Una interesante historia sobre la vida de dos militantes de la resistencia danesa frente a la inminente ocupación nazi. Una lección reveladora de la represión existente en Dinamarca por culpa del avance implacable de las tropas nazi y de su influencia ideológica por allí donde iba.
Una cinta contundente y desgarradora. Con un metraje fluido que atrapa al espectador desde el primer momento, Flame and Citron ha sido galardonada a un Placido de Plata a la mejor película en el Festival de Cine Negro de Manresa.
Es destacable la realización de algunos planos, en que el manejo del zoom adopta una importancia capital a la hora de señalar los momentos de máxima tensión. Técnica poco convencional, pero curiosa cuanto menos.

Con un ritmo electrizante y fluido, Gansel plantea alegóricamente la posibilidad de una dictadura en la sociedad actual, pretendiendo transmitir toda una serie de connotaciones que discurren entre lo lúdico, lo pedagógico y lo inevitablemente maquiavélico. Su propuesta, llena de atrevimiento y descaro, se sirve de una fácil metáfora política en el seno de una clase de instituto, que poco a poco va digiriendo con más fanatismo el rol de un "pseudofascismo", aparentemente "naif".
El discurso que va adoptando la cinta parece encaminarse necesariamente a una voluntad moralizadora y pedagógica hacia el espectador. La hipótesis del establecimiento de una autocracia entre adolescentes es tratada con ingenio y credibilidad debido a la dureza y la rigurosidad con que la misma está enfocada. Una más que recomendable lección magistral alemana sobre un profesor que trasciende lo ortodoxo, para terminar viendo como su experimento "progre" degenera y se acaba abalanzando sobre su suerte personal. Se le va el experimento absolutamente de las manos...

Después de un feroz presagio expresionista en Metropolis, como retrato futurista y poco alentador de la sociedad industrial venidera, de M, Vampiro Dusseldorf y las del Dr. Mabuse; el director vienés Fritz Lang se mueve de su Alemania "natal" para ir a probar fortuna en el extranjero. Una mala adaptación teatral en Francia, lo impulsa a intentarlo de nuevo en el mercado americano. El resultado: una brillante, provocadora y sensual reflexión sobre la inmoralidad de la sociedad y de la vulnerabilidad del individuo ante la masa enloquecida por un afán de venganza tan primitivo como la ley del Talión. Un siglo atrás, la presunción de inocencia quedaba fácilmente ultrajada en aquellos habituales linchamientos populares acaecidos tal cual los relata el film. Lang se desentiende de cualquier rigidez política e industrial para acabar completando una valiente y reveladora historia que pone en entredicho la autoridad policial y la competencia del segundo y tercer poder de un país recién resquebrajado por la crisis económica del 29. La soberbia interpretación de Spencer Stracy no desmerece una mención, por lo que juega un papel fundamental en este formidable guión de Norman Krasna, dirigido con maestría por Fritz Lang. Muy recomendable.

Espléndida adaptación de la novela de Palahniuk. Un reparto artístico excepcional que no deja insatisfecho al lector más indeciso. Una brillante comedia ácida donde se conjugan elementos tan variopintos como la adicción al sexo, la sociedad "ahogada" por la hipocresía y la soledad. Después de El Club de la Lucha, Palahniuk -y en este caso, Gregg- denuncia con un tono magistralmente sardónico la degeneración de la sociedad, dentro de los ojos de un "vulgar" adicto al sexo que explora un submundo no tan desconocido por el espectador. Los diálogos mordaces entre sus protagonistas completan una comedia satírica de buen o mal gusto, que no pretende hacer nada más que revelar algo que está muy presente dentro nuestro: el miedo y la inseguridad ante la sociedad. Nuestra "asfixia" social... y moral.

Aronofsky vuelve a sorprender con la desgarradora historia de un luchador que debe afrontar el combate más importante de su carrera: su vida.

Parece que la moraleja que trata de enseñarnos la historia del personaje (casi alter ego) de Mickey Rourke es que el éxito y la fama en un mundo tan absorbente y sacrificado, como es el del 'wrestling', acaba siendo, de forma inexorable, incompatible con una vida "normal".

Tras consagrarse con la magistral "Requiem for a dream", Aronofsky completa un soberbio retrato de la más absoluta decadencia de un hombre que lo deja todo atrás para centrarse en su única pasión: la lucha. Un mundo sórdido y sobrecogedor que habita Randy y que acaba siendo su único hábitat natural. Y es que los años no pasan en balde para nadie y, en un momento dado, nadie es indestructible ni tampoco inmune al dolor de la soledad y eso es lo que Randy trata de afrontar desesperadamente. El pasado siempre vuelve y la redención no siempre es posible, por lo que esta vez el luchador tendrá que decidir si seguir luchando o tirar la toalla.

La interpretación de Rourke es sublime. Su cuerpo maltratado e hinchado al límite refleja la vida de un hombre que sacrifica su pasado por un mundo en que no existe retorno posible a la vida normal. Su personaje está hecho a su semejanza y es encarnado con una pasión sólo al alcance del controvertido Mickey Rourke. Un hombre hercúleo, a la par que entrañable, con una vida interior demacrada más allá de sus cicatrices y magulladuras.

La realización de Aronofsky y la fotografía son soberbias. El poco convencional uso del plano secuencia con Steady Cam, también. Pues no hay modo mejor de contar las reales y crudas andanzas de Randy por su vida rutinaria con tanta cercanía y sensibilidad.

Bravo, Mickey. Bravo, Darren.