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No Bears

Drama Dos historias de amor paralelas en las que los deseos de las parejas se ven frustrados por obstáculos ocultos e inevitables, la fuerza de la superstición y la mecánica del poder. (FILMAFFINITY)
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Críticas 12
Críticas ordenadas por utilidad
14 de noviembre de 2022
25 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jafar Panahi, director y actor en su película, donde hace de sí mismo, rueda a distancia, desde su portátil y cuando hay cobertura, pues se encuentra en una aldea de Irán fronteriza con Turquía, y el equipo de rodaje se halla al otro lado de la frontera. No es por gusto, sino por la imposibilidad de rodar en su propio país.

En tanto, en la aldea donde Panahi se encuentra refugiado, un paisano le cuenta que le acompaña por la calles del pueblo en sombras porque hay osos y resulta muy peligroso ir solo. Poco antes de llegar al salón de los juramentos, le descubre que ya no hay osos y que solo usan ese camelo para asustar, para meter miedo. En la sala donde a Panahi le quieren obligar a jurar que no ha hecho una foto retratando a una pareja, ocurre algo parecido: un paisano le dice que se puede mentir en el juramento, que siempre se ha mentido. Todo es un trampantojo, claro está, desde el cual el poder utiliza el miedo para mantener sojuzgados a sus súbditos, y lo hace en nombre de sagradas tradiciones, cuando lo único que pretenden los poderosos es mantener su estatus. Es una vieja historia (sí), pero es que cuando abrimos los ojos, sigue ahí.

Jafar Panahi llena de cargas de profundidad su última película. Condenado por el régimen teocrático de Irán a seis años de cárcel por sus críticas al régimen, Panahi ha rodado en condiciones extremas, como en “Esto no es una película” (2011), que rodó en su casa. En “No hay osos”, las condiciones del rodaje vuelven a ser extremas, con el equipo de rodaje y los actores al otro lado de la frontera, y el director dirigiendo con un portátil desde un cuarto alquilado en una casa de una aldea. La película que Panahi rueda en Turquía habla en la ficción de la inmigración a Europa, a través de la historia desesperada de una pareja que reúne dinero para huir de Irán, a la vez que la realidad, en ósmosis, cala la ficción, pues vemos las angustias de esas personas que son los dos actores que también necesitan huir de Irán hacia Europa.

Realidad y ficción se funden, se confunden, y a la vez vemos una película, un documental y un trozo de noticia que pudiera estar sucediendo ahora mismo. Son distintos planos, los de la ficción y la realidad, que se cruzan, se interponen, proporcionado una enorme riqueza de significados. Y lo hace con pocos medios, casi espartanos, con un estilo sencillo que oculta un guion y una planificación milimétrica.

La estancia de Jafar Panahi en la aldea tampoco es tranquila o pacifica: él solo quiere rodar a distancia una película, pero el hecho mismo de tomar una foto puede provocar un terremoto, pues quizá ha fotografiado al azar a una mujer con un hombre que no es el elegido por las respectivas familias para un matrónimo concertado. No hay forma de huir de la realidad que te rodea, parece decirnos Panahi, que sabe bien de lo que habla. Como en un melodrama (y esta película no lo es), la realidad aporta dos finales terribles a las historias de las dos parejas que solo quieren libertad y algo de prosperidad. En tanto, Jafar Panahi, actor y espectador de su film, tiene que ir se del pueblo ante presión de sus moradores y de las autoridades.

Una joya.
GonzaloyGracias
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2 de junio de 2023
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Años de visionados, análisis y descubrimientos dejan en evidencia que el gran cine no es sinónimo de virtuosismo técnico y valores de producción, sino de buenas ideas tras el proceso de puesta en escena y de convicción e ímpetu para crear imágenes sean cuales sean los medios a disposición. Cine que abre camino y encuentra la coherencia propia desde unas formas líquidas, para no por ello dejar de transmitir discursos sociales de calado. Tal es el caso del título que nos ocupa, nuevo trabajo de su veterano realizador cuya mera existencia, a nivel logístico, es de por sí un milagro. Tras recibir el Premio del Jurado en la pasada Biennale de Venecia, en cuya sección Oficial se presentó, La aventura estrena en nuestro país la persa Los osos no existen, de un Jafar Panahi que mas de diez años después sigue en arresto domiciliario. Pese a su injusto castigo censor, he aquí un extraordinario ejemplo de su habilidad para, desde el margen y ajeno a los regímenes de producción habituales, seguir filmando relatos plagados de fuerza. Tales como este, un poderoso retrato rural sobrecogedor y divertido al mismo tiempo presentado desde un dispositivo tan vivo como inspirador. Una cebolla fílmica naturalista y afilada, que muestra que el drama social iraní tiene aún muchas cosas que decir. Un viaje que aúna algunas de las estampas más desesperanzadoras del 2023.

