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España España · La Linea de la Concep./Chiclana/Sevilla
Críticas de Boogie
Críticas 2
Críticas ordenadas por utilidad
6
29 de noviembre de 2014
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se dice que el periodismo actual muta a una nueva forma, modifica objetos para unos mismos objetivos, y todo a partir de las nuevas herramientas que han ido asomándose en los inicios del siglo XXI. La vieja y nueva escuela se entremezclan y critican los procedimientos del otro, en una constante guerra por saber quién es más y mejor informante. Muchos exigen una rebelión, despejar el camino de politiqueo y publicidad -o si eliminarlos a estas alturas resulta imposible, manejarlos con mayor sutileza-. Todo por un ejercicio que está en manos de “opinadores”, multinacionales y dirigentes de lo público con interés en lo privado. Un periodismo que necesita de un notable arrojo para defender la dignidad de un oficio que está íntimamente ligado a la salud democrática de un país. La verdad, la mentira, lo objetivo y subjetivo, son abstracciones usadas por los portavoces de la actualidad a su conveniencia, y creo que ese es la lectura más interesante de “Al filo de la noticia” (Broadcast News, 1987) vista casi treinta años después de su estreno. Tres décadas después, todo ha cambiado para poder seguir igual.

Partamos de la base: James L. Brooks trabajó durante un tiempo como becario para el noticiario de la CBS allá por finales de los 60. Allí imaginemos que se impregna de ese microcosmos que es una redacción de informativos, observando los detalles y conociendo de primera mano cómo funciona esa gran cadena de montaje. A priori, esto convierte su trabajo en un interesante producto. El problema que tiene Brooks en Broadcast News, y en el resto de su filmografía, es ese filtro Disney: diálogos con más de una frase acertada y elocuente, pero que se van diluyendo en empalagosos giros, desaprovechando en algunos momentos el potencial dramático de los personajes. Suena a veces falso y teatralizado. A su personal código estilístico sumemos que el atractivo de estos perfiles no está explotado, puesto que son arquetipos con ciertos matices diferenciables, pero que no van a más, y eso resta profundidad a la propuesta. Y visto así, quizás el principal interés de este largometraje –un retrato del periodismo y los medios de comunicación de masas- quede supeditado por el reconocido trabajo del escritor Alan Sorkin y sus series de televisión: The Newsroom y Studio 60 On The Sunset Street. Un estilo más realista y por qué no decirlo, mayor calidad en casi todo aspectos artísticos y técnicos.

Dejando a un lado lo que podemos considerar defecto o no, Brooks mantiene la historia a partir de un triángulo -amoroso y profesional- conformado por Tom Grunick (William Hurt) un periodista venido de los deportes, con planta y porte, y que atrae a las audiencias con su fluida relación con la cámara; Jane Craig (Holly Hunter) realizadora de los informativos, obsesionada con su trabajo, lideresa, intensa en su labor, desequilibrada emocionalmente y torpe con sus relaciones amorosas; y como último vértice, Aaron Altman, interpretado por Albert Brooks, cuya vis cómica matiza a un personaje de perfil culto y trabajador, pero que carece de eso que tiene el personaje de Hurt. Aparte de no entender las nuevas fórmulas que exige la cúpula de su cadena. Ya le comentaba Tom Grunick a Altman entre bastidores algo así como que el cometido no es narrar unos hechos, sino vender un producto. Y esa es la clave. Algo que siempre ha estado ahí, la publicidad, los altos cargos de la empresa informativa, en definitiva, el dinero. No es novedosa el tema, pero es interesante ver cómo nos comunicamos e informamos en los diferentes contextos. Nueva tecnología, nuevas herramientas, nuevos usos, pero seguiremos siendo lo mismo ya que nuestros comunicadores eran, son y serán lo mismo. Eso sí, alzamos el rostro orgullosos porque somos independientes a la hora de informarnos. Puedo elegir mi medio de comunicación. Puedo seleccionar. Tengo el poder. Tres décadas después, todo ha cambiado para poder seguir igual. Kapucisnki dijo que el malo no podía ser periodista, pero no dijo nada del tonto. Y ahí tenemos al personaje de William Hurt, clavando al informante medio en una película que nunca sobresale, pero cumple en todos los aspectos. Como la carrera de Brooks, y sus manidas fórmulas.

