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España España · Miranda de Ebro
Críticas de la28
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Críticas 25
Críticas ordenadas por utilidad
Ser y tener
Documental
Francia2002
7.5
4,649
Documental
9
21 de julio de 2007
9 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Ser y haber” sería, más bien, la correcta traducción del título de Être et avoir. Cuando aprendemos un idioma, son estos dos verbos los que primero nos enseñan a conjugar. Son las piernas de la comunicación verbal con las que recorremos el vasto territorio del lenguaje; los legendarios verbos auxiliares, embriones del aprendizaje. De ésto último trata la película de hoy, del silente crecimiento personal de unos niños bajo la tranquila autoridad de un maestro rural.
Nicolás Philibert, autor de este trabajo, pasó muchos meses recorriendo escuelas rurales francesas (visitó más de cien), para mostrar este tipo de institución docente, conocido como “escuela única”, en el que un maestro se hace cargo, al mismo tiempo, de niños de diferentes edades. Fue en un pequeño pueblo de la región del Auverne, donde encontró esta escuela donde los niños susurran en vez de gritar. Para el espectador urbano, tal vez sea esto lo que, a primera vista, llame la atención: la ausencia de bullicio infantil. Pero los niños no están tristes, es la personalidad severa pero afectuosa de George López, el maestro, la que imprime ese ambiente de sigilo.
Asistimos al acontecer del curso académico, siendo testigos del casi imperceptible cambio que va produciendo en los alumnos el transcurso de los meses en compañía del profesor. Compartimos los dramas familiares y personales desde sus mentalidades infantiles o adolescentes. Y nos preguntaremos: ¿Cómo es posible, la naturalidad de los comportamientos de estas criaturas?.
Philibert consiguió que los niños se olvidaran de que él y su cámara estaban presentes durante todo el tiempo que duró el rodaje, lo que hace parecer, a veces, que estemos ante una película de ficción. Personajes tan divertidos como el pequeño Jojó aportan momentos de entrañable comicidad. Al mismo tiempo, Être et avoir es una invitación a reflexionar sobre el abismo que existe entre el mundo rural y el urbano, abriendo un debate en torno a las carencias y ventajas de uno y otro.
También es excepcional la figura del maestro. Su pedagogía equilibrada de justa autoridad, ausencia de sobreprotección y respeto hacia los alumnos convierte a George López en protagonista activo de un admirable microcosmos.
Toda la atmósfera que envuelve a la película no se debe sólo a las situaciones, a las actitudes de los personajes. Hay también una voluntad poética en las imágenes, que ahonda todavía más en el discurso sensible del relato, que transmite honestidad. Y de eso se trata, también. El Documental debe aspirar a ser honesto; es decir, a abordar con respeto la realidad que se está interpretando, aunque sea para criticar o denunciar. Honestidad es lo contrario a manipulación.
la28
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9
21 de julio de 2007
8 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es frecuente oir a críticos consagrados o a empedernidos cinéfilos que ya nada les sorprende en el cine, que todas las grandes historias han sido contadas y que todos los estilos narrativos y estéticos han sido inventados. Yo no me atrevo a ser tan categórica, pero sí observo que, aunque disfruto con el cine actual, rara vez me quedo pegada a la butaca presa del asombro y la fascinación. Me ocurrió con Old boy. Detrás de la frase publicitaria de su lanzamiento -“15 años secuestrado, sólo 5 días para vengarse”-, pensada tal vez para atraer a un público ávido de violencia de palomitas, asistimos a una obra impactante, realmente novedosa, impregnada de variados registros: thriller, gore, humor, poesía... Mientras se ve la película, hay que estar actualizando ininterrumpidamente códigos de interpretación para asimilar su desarrollo, algo que, no obstante, sucede sin esfuerzo por la fluidez que aportan la continua sorpresa y emoción que brotan de sus imágenes.
Concebida por su director, Park Chan-wook, como una trilogía sobre la venganza, Old boy es la segunda entrega; la primera se titulaba Sympathy for Mr. Vengeance, estrenada en 2002.
Para nuestra mentalidad de raíces cristianas que nos anima, en caso de ser ofendidos, a “ofrecer la otra mejilla”, este asunto del desquite puro y duro es casi un tabú del que nos liberamos, sin ir a mayores, a través de las obras de ficción de la literatura o del cine. Tal vez por eso se acepta, sin aspavientos morales, la violencia de las películas de Quentin Tarantino, porque “no es de verdad, es de cómic”, y no altera, después de todo, el inconsciente cristiano. Sin embargo, Chan-wook, calificado como el Tarantino coreano, presenta una notable diferencia: el americano se está reduciendo a una caricatura de sí mismo, aunque compartan cierto humor negro y una estética de cómic. La violencia en Old boy es filosófica, por tanto más subversiva. Las sucesivas represalias que presenciamos nos llevan a cuestionar su poder catártico o esclavizante. El director combina la sordidez extrema con un lirismo estremecedor; juega con el espectador haciéndole desear y aborrecer la violencia, volteándole, vapuleándole de una secuencia a otra mientras una historia imposible avanza y da igual dónde le lleve.
