Full Throttle

En 1993, Tim Schafer acababa de terminar, junto a Dave Grossman, "El día del tentáculo", de LucasArts. Para algunos obra cumbre de las aventuras gráficas. Nada mal para alguien que llevaba solo cuatro años en la empresa.

Acto seguido, LucasArts se puso a buscar un juego capaz de ganar bastante dinero, pues los trabajos anteriores, aunque muy alabados en Europa, no habían logrado ser unos bombazos espectaculares (véase spoiler 1). Por ello, pidió a Schafer y Grossman que propusieran ideas. Sin embargo, y aunque ambos presentaron propuestas, Schafer también se animó por cuenta propia a ofrecer algunas alternativas individuales, pues andaba deseoso de dirigir sin ayuda su primer juego.

De entre las distintas opciones particulares que se le ocurrieron, estaba la de una historia de moteros a los que no se les posaba una mosca. Schafer se había inspirado en historias acerca de esa subcultura, amén de leído algún libro sobre "Los ángeles del infierno". Ello, combinado con su pasión por la música y estética heavy, así como con un curso de escritura creativa que acababa de terminar, dieron pie a lo que acabaría siendo la primera aventura dirigida en solitario por Tim. No obstante, la propuesta no fue inicialmente bien recibida por los responsables de LucasArts, a quienes Schafer tuvo que convencer de que sería un éxito.

"Full Throttle" acabó siendo un juego que rompió moldes, como ya empezaba a ser norma en los productos de la empresa de George Lucas. Por ejemplo, fue el primero en emplear a actores profesionales para las voces, e incluso se recurrió a piezas musicales con licencia. Además, y quizás esto sea lo más importante, fue un descomunal éxito de ventas, con un millón de copias. Muy por encima de las predicciones hechas por LucasArts, quien las cifraba en 100.000. Nunca antes un juego de LucasArts había alcanzado ese umbral, y con diferencia. Todo ello frente a un presupuesto de $1.5 millones.

Con el paso de los años "Full Throttle" se ha convertido en un clásico de las aventuras gráficas. Su estilo gustó, las voces tuvieron pegada, su humor caló, y la estética de macarras motorizados tuvo muchísima garra entre un público que, ya por entonces, empezaba a sentirse más interesado por otros géneros. A pesar de ello, no se libró de críticas por ser demasiado breve, pues un jugador mínimamente avispado podía llegar a terminárselo en una tarde de juego intenso. En cualquier caso, eso no fue obstáculo para que fuese incluso premiado.

En resumen, obra de culto entre los aficionados a las aventuras gráficas. A Schafer le supuso una buena jugada dentro de LucasArts, dándole más fuerza y libertad de cara a su siguiente y último proyecto, "Grim Fandango" (1998).