Hay películas que fuerzan las revoluciones o, al menos, cuando las revoluciones estallan se llevan el mérito de haberlas forzado. Cuando se masacran niños basta con enseñar a los cadáveres pero ¿y cuándo se masacran sonrisas, sueños y libertad? Mustang muestra la felicidad que el machismo aplasta en un país como Turquía y por eso mismo está llamada a ser la película de una revolución. No solo en Turquía, sino en todo el mundo. La opresión reflejada en la película es reconocible hasta en nuestra sociedad. Es cruel, pero no es sangrienta.

Cuando nos hablan de una película que denuncia el machismo en un país influenciado por el Isam pensamos en algo oscuro, turbio, en el mayor de los infiernos. Esta directora nos da en la cara con un mundo lleno de lugares comunes y de historias que, a veces, escuchamos en personas de nuestra generación y que se hacían más habituales generaciones pasadas.

Mustang llama a las armas (metafóricas) para luchar por la libertad de las mujeres, llama a la revolución. Una revolución a la que los hombres también están llamados. La maldad y la bondad traspasan los géneros. El film muestra un machismo aplicado por todos y nos cuenta que de la misma forma será eliminado, sin importar sexo.