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Don Juan

Drama. Romance Don Juan abandona Venecia y regresa a Sevilla, su ciudad natal. Al llegar se entera de que su padre ha muerto y le ha dejado todos sus bienes con la condición de que se case con Doña Inés. Él se inventa un matrimonio anterior, pero cuando la conoce en una fiesta queda fascinado por su belleza. (FILMAFFINITY)
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
26 de abril de 2017
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
El personaje de Don Juan es un mito universal, “Il disoluto punito”, “El descarado libertino”, “El burlador de Sevilla”, el irresistible amante inmortal de verbo seductor y lascivo, tan afilado como su espada, tan cínico y mordaz como aventurero, sobre el cual escribieron: Tirso de Molina, Moliére, Lord Byron, José de Espronceda, José Zorrilla, y a quien Mozart dedicó su más grandiosa y compleja ópera que profundiza en las tinieblas del más oscuro lado humano con libreto de Lorenzo Da Ponte, “Don Giovanni”. Lo mejor de la película, de Sáenz de Heredia es sin duda su ritmo narrativo entre la comedia dramática y la aventura romántica de capa y espada, gracias a un esmerado guión bien construido y desarrollado, recreando unos personajes de gran calado dramático y una profunda psicología, tomando básicamente la obra de Zorrilla y algunos pasajes de Tirso de Molina. Muy bien recibida en el festival de Venecia, desde el punto de vista actual, su trama no resiste un análisis social que respete y dignifique a la mujer por su lacerante machismo, cuya herencia nos lleva a entender los lamentables crímenes y abusos que se siguen perpetrando contra la mujer, me refiero a la “violencia de género”, pero eso es otra historia.

Este Don Juan (Antonio Vilar), se halla dispuesto a traspasar el pecado del sexo, en tiempos inciertos e inquisitoriales, por sus dos extremos más comprometidos: el de la “violación” de la doncella virgen y el de la mujer casada. Da lo mismo que sea consentida –en este caso ya no se trataría de violación sino de seducción–, porque para la Iglesia, que es quien manda en esos momentos, no solamente de palabra sino con la ley y las armas, se trata de violar, y esta vez va sin comillas, una de sus creencias más sagradas: la virginidad de la mujer, de cualquier mujer –ya sea doncella o casada–, que no puede ser removida sino por el acto sagrado del matrimonio y no de cualquier matrimonio, sino de su matrimonio. Ir contra este precepto, seguramente, es el mayor placer que experimenta Don Juan, más que el propio acto sexual y, con él, el de subvertir la institución más sagrada para ésta y cualquier religión: la familia. Unas veces colocando al padre en la defensa del honor de la hija; o la del propio marido ultrajado, en otras, de lavar el suyo de la afrenta ocasionada por este libertino personaje, que lo que busca es el placer de limpiarse sus sucias manos en la moral de su tiempo.

Hay también una evidente exaltación del machismo –que lleva implícita la sumisión de la mujer–, tan arraigado en nuestra raza latina y en nuestros genes hasta hoy, aunque en esta versión aparece una Lady Ontiveros (Annabelle) que podría entenderse como la antagonista desde la parte femenina. Pero, Don Juan es hombre, los defensores de la moral que subvierte son hombres (el padre, el marido), los personajes que acompañan sus desenlaces son hombres... ¿Y las mujeres? De alguna manera “eligen el pecado” de estar con Don Juan con entera libertad –tentación diabólica, según el punto de vista moral religioso–, pero ocupan en el drama teatral y en el de la vida misma una posición pasiva, de la que no se defienden –porque probablemente no haya razón para hacerlo–, dejando que sea un hombre (el padre o el marido) quien lo haga, sin su consentimiento, claro.

El film se abre con unas escenas en Venecia haciendo honor a su fama y siendo informado de una mala noticia que le obliga a volver a su Sevilla natal. Aunque después, advertimos que no parece estar muy afectado, ni atormentado por la reciente muerte de su padre, con el que no mantenía buena relación, pero todo ello da pie para conocer a su gran amor, Doña Inés (María Rosa Delgado). El reparto me parece acertado y plausible por su excelente puesta en escena que aunque academicista huye continuamente de la representación teatral aireando la obra con diferentes escusas como la estampida taurina o las diversas escenas de exteriores que nos acercan a la desenfadada aventura donjuanesca con la impostura jocosa de Don Juan en la figura del caballero Don Luis Mejía (Enrique Guitart). Una historia que para comulgar con la censura, y el beneplácito del régimen, se remite a la redención moral que en otras obras anteriores no existe.
Antonio Morales
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5 de mayo de 2022
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O no... no lo sé. Pero es lo que se llamaba la superproducción en España para dar valor a la película e intentar recaudar y competir con el mercado americano.

