Una cana al aire

Cuando me la pusieron en el bus en el que iba, teniendo en cuenta el título que tiene en castellano, me esperaba una absoluta tontería de película, sin sentido y en general, mala. Pero a medida que vas conociendo la historia y vas metiéndote en la piel de los personajes, vas difrutando poco a poco de unos gags divertidos y una entretenida historia en general. Decir que cuenta con lagunas en el guión y que deja bastantes cosas por aclarar, pero al fin y al cabo se trata de una comedia cuyo fin es entretener y que creo cumple con garantías. La recomiendo.

Me he reído un buen rato en algunos momentos. A mitad de metraje pierde algo de ritmo, pero después lo recupera y tiene puntos muy buenos. La actuación de John Ritter es de lo más destacable, con una comicidad difícil de encontrar.
Destila aire ochentero por todos sus poros, algo que agradecemos los que ya llevamos algunos años en este mundo.

La película tiene sus momentos logrados y rompedores, pero no es de lo más afortunado de la filmografía del admirado director. Los personajes ni las situaciones tienen empatía. Falta cohesión en la trama. No engancha. Con todo, siguen siendo preferibles los defectos del film a las virtudes de la típica comedia de consumo americana bobalicona que, en general, es un insulto a la inteligencia. La película se puede ver, aunque sólo sea por el sello de su autor y ciertos diálogos irónicos, en torno a la figura de los creadores artísticos.

Skindeep (terrible título en español que obviaremos) es una comedia desenfadada que solo busca arrancar unas cuantas sonrisas, más que pasar a la historia del cine.

Blake Edwards esta detrás del guión y de las cámaras y se nota.
Los diálogos contienen replicas brillantes y los gags de situación funcionan bastante bien. Hay que agradecer la labor de su protagonista John Ritter, que le aporta una comicidad muy humana a su personaje y un secundario de lujo como es Vincent Gardenia.

Comedia de enredos sexuales, con barman y psiquiatra, que incluye algunos gags tan efectivos como simplones (el perro aplastado, los preservativos fluorescentes, las descargas eléctricas), y a la que hay que acercarse sin prejuicios "gafapasta" para poder disfrutar de la desverguenza ochentera que destila.