https://elaltillodelenano.wordpress.com/
Boogie
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Indie Game: The Movie
Documental
Canadá2011
7.3
1,637
Documental, Intervenciones de: Jonathan Blow, Brandon Boyer, Renaud Bédard, Anthony Carboni ...
8
29 de noviembre de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es imaginar, observar o sólo sentir, es interactuar. Si alguna disciplina artística –pese a no ser reconocida como tal- ha estado apartada del mundo adulto con tanto desprecio y mala baba, ese ha sido el perteneciente al mundo de los videojuegos. Será porque los primeros trabajos de la historia fueron vitoreados por niños y adolescentes, o quizás, el daño venga de esas grandes empresas que bombardean con efectos y exagerados artificios. Pero eso es como acercarse al cine a través de Transformers o cualquier producto destinado a ganar el doble de lo invertido. Son las connotaciones del término industria.

Por alguna razón pocas veces nos han dejado traspasar la frontera que separa este espacio de creación y el mundo real. Indie Game: The Movie se ha convertido en el primer documental con la aspiración de borrar esa línea imaginaria a través de la humanización de esos entes dedicados a parir videojuegos. Videojuegos independientes, cabe subrayar. Y es que este mundillo posee actualmente un detalle que resulta interesante: por primera vez diseñadores y programadores vienen de una generación que nació con los videojuegos insertos en la sociedad. No les llegó entre canicas, peonzas y juegos de mesa. Y claro, esto dota a ciertas producciones alejadas de las grandes empresas de un aroma de nostalgia que los hacen irresistible para los que estuvimos matando las horas con un pad frente al televisor.

Sentadas estas bases podemos hablar del largometraje dirigido por los canadienses Lisanne Pajot y James Swirsky. Gracias al exitoso crowdfunding (financiación en masa) que obtuvieron, -a través del portal Kickstarter- los realizadores pudieron dotar a su proyecto de una notable calidad técnica para narrar la historia de sus protagonistas: Phil Fish creador del videojuego Fez; Jonathan Blow, padre de la obra (maestra) Braid; Edmund McMillen y Tommy Refenes, creativo y programador respectivamente de Super Meat Boy.

Presentados estos sujetos y una vez desarrollados sus testimonios, el observador percibe que realmente esto no es un documental sobre videojuegos, al igual que no lo era The King of Kong: A Fistful of Quarters (Seth Gordon, 2007), sino la historia de personas que dedican íntegramente su vida a un proyecto que les desgarra la salud, les distancia del mundo social y encierra entre las paredes de su estudio. La fama cuesta, o sólo ganarse la vida. Individuos con un poder creativo impresionante luchan diariamente por sacar adelante lo que ellos consideran merece la pena, una idea que creen es lo mejor que pueden aportar al mundo. El éxito sólo por la vía de la constancia (…la leyenda dice que eso es posible).

Las entrevistas se intercalan para narrar paralelamente la creación de Fez y Super Meat Boy, dejando a Jonathan Blow como antecedente de videojuego independiente de éxito. El extravagante Phil Fish pone el humor en las entrevistas, y entre todos colaboran con el drama -problemas legales, familiares o personales-. Estos elementos hace que el largometraje no decaiga, más, claro está, la filmación del proceso creador, algo siempre fascinante cuando piensas que no tienes las aptitudes para hacer lo que ves.

Por pionero, por independiente, por calidad, por su música (obra del también canadiense Jim Guthrie), por su forma y contenido, y por ser un documental de culto instantáneo, exige visionado. Pero no pregunten cómo hacerlo, pues no se prevé proyección en salas comerciales. Una vez más: connotaciones del término industria.

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Boogie
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