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Críticas de Marco Antonio del Campo
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Críticas 7
Críticas ordenadas por utilidad
2
10 de agosto de 2022
85 de 152 usuarios han encontrado esta crítica útil
Podía parecer a priori, por el trailer y el cartel, que aquí había cierto gancho con un terror basado en la fantasía sexual de la dominación, es decir: MEN, los hombres como amenaza, como seres perversos empeñados en joder la vida a una inocente e indefensa mujer.

Pero no es eso.

Una vez se ha aguantado en la butaca se ve claro que es todo una paja mental casi adolescente sobre el mal del hombre-patriarcado frente a la pureza idealizada de lo femenino. De ahí que todos los elementos “masculinos” sean horribles, patéticos, inquietantes, faltos de razón, inseguros, necesitados de un dominio que esconde debilidad. Por eso en la iglesia, asociada a una religión patriarcal, suena una música tenebrosa, y en el polo opuesto, cuando ella está sola en el campo brilla un resplandor de conexión prístina con la naturaleza, lejos de toda la maldad masculina. Por eso los partos patéticos “del hombre” son totalmente improductivos y sólo reproducen el mismo horroroso ser, que grita sin embargo como un niño pequeño asustado, revelando así su insignificancia frente a la mujer, etc.

“Men”, es un síntoma y un exabrupto dentro del espíritu de una época en la que la valoración social de la masculinidad pasa sus horas más bajas. Y empieza a cansar.
Marco Antonio del Campo
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2
9 de diciembre de 2023
30 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es ya que parezcan casi haberse olvidado de que se pueden hacer protagonistas masculinos, es que parecen empeñados en que los niños asocien “malo” a hombres blancos, y “bueno” a personajes femeninos, especialmente si son “racializados”. Estas estúpidas directrices woke son lo más destacable de la película, el resto de clichés no merece comentario.

El único aspecto positivo es puramente estético, al alejarse de las sombras marcadas habituales tiempo atrás en la industria de la animación, y en su lugar buscar un efecto sutil de tonos más planos.

Al parecer pretendían celebrar los 100 años de Disney con este producto, como si tuviese algo que ver con aquella desaparecida compañía y su fundador.
Marco Antonio del Campo
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4
11 de octubre de 2022
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay algo que siempre funciona en la visión idealizada de los pueblos indígenas como fuente de sabiduría ancestral y conexión mística con la naturaleza. Ahí está, por ejemplo, Pocahontas, a la que Cameron le debe tanto que parece que al verla se le ocurrió hacer su propia versión sci-fi. Tenemos también La selva esmeralda, El último samurai (tocando esta vez el misticismo oriental), o Bailando con lobos. Pero llegó Avatar y el maniqueismo de los buenos-muy-buenos y los malos-muy-malos se llevó a un extremo imposible de batir.

Es tan así que parece como si en el guión hubiese participado un grupo de inocentes alumnos de primaria a los que previamente se les hubiera inflado la cabeza con la mala conciencia del hombre blanco opresor, destructivo, torpe, ignorante, prepotente y codicioso frente a la luz mística de los pueblos sabios. No hay una gota de espiritualidad en la raza occidental de malditos, en todo caso el buen corazón bruto de los pocos blancos buenos que por vez primera, sin que nada resuene en su inconsciente colectivo, aprenden qué es la sabiduría. La religión y la conciencia étnica son auténticos valores bajo una condición necesaria: que sean cosa de indígenas, aunque sean azules.

Como en la parte ética no hay más, voy con la estética. Del contraste maniqueo al máximo, pasamos entonces a nuevos contrastes, porque todo es así, excesivo. El alegato sobre los valores ecológicos ancestrales queda empaquetado formalmente con lo que en cierto sentido es un polo opuesto: la artificialidad máxima de la tecnología audiovisual estereoscópica. “La naturaleza” se expresa con la estética del videojuego y la belleza es entendida como el niño que flipa con sus botines con luces de colores y piensa que los demás quisieran unos iguales.

Es decir, Avatar es un derroche de técnica infográfica y una explosión visual, pero eso no implica necesariamente belleza ni buen hacer. Estoy pensando sobre todo en los seres fantásticos de Pandora. La invención de criaturas vivas es siempre un problema estético, porque nuestro sentido de la belleza se ha formado para funcionar en nuestro entorno natural. Percibimos belleza en formas humanas o animales porque son el resultado evolutivo de miles de millones de años, son seres perfectamente adaptados al entorno según sus necesidades vitales. Por eso si nos ponemos a imaginar y diseñar criaturas nuevas suele ser inevitable una torpeza concreta: todo lo que nos sale son engendros a base de parches, y siempre hay en ellos algo que no encaja, que no acaba de convencer, porque esos inventos no serían biológicamente viables. Las criaturas fantásticas de Avatar no son una excepción, aunque quizá se salvan un poco los reptiles voladores, seguramente porque se asemejan bastante a los prehistóricos y les sirvieron de referencia. En los “na'vi”, todo lo que recuerda a un humano es lo que funciona, todo lo que se aparta de él, es lo que falla. Este es por tanto, otro de los contrastes de Avatar: se predica una sabiduría de la naturaleza mediante el extremo contrario: el diseño artificioso y precisamente ajeno a lo natural.

