones de la Norteamérica dividida, donde el factor racial brotaba en sus diapositivas finales de la misma forma en la que Garland recoge ciertas imágenes a modo de documento de ciencia ficción, que hace eco con hechos casi distópicos que hemos vivido anteayer en tiempo real, y que llega a la mimesis en las últimas instantáneas cargadas de amargor y poder evocativo de una cultura del meme ávida de retirar la humanidad al contrario.

Garland apenas debe modificar retratos recientes para dotar a su ficción de un poder discursivo que no necesita aditivos, posiciones políticas, texto o intenciones más allá que la representación de una realidad que se revela por sí sola y se refleja de forma grotesca en pantalla. Desde los ataques al capitolio a Charlottesville, la huella del presente se desparrama como un rastro de sangre en el reflejo de la pared de la democracia más perfecta en el mundo occidental.

La fuerza y realidad de las imágenes de ‘Civil War’ es tal que en su imaginación de la EE.UU militarizada recrea lo que está pasando en Texas casi en tiempo real, con una representación aterradora de la actividad de las tropas en la frontera que se hace cada vez más opresiva. Porque en el fondo, hay una película de terror en cada escena de asedio, donde además de violencia descarnada e imaginería macabra a lo ‘Ven y mira’ (1985).

La deshumanización se torna un apocalipsis tangible que hiela la sangre, desde Abu Ghraib a los ataques de Colorado o las iglesias negras de Louisiana. Y bajo su cubierta nihilista, la película esconde un gran espectáculo híbrido de cine fantástico y bélico, en el que las grandes set pieces de acción están al servicio de la construcción de un conflicto imaginario que no deja atrás la violencia ausente en blockbuster actual, aunque se nos muestre de forma oblicua, lo que precisamente le da un poder a las imágenes que sugiere e invita a despertar a la situación realmente irreal que forma parte del día a día de los USA.

En su recepción, la abyecta utilización de la neutralidad de ‘Civil War’ va a sacar caretas de todo tipo. La principal, la de pensar que va de bandos y una guerra en la que hay que posicionarse, y no sobre la necesidad de poder informar en cualquier circunstancia sobre lo que tienes ante tus narices sin miedo a ser señalado o a buscar justificaciones más allá del trabajo en crudo, por lo que Garland ha hablado de allí, quizá sin querer hablando de otros lugares, convirtiendo su canto del cisne en el mejor acompañamiento para ‘20 días en Mariúpol’ posible, mientras recuerda a la UE que lo que está ocurriendo con los medios en la franja de Gaza es intolerable.

Puntuación: 8 sobre 10.
Echedey Rueda
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