El calor del amor

Chandler regresa a su pueblo con su mujer, recién casado, porque quiere reiniciar unas excavaciones en un monte cercano.
Una primera crisis matrimonial se nos cuenta de forma desapasionada. Las causas están en que el guión no arriesga en profundidad y que, la crisis como tal, es un berrinche del marido cuyo desenlace se nos antoja previsible.

En el pueblo donde queda un asentamiento Apache hay un circuito turístico en el que la madre del marido medio indio explica la dignidad y el orgullo de esa civilización, está claro que algo de la educación tan austera que reciben los niños le queda a Jeff Chandler que choca desde el principio con la personalidad de su mujer, Jane Russell.

Todo está muy bien expuesto por el que luego se ve fuera un experto participante en la dirección de series de televisión de gran éxito, Joseph Pevney.
Pero falta un punto dramático, una implicación más arriesgada que muy bien podría haberla puesto ese fiera de Dan Duryea que se lleva el protagonismo en todos los planos donde aparece. Sus aproximaciones a la mujer de Chandler resultan inquietantes, como ver a un zorro merodear por el gallinero y eso que la enfermera le sale al quite.
Lo peor es que Chandler se le haga a uno antipático y muestre el espectador simpatía por Dan Duryea.

Convencional historia romántica entre dos superestrellas del momento Jane Russell, una auténtica bomba sexual, alta, atractiva, con mucho pecho, cintura de avispa, ojos de gata y aqueí con el pelo corto, y Jeff Chandler, un monstruo del cine que tuvo un final muy trágico. Les acompaña Dan Duryea, un clásico entre los secundario.
Funciona por momentos, la presentación, el comienzo de los conflictos, pero es plana en otros. Se deja ver, tiene un metraje contenido (quizá recordado, porque "se han casado" en el minuto diez), es colorida y tiene un punto feminista que, desde el punto de vista actual, es bastante rompedor.
He visto cuatro cosas de Pevney y es un director interesante, clase media "de estudio", trabajador y eficaz.

La joven Amanda (Russell) pincha una rueda de su choche en mitad de una carretera solitaria de Arizona. La recogen dos amigos, Jonathan Dartland (Chandler), un ingeniero con antecedentes indios que es un auténtico marmolillo pero que se la lleva al altar a las primeras de cambio, y su amigo el Dr. Slater (Duryea) en el papel de borrachín ligón, su papel de siempre.
Una vuelta turística por la reserva india, "Mira tesoro, son indios de verdad", donde nos dicen que "Un indio nunca llora" y varios encuentros y desencuentros de la pareja por los enredos de Duryea.
Una mina de oro, un jeep que va y viene y poco más. No entendemos bien a qué viene el título ese de los calores.
Ni chicha ni limonada. Floja.