Concluyendo, estaba claro que para rizar el rizo y completar la experiencia de virtualidad hiper-turbo-neón, este producto debía ser visto con las ya olvidadas gafas 3D, que es como en su día la vi de estreno. Las gafas 3D venían a ser aquí el añadido efectista al efectismo hecho cine. pero sólo en parte cumplían su cometido de refuerzo al impacto visual pretendido, porque al terminar la película te dejaban con la extraña sensación de haberla visto como en sueños… Al fin y al cabo, algo raro se interpone entre la pantalla y los ojos, y eso se nota.

Hay dos tipos de películas que trato de evitar (a no ser que, como Avatar, sean un fenómeno mundial y su interés consista en eso): las que pierden mucho si te cuentan el final o te la cuentan entera (porque eso significa que no te apetecería mucho verla más de una vez), y las que mejorarían si en las salas de cine se habilitara un sistema de movimiento de butacas, chorritos de agua y gases olorosos. En el cine no quiero meterme en la acción, no quiero jugar a ser el protagonista, me interesa lo que me están contando y cómo me lo cuentan. Para divertirnos a base de sensaciones más físicas están los cacharritos de la Feria.
Marco Antonio del Campo
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1
29 de octubre de 2020
13 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Borat es una pelicula de propaganda política lanzada en plena campaña electoral, salpicada de momentos soeces y otros muy ñoños. Nada de “políticamente incorrecta” o “no deja títere con cabeza”, como se dijo de la anterior. Tampoco es muy graciosa.

Para empezar, no sé qué de gracioso hay en hacer burla de un país. Esta burla se basa en inventar un machismo y un antisemitismo disparatados para criticar el machismo y el antisemitismo de forma seria. El efecto, por tanto, no es el de una verdadera sátira, que siempre toma su mejor material de la realidad.

De hecho la película no está a la altura de los tiempos si hablamos de realidad. Si hay un fenómeno reciente y digno de un humor ácido y una crítica mordaz es la deriva irracional y totalitaria de la izquierda “woke” identitaria, la cultura de la cancelación, la dictadura ideológica en la ciencia, el feminismo neopuritano e histérico de nueva ola, el neosegregacionismo de los SJW y el BLM, los derribaestatuas de antiesclavistas, etc. Pero esto no lo iba a tocar Baron Cohen, pues ha dejado muy claro que lo suyo es puro partidismo. El objetivo de su crítica burlesca es la gente conservadora de los EEUU, para lo cual toma los aspectos más extremos y grotescos del conservadurismo americano, que ciertamente existen. Ahora bien, a veces no es así, y llega a ser patético ver cómo la reacción de aquellos de los que se burla es sólo una respuesta amable. La crítica se queda en insulto en esos casos.

Pero lo más destacable de todo son los momentos ñoños, en los que Cohen trata al espectador como a un niño. Son calcados a los de la primera película, y se resumen en “mira esta mujer negra, mira cómo representa la sensatez y el buen corazón” y “mira, así son los judíos: ancianitas amables,” ... Como judío, nada de mordacidad sobre el poderoso e intocable lobby judío en EEUU y su poder de influencia en el capitalismo financiero o en los medios de masas.

Por lo demás, digamos que la película no es agradable de ver.
Marco Antonio del Campo
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9
11 de agosto de 2022
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película de Éric Rohmer, como otras suyas, es un ejemplo perfecto de la posibilidad de hacer otro tipo de cine, es como respirar aire fresco cuando se está acostumbrado a la misma forma de hacer las cosas, las mismas fórmulas, clichés y estilos. Es también un buen ejemplo de que la representación de algo interesante sobre la vida y los sentimientos humanos no requiere ninguna trama enrevesada, no necesita “lo ajedrecístico”, como decía Nietzsche cuando hablaba de la tragedia griega, que quedaba completamente libre de todo artificio de cálculo y novedad entre otras razones porque las historias eran conocidas por todos a priori.

El caso es que durante mucho tiempo ha prevalecido en la industria de Jolibud la idea falsa de que “lo intelectual”, lo que da seriedad y valor a una película es convertirla en una especie de puzzle de complejidad pretenciosa, en un juego cerebral que como un pasatiempo el espectador debe desentramar si le es posible seguirlo, y cuyo desenlace final reserva a veces un golpe de efecto revelador, de manera que volver a verla carece de sentido si no es por acabar de descubrir qué engendro mental tenía en su cabeza el responsable. A esta especie pertenecen por ejemplo, “La trama”, “La tapadera”, “El ilusionista”, “Origen”, “Shutter Island” o “Tenet”

¡Qué distinto es todo en El rayo verde! La vida tal cual, la pura cotidianidad es mostrada de manera esplendorosa, transparente y sensible, sin artificios mentales, con todo el misterio y abismo profundo que es la propia vida. Me recuerda esta contraposición a la de aquellos que, no sabiendo ver el enigma en el mundo presente y directo, lo buscan en tonterías sobre fenómenos paranormales, ovnis y esoterismos.

Además, cada vez que la veo me acabo enamorando un poco de la protagonista.
Marco Antonio del Campo
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