Sola en la penumbra

Encasillarse como actor no es bueno, pero hay otro tipo de encasillamiento del que hoy toca que hablemos: encasillarte en las parejas que te endosan. Aidan Quinn en su carrera ha hecho en muchas ocasiones de, llamémosle, «hombre de tus sueños que aparece» y lo llamativo es que esa mujer que le recibe suele ser una petardilla de cuidado. Me acuerdo ahora mismo de «Leyendas de pasión», «Buscando a Susan desesperadamente» o «The Playboys» y me tiro de los pelos. En esa lista, hay que añadir esta Emma Brody de «Sola en la penumbra».

Hombre, en la penumbra, de entrada, tampoco es que esté. La verdad es que la película tiene todos los condimentos para que, al menos, te los pases bien y no termines quedándote con la mosca detrás de la oreja: una chica en peligro, un policía que la protege, un asesino en serie, Aidan Quinn, el año 1995, lo que se nota en la moda y en el estilo del film. Vamos, que tiene potencial, un potencial que queda en decepción al cometer un par de tonterías que fácilmente se podían haber evitado.

La protagonista de esta historia es Emma, una chica ciega desde los ocho años que tras un trasplante de ojos empieza a tener visiones; pero no son visiones sobrenaturales, sino retardos en la visión. De esta forma, puede ver a una persona que no está delante en ese momento sino que estuvo ayer. Esta premisa la aceptas como fenómeno fantástico que puede servir para el argumento, pero es que no sirve de nada excepto para crear una falsa sospecha sobre la estabilidad mental de Emma y meter alucinaciones ilógicas que rompen la propia premisa, lo que es peor.

Luego está la historia de amor. Bueno, en fin, yo puedo comprender que si después de estar toda tu vida ciega lo primero que ves es a Aidan Quinn pierdas la cabeza por él. Pero, hija mía, hay un asesino que te quiere matar. Han violado y asesinado a varias mujeres, hay un caso que resolver y tienes ya una edad como para que andes como una adolescente malcriada y obsesiva, que es como se comporta Emma con John.

La película podría haber sido, pero no.

Llevaba mucho tiempo queriendo ver esta película pero lo único que ha resultado valer la pena es el par de veces en las que Madeleine Stowe hace gala de

Thriller con aire romántico que viene a seguir la senda de ese subgénero de los años ochenta y primeros noventa de policía o similar que se acaba involucrando sentimentalmente con la testigo, aspirante a víctima de un psicópata, sospechosa o algo así. De hecho, la fórmula se sigue llevando hoy día, sin ir más lejos, la de "Disorder" (2015), mi anterior crítica, va por ahí más o menos, pero fue en estos años cuando se alcanzaron los mejores resultados con títulos como "La sombra del testigo" (1987), "Instinto básico" (1992) o "El guardaespaldas" (1992). La novedad en "Sola en la penumbra" es, además de la presencia de Madeleine Stowe y Aidan Quinn, el que ella sea ciega pero realmente este rasgo no aporta nada importante.

Dicho lo cual, la película no funciona. Para empezar, los protagonistas están más pendientes de sus asuntos sentimentales que del asesino, que aunque demuestra ser uno de los más inútiles del cine, le dan cancha para que pueda seguir matando. Pero es que encima no veo que tenga sentido ni la trama, ni los giros que van apareciendo, ni a la historia amorosa atolondrada. Emma (Madeleine Stowe) tiene unas visiones raras que lo único que sirven es para confundir y por si fuera poco coge unas rabietas que ya le vale. Y el final, es que es lamentable. Por mi parte, mi interés quedó reducido al gracioso perro lazarillo, creo que es un labrador retriever, que no golden retriever como mi querida Retoree de "Show by Rock!!" (2015).

Que una testigo de uno de los crímenes de un psicópata esté ciega pero que pueda ver, pero que pueda ver mal, pero que huela, pero que huela tarde, y que al final ella misma esté un poco de la olla puede facilitar los momentos de susto de una película pero no deja de ser una trampa de guion como un piano. Al final, la pobre ciega (Madeleine Stowe, guapísima) acaba viendo la cara del asesino por todos los lados y eso es un lío para el espectador, que no sabe si está siendo perseguida o es que sale a correr con los cascos puestos. Y luego está Aidan Quinn en el papel de policía cuya primera secuencia, un striptease en un concierto, no puede ser más imbécil. Si quieres que te caiga mal un protagonista, no tienes más que hacerle hacer el ridículo.
Menos mal que sale Michael Jordan, que algunos diálogos son genuinamente sarcásticos, que Michael Apted fue un buen director ('Enigma', 'El mundo nunca es suficiente'...) antes de ser fagocitado por las series y que Chicago mola.