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Rafiki (Friend)

Drama En Nairobi, las estudiantes Kena y Ziki llevan vidas muy diferentes, pero las dos hacen lo posible por alcanzar sus sueños. Sus caminos se cruzan en medio de una campaña electoral que enfrenta a sus respectivos padres. Las chicas se gustan, pero la sociedad keniana es muy conservadora, y tendrán que elegir entre el amor y la seguridad. (FILMAFFINITY)
Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
5 de marzo de 2019
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Kenia es uno de los setenta países del mundo, la mayoría en África, que penalizan las relaciones entre personas del mismo sexo con hasta catorce años de prisión y un rechazo social que todavía dificulta, aún más, la vida de las personas LGTBI que deciden dar un paso adelante y defender sus derechos, si bien, la comunidad espera con ansia la sentencia del tribunal supremo, que tiene que darse éste próximo fin de semana y que puede acabar con semejante injusticia; ¡Crucemos los dedos!

RAFIKI es una película pequeña, pero muy grande que se presentó en la sección “Un certain regard” de Cannes, acaba de ganar el premio a la mejor película en el festival ZINEGOAK y su actriz protagonista; SAMANTHA MUGATSIA , recibió este mismo sábado pasado, el premio a la mejor actriz en FESPACO, el Festival Panafricano de Cine y de Televisión de Uagadugú, en Burkina Faso, conocido por su relevancia como el 'Oscar africano'. Dos potentes estímulos para que la película pueda exhibirse en más partes del mundo y en su propio país, donde ha estado solo una semana en cartelera y se ha prohibido su exhibición.

El director WANURI KAHIU, muestra una enorme capacidad para desarrollar con tan pocos medios un film muy entretenido y apegado a su tierra, reflejando una historia sencilla y muchas veces vista, porque su contenido, no difiere tanto del de cualquiera de otra parte del mundo; Hostigamiento, conculcación de derechos y violencia , son el elemento conductor de ésta historia que aún y todo mantiene un tono positivo pero sin perder de vista la lucha que aún queda por hacer, no sólo en África, sino en todos los rincones del mundo en los que se persigue a las personas por su orientación sexual.
kawenzotz
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14 de agosto de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lamentablemente, a día de hoy, todavía es ilegal ser homosexual o transexual en Kenia. Así que, lo que podría parecer un melodrama ficcional, se convierte en una historia ligada a la realidad, lo que hace que sea más dura.

Wanuri Hakiu nos muestra una historia simple, bonita, en ocasiones triste y en otras idealizada; exactamente como el amor. Y más si es el primero.

Visualmente es preciosa, expresiva, y la directora es capaz de explotar el paisaje de la pequeña ciudad para contar su historia. Necesario verla en buena calidad para disfrutar al máximo de la estética visual.

Por supuesto, hemos visto este argumento en muchas otras películas. Es la historia de un amor "prohibido", con todas sus gracias y desgracias. Pero esta vez, con un toque un poco más íntimo, ese toque africano que tanto me gusta. Es tan íntimo que ni siquiera se explora la parte de la sexualidad en sí; no le hace falta. Esta es la historia de dos personas cayendo enamoradas y explorando el riesgo que ello conlleva en un lugar donde se criminalizan estas relaciones.
Tampoco recurren al recurso de la confusión: el problema de estas chicas no es no saber lo qué sienten o probar con un chico para ver si se les pasa; estas chicas solo quieren estar juntas y tener una vida mejor de lo que ven que les espera.