La filmación clandestina como doble vía de escape. El cine colándose entre los resquicios de la vida, a un lado y a otro de la cámara. La grabación rudimentaria como terapia preventiva ante una sociedad del odio. Retrato certero de la faceta mas rural de Irán basculando con fluidez y ambigüedad entre la ficción y el documental. Un ejercicio de integridad política y artística que se adhiere a la filmación como necesidad sin distraerse por libros de estilo o prejuicios de producción. Un relato de capas de ficción en diálogo y reflejo constante unas con otras: el largometraje de ficción rodado a distancia por Panahi, las pesquisas y obstáculos de los actores y equipo técnico de dicha película durante el rodaje y, por último, la convivencia compleja del propio Panahi con los lugareños del pueblo en el que se esconde. A pocos kilómetros de la representación y, a su vez, incómodamente alejado. Mosaico intelectualmente convulso que brilla por su habilidad para captar realidades conflictivas en toda su tensión dramática y riqueza cultural pero sin perder nunca un particular y negro sentido del humor. Es de una eficacia sorprendente la habilidad con la que Panahi, mediante interrupciones súbitas, anega situaciones tranquilas de salvajes brotes de violencia ignorante. En su universo cinematográfico, al igual que en su propia vida, su integridad siempre corre peligro, y el abismo del odio hacia el diferente puede emerger de cualquier vértice. Los conflictos banales se tejen durante muchos minutos, y estallan entre marabuntas sin posibilidad de control. Película muy violenta donde dicha violencia toma forma en la palabra: la física, salvo en contados planos, queda fuera de campo. El lector tendrá la clara impresión de hallarse ante un filme de tema, que indaga sobre múltiples personajes en cruzadas dispares en pos de la libertad y la huida, pero posee también consistentes virtudes formales: desde un plano secuencia que no abandona a sus personajes pero modifica levemente el escenario y los elementos del encuadre a cuidadas coreografías de seguimiento de masas en largas tomas sin cortes de cámara digital siguiendo motivos circulares. Los valores de producción son humildes, pero estos no pueden ocultar el oficio, sabiduría y criterio de Panahi.

Reflexiones sobre dispositivos aparte, bien es cierto que desde la perspectiva del seguimiento argumental o la búsqueda de un tono solemne de ficción conmovedora u impactante, muchos espectadores pueden sentirse decepcionados. Es un filme que solo apabulla si se piensa, pues en su fachada exhibe, aún con la gravedad de sus temáticas, una ligereza naturalista que puede ser infravalorada si no se le presta la debida atención. Es una propuesta poco ambiciosa en sus registros plásticos y un tanto monótona en su tono, tal vez demasiado conceptual, mundana o arisca para seducir de pleno. Pero nadie podrá negar su interés antropológico, su genuina personalidad y la honestidad de su desgarro.

Insurgente, reflexiva y trágica desde el susurro, Los osos no existen ofrece un nuevo artefacto narrativo inspirado y personal por parte de Jafar Panahi, deconstruyendo su mirada sobre la marcha para retratar toda la crueldad de su realidad sin necesidad de efectismos.
Néstor Juez
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26 de abril de 2023
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El reconocido director Irani Jafar Panahi (El círculo, Tres caras, Taxi Teherán) dirige e interpreta una versión de sí mismo como un realizador comprometido a revelar las injusticias de su país, donde es obligado a permanecer en Irán por las autoridades, encontrándose en una extraña posición, donde trabajar con libertad es un gran problema. A través de internet y entrecortándose decide contar esta historia.

Para ello se muda de Teherán a un pequeño pueblo fronterizo con Turquía. Allí se verá envuelto en un extraño malentendido con una fotografía que dicen que fue tomada por él. La película dentro de la película resulta ser un drama centrado en Bakhtiar y Zara, que intentan huir de Irán a Europa con pasaportes falsos.

Como siempre, intenta hacer una crítica velada en forma de semi documental de lo que ocurre en Irán, Desde su condena en 2010 por cargos de propaganda antigubernamental, el director ha eludido e incluso ignorado por completo su prohibición de hacer películas ordenada por el juzgado.

Después de presentar la película en el Festival de Venecia, Panahi fue encarcelado nuevamente donde hizo una huelga de hambre, tras un tiempo fue liberado, estando ahora en espera de juicio. Vista en el Festival de Valladolid, se estrenará en España el 26 de mayo de 2023.
Destino Arrakis.com
videorecord
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3 de noviembre de 2022
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Segunda película que veo de Jafar Panahi (la primera fue "El círculo", ya del año 2000). Y lo he hecho en la reciente Seminci 2022.

Tras su visión y en la comida posterior con los colegas, hablando y hablando de la película, se llegó al consenso general que está bien pero por debajo de la mayoría del resto de la filmografía de Panahi. Supongo que será verdad, pero a mi me ha gustado bastante y me ha convencido.

