La orquesta (Serie de TV)

Una orquesta sinfónica es un hervidero de tensiones, envidias y celos, dominada por el delicado ego de los músicos. La acción se centra en el segundo clarinetista, un sujeto gruñón, arrogante, impopular; un tipo talentoso, desagradable, torpe, sincero hasta la soberbia. Las circunstancias propician su alianza con el nuevo director adjunto, un pusilánime al que engaña su esposa.

Esta serie danesa, de tono tragicómico, nos introduce en las intrigas de un grupo de peculiares individuos. Nos habla de las ambiciones, los secretos, las miserias que pueblan unas vidas dedicadas al arte, y lo hace desplegando un ingenio de altura. Son una decena de episodios de menos de media hora donde se lanzan abundantes dardos contra el mundo actual: la cultura de la cancelación, los youtubers, los nuevos enfoques en la educación de los hijos, la inestimable labor de los psicólogos...

Las situaciones resultan divertidas, pero lo que a uno de verdad le conquistan son los personajes, en especial ese virtuoso del clarinete, ese ser trágico que no sabe cómo encajar, desenvolverse con soltura, jugar sus cartas con inteligencia, ganarse el afecto de los otros. Un perdedor entrañable que se merece nuestra comprensión.

Muy notable serie, distinta a casi todas, con episodios breves, muy bien compuestos, que contribuyen a dar dinamismo y ritmo.
Hablando de ritmo, a quien le guste la música clásica tiene aquí un pequeño repertorio, aunque podrían haberse extendido más al tocar la orquesta la Sexta de Beethoven, Tanhauser, y otras maravillas.
El personaje principal, el clarinetista segundo que sueña con ser el primero, está bien dibujado y mejor interpretado.
Y se aprovecha para una caricatura de lo políticamente y estúpidamente correcto. La escena del final del tratamiento con la psicóloga es genial, porque en pocas palabras se resume toda esa tontería, tan tópica ya.

Serie danesa sobre el funcionamiento interno de una orquesta que refleja comportamientos sociales más cotidianos de lo que parece. Lo mas destacado es que no presenta personajes unidimensionales, sino que tienen claroscuros y de ellos puedes esperar tanto lo bueno como lo malo. En función de las circunstancias reaccionan de manera encomiable o deplorable, y todos aparentan tener sus motivos para ser así.

Es una comedia con tintes dramáticos, que conseguirá algunas sonrisas pero no risotadas. También me agradó como se toma a chacota la corrección política, no pareciendo afectada por el discurso más superficial predominante, e incluso se rie de él. La duración de los capítulos es adecuada y pueden ver varios del tirón sin sentir. Nuevo punto que de anota el producto audiovisual danés.