De todos modos, si no te interesa el argumento ni su manera de contarlo, al menos servirá socialmente para informar de la situación actual de la homosexualidad en esta región del mundo (por supuesto, no la única)
Iriadg
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23 de diciembre de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La historia de los amores imposibles es casi tan antigua como la humanidad y además se extiende por numerosas latitudes: en Málaga existe la Peña de los Enamorados; en Verona, Romeo y Julieta, que cuenta con una reciente versión bollywoodiense: Ram & Leela (2013), de Sanjay Leela Bhansali; en Teruel, sus amantes; en las islas Canarias a Gara y a Jonay; los maoríes también tienen su historia de amores prohibidos entre Tutanekai e Hinemoa. Y muy reciente es la película Tanna (2015), de Bentley Dean y Martin Butler, que reconstruye hechos reales ocurridos en 1987 en la república polinésica de Vanuatu, que goza del indeseable privilegio de ser considerado el primer país en desaparecer del planeta, si el calentamiento global provoca una subida del nivel del mar.
Todas esas historias comparten el haber sido protagonizadas por amantes de ambos sexos, pero a continuación nos centraremos en los amores homosexuales imposibles, una sitaución que ha dejado en fecha reciente magníficas pinceladas en la pantalla, como demuestran Elisa y Marcela (2019), de Isabel Coixet, basada en una historia real, o la británica Carol (2015), de Todd Haynes, ambientada en la ciudad de Nueva York y basada en una novela de Paricia Highsmith. Sin embargo, para los fines que persigo en este ensayo, es decir, el análisis de la keniana Rafiki (2018), de Wanuri Kahiu, se me antojan especialmente útiles Carmen y Lola (2018), de Arantxa Echevarría, y la canadiense Cuando cae la noche (1995), de Patricia Rozema.
En efecto, si observamos la película de Kahiu en relación con las otras dos, observamos que Rafiki, que, por cierto, significa ‘amigo’ en suajili, comparte con Carmen y Lola algo más que la inaceptación social: ambas muestran la estupefacción de una comunidad ante los amores de dos chicas adolescentes, pero sobre todo, la perplejidad de un contexto en un barrio periférico: Carmen y Lola son dos gitanas que viven en las afueras de Madrid y Kena y Ziki, que así se llaman las protagonistas del filme keniano, habitan en un barrio marginal de la periferia de Nairobi. Inaceptación más estupefacción es una fórmula que suele resolverse en hostilidad y por ello Kena y Ziki padecen la agresión de sus vecinos en una especie de linchamiento kukuxklanero, afortunadamente, sin llegar a la tragedia: el padre de Kena sí parece algo más comprensivo ante la situación, pero al de Ziki le parece poco el castigo recibido por su hija y lo prolonga rumbosamente. En todo caso, Kena ha de someterse a un exorcismo en toda regla, dentro de la iglesia, oficiado por el párroco de la comunidad.
Observamos, pues, en ambas películas una dinámica tóxica: vecindarios marginales huérfanos de horizontes asfixian opciones alternativas de vida.
He traído a colación la cinta de Rozema, porque su punto de contacto con la de Kahui añade otra perversión a la falta de aceptación social que los amores lésbicos provocan: en Cuando cae la noche hay un abismo socio-cultural entre las dos jóvenes y en Rafiki la posición política de los padres sitúa a las amantes en medio de una disputa, que algo tiene de las disparidad de criterios entre Montescos y Capuletos que todos conocemos.
Así, en el largometraje canadiense Camille es una bella profesora blanca de teología en una universidad religiosa marcadamente conservadora, que además está prometida a un profesor de la misma universidad, mientras que Petra, que además pertenece a una etnia diferente (probablemente asiática o indígena: no se precisa ese dato en el filme), trabaja en un circo con todas las connotaciones de vida libre que eso implica. En la película keniana, por su lado, los padres de las jóvenes lideran a partidos políticos de opuesta ideología y se hallan en plena campaña electoral dentro de la comunidad.
De manera que en los dos filmes, desde los hielos de Canadá hasta el trópico de Kenia, se comprueba una circunstancia específica que dificulta grandemente la relación de las jóvenes, además del ya mencionado rechazo social. Para mayor desgarro, Kena, al igual que Camille, también está prometida, pero en este caso no a un profesor, sino a una especie de macho alfa.
Si nos limitamos ahora a Rafiki por sí misma, lo que el espectador percibe es un contexto de adultos en un desencuentro constante con sus propias vidas: la madre de Kena, por ejemplo, no ha superado la separación con el padre y su vida social, al menos la vida social que se muestra en la cinta se reduce a la asistencia regular a misa, mientras que la madre de Ziki, aunque en una posición económica desahogada, transmite una intensa amargura en cada una de sus miradas.
Por otro lado, el espacio físico en que se desarrolla la acción es idéntico al de cualquier barrio marginal de cualquier ciudad del mundo que albergue varios millones de habitantes. Pero me ha llamado mucho la atención cómo la directora se demora en mostrar, a modo de guiño al neorrealismo italiano, la falta de oxígeno de unas calles construidas bajo la oquedad del hormigón. De ahí que los cambios de escena se articulen sobre imágenes tomadas hacia el cielo de unos edificios vacíos por dentro y por fuera.
Las aspiraciones vitales de los habitantes de esa barriada ofrecen pocas oportunidades a la imaginación, pues se reducen a los estereotipos que se obstinan en perpetuar determinados cánones, habituales en cualquier lugar del mundo donde impere el hormigón: una familia estándar con una hipoteca a su medida. Nada parece que se salga de la fórmula clásica: nacer, crecer, multiplicarse y morir, que poco o nada puede satisfacer a un espíritu sensible.
Si juntamos todo lo anterior, es decir, el rechazo social, enemistad familiar, hormigón y las almas atrofiadas, no es de sorprender que Kena y Ziki se refugien en el interior de una furgoneta abandonada y que aspiren a que eso, un mínimo refugio de amor sea real, unos amores consagrados en la antigüedad grecolatina, pero ya se ve que han resistido muy mal al paso de los siglos.
Fco Javier Rodríguez Barranco
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15 de abril de 2019
0 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entiendo que la intención de la película es buena, pero no deja de caer en simples estereotipos y con un guión bastante simplista. Me esperaba bastante más de esta película, y es una pena porque se podía haber aprovechado mucho más.
También recalcar el desprecio que realizan hacia el colectivo enfermero, como si fuera una profesión de segunda que solo puede acceder quien no le queda otra opción mejor, nada más lejos de la realidad. Muy tristes los comentarios realizados hacia una profesión que tanto aporta a nuestro sistema sanitario.
TeleFilm
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