Qué hermosa filmación la de esta Nana. Gusta por su sencillez, exenta de pretensiones, por su trazo seguro, por el talento de narrar más que de enarbolar un discurso moralista. La cámara muestra con cariño a esta Nana, que bien pudo haberse convertido en un Jack Torrance o una Alex Forrest, pero que el guión termina destruyendo su caricatura y redimiendo a esta copy/paste de una vida que, al final, termina siendo propia.

Nunca había retrocedido tantas veces una cinta para ver lo que no pude por haberme dormido. Esta es una joya que te hipnotiza hasta dormirte y luego se ríe porque le ruegas volver a mostrarse. Maravillosa fotografía, rostros dramáticamente cargados y un ritmo que sólo Tarkovsky podría atreverse a practicar.

Hoy, que mi Valparaíso se quema, se me reaparece esta joya como diciendo: fíjate, muy poco ha cambiado de esta esencia. Porque de ese puerto del año 69 al de hoy, en sus cerros se siguen relatando historias como las que Aldo Francia muestra en pantalla. Un Valparaíso tan neorealista como el de hoy, devorado por las llamas de la desigualdad y las escasas oportunidades, con niños que se aferran a un futuro tan inexpugnable como irremediable. Una notable fotografía le adentrará en este mundo desconocido al turista patrimonial y deja al descubierto las carencias, incluso morales, de una sociedad que aparta la vista del blanco y negro para embelesarse con el color de sus peldaños al cielo. Véala, una mezcla de terror y desesperanza le inundará, aunque sea esta una necesaria respuesta al amor, esa que tan lejos lo distancia a uno del corazón.

Hermosa fotografía y hermoso horror con el que Haneke nos golpea el rostro, ese aún no totalmente modificado por la última vejez. Cuadros lentamente siniestros componen una historia tan real, tan fría y descarnada que no permite más que reflexionar desde la incertidumbre del futuro. Trabajo de actores puro, miradas puras, simetrías y espacios minimalistas para contar más que una historia, un pedazo de verdad.

No recuerdo con exactitud la última discusión que haya tenido con un amigo. Debe haber sido hace mucho, y lo más probable por una tontería. Cuando 2 amigos discuten y se pelean al punto de quitarse el saludo las conversaciones las miradas y los encuentros, al contrario de lo que piensan y sienten, vuelven a poner su amistad en el centro del universo; para redescubrir ( y quizá este sea el error: sólo a la luz de las leyes del entendimiento humano ) que aquel universo existe como una serie de aproximaciones; las que se ven truncadas con la distancia que en ese punto muerto comienzan a generar.

Ese dolor es heroico ( y estúpidamente ) abstracto y lógico.

Ahora lo recuerdo: no hubo tanta discusión; más bien un monólogo de reclamos. Y aun con la disculpa ofrecida y no aceptada, aquella distancia permanece enorme, inmóvil, inalterable. Se le echa de menos.

Copenhague, Heisenberg, Bohr, Margrethe, la amistad, la admiración recíproca, la incomprensión, el cálculo olvidado, una bomba, la revelación, la incertidumbre.