Tal como salen en los créditos iniciales, está basada libremente en la figura de don Juan Tenorio, pero no está basada en la obra literaria.

Ganadora del premio al mejor director, narra la historia del don Juan que tenemos en mente, incluso, hoy en día. Un tío que se tira a todo lo que se menea, sin importar los sentimientos de las mujeres que caen en sus redes. Tanto es así, que el rey de España de entonces (lógicamente), lo desertó y tenía prohibida la entrada a España.

La historia está bien, aunque luego se hace algo cansina y se vuelve un poco pesada.

Antonio Vilar tiene un atractivo interesante.
edugrn
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24 de marzo de 2024
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Decir que José Luis Sáenz de Heredia fue el más prominente realizador nacional durante la década de 1940 -¡que lo fue!- es una perogrullada evidente de puro incontestable, pero que convendría repetir de vez en cuando, para así minimizar ese silencio mediático que en torno a él y su obra se erigen (al menos a la hora de glosar los innumerables aciertos de su irrepetible filmografía), la novísima generación de críticos cinematográficos, desdeñosa respecto del cine del franquismo, suelen nombrar de tarde en tarde el nombre de Sáenz de Heredia, bien estudiándolo desde una perspectiva sociológica (el denominado “franquismo sociológico”), bien para cargar contra él, demonizándolo incluso (más que nada por ser el director de “Raza”). Se introdujo en el cine gracias a su amistad con el director de fotografía Serafín Ballesteros, sobre un guion propio debutó como realizador con la magnífica y desconocida “Patricio miró una estrella” (1934), sobresaliente comedia en torno al mundo cinematográfico, gracias a la cual fue contratado por el aragonés Luis Buñuel para hacerse cargo de dos producciones de Filmófono, “La hija de Juan Simón” (1935) y “¿Quién me quiere a mí?” (1936), son años de tanteos y experimentaciones varias, en los que Sáenz de Heredia aprenderá los rudimentos del oficio con inusitado éxito. Finalizada la Guerra Civil recibe el encargo de adaptar a la pantalla una narración del General Franco que éste ha publicado bajo el seudónimo de Jaime de Andrade, el resultado es “Raza” (1941), tras este trabajo Sáenz de Heredia entrega lo mejor de su producción a través de una serie de filmes producidos como en estado de gracia: su obra maestra indiscutible “El escándalo” (1943), la soberbia intriga fantástica “El destino se disculpa” (1944). “Mariona Rebull” (1947), estupenda adaptación de dos novelas de Ignacio Agustí, la religiosa “La mies es mucha” (1949), y “Don Juan” (1950), la película que hoy nos ocupa.

Basada libremente en las obras de Tirso De Molina y José Zorrilla: ¨El Burlador De Sevilla¨ y ¨Don Juan Tenorio¨ y guion del prestigioso Carlos Blanco y el mismo director, aquí Don Juan es retratado como un libertino pícaro que al final tiene que pagar por sus pecados. La principal novedad de este guion es que sus autores prescinden de efectuar una adaptación al uso de obra y autores concretos, Tirso y Zorrilla, para ofrecer personales actitudes ante el mito, no es tanto la reprobación de su conducta como el cuestionamiento de su modalidad amatoria, ésta se reduce a la suplantación (de Don Luis) y del enamoramiento de una mujer inexperta (Doña Inés), sin embargo, el final será espiritualmente feliz, ya que el personaje queda redimido, gracias al amor, en la mejor tradición de un catolicismo antes sentimental que justiciero o, literariamente hablando, más cercano a Zorrilla que a Tirso.

Una más que interesante película muy bien realizada que se beneficia además de unas muy buenas interpretaciones y un ingenioso guion. Antonio Vilar interpreta a Don Juan Tenorio, este actor portugués comenzó a trabajar como periodista y tuvo una larga trayectoria en el cine español de posguerra aunque probablemente nunca pudo escuchar su propia voz, ya que, debido a su fuerte acento portugués, siempre ha tenido su voz doblada al español; Enric Guitart, famoso actor de teatro catalán, hace un excelente trabajo como el rival de Don Juan, Don Luis Mejía; por último, María Rosa Salgado interpreta el papel de Doña Inés de una manera dulce, entrañable y sincera.

Una película de aventuras agradable y entretenida llena de historias de amor, seducción, duelos, espectaculares juegos de espadas y sus momentos sensuales. Obtuvo unas excelentes recaudaciones y un aplauso generalizado de la crítica, el “Círculo de Escritores Cinematográficos” premió la labor del director y de su actor protagonista, mientras que el “Sindicato Nacional del Espectáculo” la consideró la mejor película del año.
Juan Marey
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