Panahi logra, empleando el juego de espejos, conmover, emocionar y entretener, por mor de su maestría en la narración, logrando un film ingenioso en su puesta en escena, íntegro en su dignidad y éticamente valiente y profunda.
Narra dos historias, o tres si se mira bien. La real del propio realizador en tierras turcas y la filmada, con doble lectura, en su Irán natal.
Ambas se complementan de forma dúctil, a veces con algunos toques de humor, la mayoría lacerante, dolorosa, pero siempre interesante y emocionante.
Cinta de fondo muy duro, con ese costumbrismo donde se ponen en soslayo las costumbres y ritos más ancestrales, que Panahi pone en duda, poniendo así en riesgo su propia libertad (en estos momentos cumple un arresto de cinco años).

Dinámica y fluida, por lo que no aburre nunca, siendo amena y atractiva en todo momento, el film impacta por rezumar verdad por más que emplee el género semidocumental en diversos momentos.

Para mi gusto, una cinta excelente.

https://filmsencajatonta.blogspot.com/
Baraka1958
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14 de septiembre de 2023
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
En Turquía, el equipo técnico del director Jafar Panahi, está rodando una película que él mismo dirige desde una remota aldea iraní llamada Jobán, donde uno de los moradores le ha alquilado una habitación. La historia que está rodando, es sobre una pareja iraní, Bakhtiar y Zara, que tratan de hacerse con pasaportes para poder huir de los agobios que les produce el país. De pronto, Reza, asistente de Panahi, se aparece en Jobán para decirle que el equipo extraña su presencia y trata de pasarlo a Turquía con la ayuda de unos contrabandistas que lo mismo pasan materiales que personas… pero en el camino, y antes de contactarlos, el director se asusta y regresa a la aldea.

Lo que se aviene, de cierta manera entrecruzará la ficción con “la realidad”, y estaremos así ante una singular historia de cine dentro del cine, en la que, el director iraní, de nuevo se luce con esa especial capacidad de recrear aventuras de bajísimo presupuesto con personajes que sirven de reflejo de una sociedad que reclama urgentes revisiones.

Como es habitual en su cine, la historia escrita por el propio Panahi, abre paso a cierto nivel de improvisación; se ajusta plenamente al lenguaje de los moradores del sitio donde rueda; y se acomoda a las características de la zona sin modificación alguna.

Cuando surge la colateral historia de amor entre, Solduz y Gozal, entra en escena un impactante personaje llamado Jacob, el cual con sus actitudes generará un alto nivel de tensión toda vez que hace su aparición… y poco a poco se irá bordando un drama social y una suerte de ‘tragedia a la iraní’ que nos atrapa por completo. Panahi vuelve a ser muy crítico de esa sociedad en la que le ha tocado vivir; y el haber sido víctima, él mismo, de limitación de sus libertades por parte de las autoridades a causa de sus posiciones críticas, lo lleva a empecinarse en mostrar los niveles de atraso que aún perduran causando malestares e incluso tragedias.

Por ejemplo, la tradición de cortarle el cordón umbilical a una niña que nace en honor a su “futuro marido”, asignado desde entonces por acuerdos entre los padres, será aquí abiertamente cuestionado y se demostrará la suerte de consecuencias a las que conlleva. También veremos cómo en los juramentos se vale mentir y que, de lo que se trata, es de quedar bien con aquellos que lo exigen.

Admiro profundamente la capacidad de, Jafar Panahi –de nuevo en sus múltiples funciones de director, guionista, productor y protagonista-, de envolvernos con personajes aparentemente simples, pero, que resultan de una gran complejidad psicológica, sociológica y emocional que sorprende y, en ocasiones aterra, como aquí ocurre. La alegoría política por ahí resurge… y de nuevo queda demostrado que la realidad supera la ficción y la sociedad humana vuelve a enterarnos de lo poco que hemos avanzado en tantos siglos de existencia.

Bakhtiar Panjei (Bakhtiar), Mina Kavani (Zara), Vahid Mobaseri (Ghanbar), Javad Siyahi (Jacob) y Naser Hashemi (el líder de la aldea), resultan muy convincentes en sus respectivos roles.

<<LOS OSOS NO EXISTEN>>, título que alude a un hecho del pasado que aún algunos usan equivalente al chucho, la bruja o el diablo, para sembrar temor, fue considerado por el gobierno iraní como, “un juego político sin licencia de producción”, y a consecuencia de ésto, el director fue arrestado y condenado a 6 años de prisión bajo el cargo de “propaganda contra el régimen”.

La película obtuvo el Premio Especial del Jurado en el Festival de Venecia y estuvo nominada para el León de Oro por Mejor Película.
Luis Guillermo Cardona
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