Cuando me enteré que iban a hacer una secuela de El otro lado de la cama me eché a temblar, ya que de una peli más bien tirando a mala y ya resuelta, era imposible sacarle más jugo. Y, efectivamente, no sólo no me equivoqué, sino que me quedé corto.
La película es aburrida y no hace reír, que es lo peor que se puede decir de una comedia. Si eres de sueño fácil, es probable que te duermas. Las interpretaciones son penosas, en especial la de Verónica Sánchez. Los números musicales me dan igual y ya no me sorprenden los desafines, cosa que en la primera parte te llama la atención por el factor sorpresa. Y por si fuera poco, la película intenta sorprender al espectador con giros de guión, pero no lo consigue en absoluto por su ridiculez.

A pesar de que el título no me incitaba mucho a verla, al final la vi porque no encontré otras interesantes.

Tras ver la peli, el resultado de la misma es bastante desigual. En la parte buena, destacar algunas de las situaciones que sí son reales y algunos puntos de humor. Algunos de los personajes, aunque exagerados, sí resultan creíbles, como el jefe de la compañía. Lo o negativo de la película es que, a veces, la crítica social desaparece o no se nota tanto, algunas de las situaciones cómicas, que tendrían que ser graciosas, no lo son; y lo peor de todo, la espantosa banda sonora de la peli, que es rap, pero que no pega ni con cola con una crítica social "tan light".

La película es ideal para verla en la sobremesa si no quieres pensar mucho o necesitas desconectar un rato.

Este documental debería exhibirse en todos los institutos. Aunque no quieras, no puedes evitar emocionarte, así que tienes tendencia a llorar cuando ves una peli, ten cerca un paquete de pañuelos. La película se ocupa de las víctimas de ETA de los años 80 y principios de los 90, que son las que están realmente olvidadas, puesto que los medios y la sociedad las ignoraban. Son 13 testimonios de 13 familias que han sufrido el zarpazo de Eta.