Por lo visto debo carecer de comprensión suficiente para entretenerme con esta película, pero aún a riesgo de parecer totalmente insensible diré que pocas veces me he aburrido tanto en un sala, y he deseado tanto ver los títulos de crédito.

No hay prácticamente un sólo momento que me hiciera despertar, aunque el personaje de la mujer del protagonista al menos lo intentó, pero curiosamente entre tanto tedio su voz sonaba incluso desagradable, te despabilaba un poco y te hacía tener que darte cuenta de que quedaba lo menos una hora de espera para salir.

En fin, pobre hombre el protagonista, y se siente mucho toda la demencia que lleva encima, pero hombre por Dios cuéntenlo de otra manera que al final los que acabamos dementes somos los sufridos espectadores.

Es inconcebible que esta mediocridad sea exaltada casi como una de las comedias más impactantes de los últimos tiempos. Y de todos los tiempos, incluso.

Me dispuse a verla aupándome, una vez más, en la crítica general, y otra vez más acabé maldiciendo mi ingenuidad, aunque tampoco quedó manca mi retahíla de improperios hacia las mentes verdaderamente pusilánimes que conciben este film (ni a película de sobremesa llega) como algo casi paranormal. Fantástico, sí, irreal y hasta estratosférico es reirse a carcajadas con este intento de comedia, o pretender que esta repetición eterna e infame de 24 horas nos acerque a alguna lección vital. Como mucho pasar hora y pico sesteando y con algo de intriga por ver cómo van a resolver tamaña circunstancia (otra de ingenuidad) para culminar pensando cuán es la indigencia intelectual de algunos cineastas.