Una película espectacular y perfecta. Un maravilloso viaje al interior de un cuadro. Un paseo por el antes, el durante y el después del proceso de creación de esta obra de arte. Cada escena de la película es como un pequeño lienzo. Cuidado hasta el más pequeño detalle para hacer ver al espectador que esta contemplando un cuadro enmarcado con cierto movimiento. Todos estos pequeños lienzos confluyen en el "camino del calvario" del pintor Pieter Brueghel.

Este hombre ya me dejó perplejo con la impresionante "Angelus" y con ésta, he descubierto el significado de mimar al máximo cada escena (cual bodegón), que ya empecé a disfrutar con la primeramente citada.

¡¡Espectáculo!! Una vez más una película de animación nos devuelve la fe. En mi opinión se vende como película infantil, y lo es, pero no solo es eso. Es el regreso a una época en la que las monedas de 25 pesetas se enfilaban en el marco del vidrio de la maquina para echar una partida al juego de turno. Los gráficos pixelados. Aquellas tardes esquivando peligros con Pacman o intentando hacer un hadoken con Ryu en el Street Fighter; "tienes que hacer una U con el mando y botón de puñetazo",... ¡qué tiempos! Y todo este último valor de Rompe Ralph es algo que los niños de hoy en día no pueden valorar igual que los de mi generación. Puede resultarles gracioso, pero no han sido parte de ello.

Rompe Ralph también es una grandiosa, preciosa e incluso épica historia sobre la colaboración, la amistad y, si me pongo trascendental, el sentido de la vida (el lugar que ocupamos en ella). Como decía al principio, ¡¡todo un espectáculo!!

No hace mucho leía, en alguna revista, sobre el comportamiento del cerebro frente a los recuerdos. No se si entendí correctamente el funcionamiento, pero tampoco me importa demasiado. Lo que creí entender me resulto sumamente atractivo. Y con eso me vale. Por ello, tal vez no tenga relación con esta película... o tal vez, para mi, sí que la tenga. El caso es: nuestro cerebro funciona por fotogramas inconexos (metáfora propia fruto de la interpretación personal). Retiene ciertas escenas a las que les faltan detalles en principio superfluos (pero que pueden alterar totalmente el mensaje) que nuestro cerebro rellena con información ("inventada") con la intención de dar contexto al hecho plano. El problema está en que cuando desempolvamos nuestro cerebro para traer al presente recuerdos, existe un conflicto entre el hecho real y el, llamémosle, "adorno".

Pero esas historias suenan bien; tal vez no fielmente ajustadas a la realidad y adornadas con detalles (más o menos surrealistas; dependiendo de la persona), pero suenan genial. Esta es la idea de esta película; bueno, esta y alguna más.

Entramos en el proceso de creación de contextos. En el proceso de creación de detalles. Estamos en el cerebro. Nos van presentando un historia fasciculada, donde dudamos sobre qué detalles son reales o cuáles son insertados por el narrador/escritor (o incluso inducidos por el deseo del lector). Queremos buscar contextos. Queremos evitar las historias planas para satisfacer nuestros deseos. Incluso muchas veces, los de los demás. A todo esto ayuda el morbo de querer saber lo que ocurre de puertas adentro. En el hábitat más intimo de cada ser. En la casa.

Un película preciosa y visualmente exquisita. Ha sido todo un placer verla. Dejarse llevar entre sueños y realidad por toda una odisea en busca de un camino. Una forma de perdurar. La estética visual cabalga a galope entre el delirio y la realidad. Entre sueños. Incluso entre mundos y tiempos. Este director era un referente para mí. Su forma de contar las cosas. Su fotografía. Su música (Clint Mansell; extraordinario ya desde la soberbia Réquiem por un sueño). Pues bien, hoy lo es aún más.

Empezaré por la parte mala, o no tanto según se vea. Me explico: la película no deja títere con cabeza dentro del panorama educacional. Quiere tocar las cuerdas de tantos y tantos palos que al final no tiene tiempo de profundizar en ninguno en concreto. Tal vez el más tratado, y entorno al que gira todo, sea el del vacío; el cuerpo del educador como recipiente hueco frente a la falta de educandos. La necesidad de involucrarse y dejar de mirar desde fuera. La “cobardía” de dejarse llevar por la “eventualidad” para no llegar a profundizar en nada; “...cada uno tenemos nuestro propios problemas...”.
Decía que lo malo que le veía a la película era su corta duración y consiguiente superficialidad en el tratamiento de los diferentes temas. También decía que había otra forma de ver esto; dejar al público una pequeña guía para seguir reflexionando sobre las puertas que nos van abriendo. Entre otros, el papel (o no) de las familias y su grado de involucramiento en la educación de sus hijos, el papel del educador y la definición del término educar,…
Después de todo esto, es necesario terminar diciendo que es una película altamente recomendable. No deja indiferente. Golpea al espectador y lo deja noqueado y abierto a la reflexión profunda. El ecosistema educacional falla. Algo no va bien…