Algunos han querido ver, desde una perspectiva occidentalcentrista, un relato que bebe de la tragedia griega. Lo cierto es que Chan-wook conoce y revisita, en cierta manera, “El conde de Montecristo” de Dumas, cuyo protagonista representa el arquetipo occidental de vengador. En cualquier caso, sea una historia de la Grecia clásica o del Romanticismo, viéndola por primera vez Old boy resulta definitivamente original e innovadora. El tiempo dirá si es una obra maestra o sólo una estrella fugaz que deslumbra por poco tiempo.
la28
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8
19 de abril de 2009
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
“En estos momentos de ambigüedades, de medias verdades, yo sólo intento decir la verdad”.
Esta frase -pronunciada por Xavier (José Coronado), el profesor de universidad coprotagonista de Todos estamos invitados- resume la voluntad de Gutiérrez Aragón, quien concibió la realización de esta película como “un deber ciudadano” Aunque en otras ocasiones haya abordado temáticas políticas, su filmografía no es la de un Ken Loach. Su estilo, sus historias, suelen estar tocadas por matices costumbristas, e incluso de realismo mágico. Ese “deber ciudadano” ha puesto una semilla en el desierto de la ficción cinematográfica española relacionada con la cuestión del terrorismo etarra. Hasta ahora, ETA había aparecido en el cine de manera colateral o bien en guiones donde el autor mantenía cierta equidistancia o comprensión hacia los asesinos.
Pero, ¿y el punto de vista del espectador, su nivel de información previa? Me pregunto cómo asimilaría este filme un sueco, por ejemplo. Tal vez no entendería muy bien el motivo que origina el acoso criminal al profesor universitario, y probablemente lo achacaría a un fallo del guión por lo poco verosímil. Sin embargo, los espectadores españoles sabemos que el fallo es de la realidad. No obstante, el cinéfilo nacional asistirá, si quisiera abstraerse, a un entretenido thriller. Gutiérrez Aragón, desarrollando una gramática clásica del género, hace así más accesible su denuncia. En los primeros diez minutos, con una sintaxis perfecta, describe el paisaje geográfico y humano donde se van intuyendo los acontecimientos. La música de Ángel Ilarramendi nos introduce en un clima de suspense y desasosiego. Una vez planteado el nudo, las situaciones y los diálogos, sin ser nada forzados, están llenos de carga metafórica. El papel de la gastronomía no es trivial; motivan un escenario muy rico, literal y visualmente. En el comedor de una sociedad gastronómica, mientras desfilan ante nuestros ojos suculentos platos, es donde surgen las frases más contundentes y estremecedoras:
“- ¿Qué? ¿Estaban buenas las cocochas?
-Sí. Las mejores que he comido nunca.
-Me alegro. porque son las últimas que vas a comer en tu vida.”
Contrastando con la potente realidad hay unas escenas oníricas que son las más endebles, por innecesarias. Todo lo demás está ajustado. La interpretación de Oscar Jaenada encarnando a Josu Jon, el terrorista desmemoriado, es sobresaliente: de pocas palabras y sobria, consigue hacernos dudar de si realmente no se acuerda o es que quiere olvidar. La idea del etarra amnésico procede de un hecho verídico que Gutiérrez Aragón conoció a través de Juan María Bandrés. También auténtico, pero mucho más frecuente, es el caso de Xavier, el profesor amenazado. No es un héroe, pero ha dado un paso que no tiene marcha atrás: ha dicho lo que piensa, y, como le aconseja la Ertzaintza, “la mejor autoprotección es estar calladito”.
Gutiérrez Aragón no se calla. Nos habla alto y claro, aunque casi todos estemos sordos.
la28
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8
9 de junio de 2009
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un día de 1960 un joven afroamericano, versado en todo tipo de drogas y bien cualificado para la delincuencia, cometió un atraco a mano armada. Nunca hubiera podido imaginar que aquel delito, además de llevarlo a la cárcel, supondría el primer paso hacia su conversión en uno de los líderes sociales más importantes de la comunidad negra de la historia reciente de EE.UU. Durante su estancia en la prisión de Virginia, este joven, llamado Petey Greene, pudo desarrollar su talento para seducir a la gente. Primero lo hizo con sus compañeros de prisión. Cada día, durante veinte minutos, se le permitía dar rienda suelta a su lenguaraz verbo y ejercitarse como pinchadiscos a través de la megafonía de la cárcel. La condena de 10 años le fue conmutada por libertad condicional, y en Washington, su ciudad natal, tuvo lugar la metamorfosis.
El recorrido de dicha trasformación es lo que se relata en Talk to me. Película desbordante, arrolladora, cargada de intensa vitalidad.
En plena efervescencia de la década de los sesenta, con los ánimos dispuestos a cambiar el mundo, la población negra de EE.UU. quería también hacerse oír. Entonces la radio seguía teniendo un enorme poder de difusión, y Petey, sin pretenderlo, convirtió su voz en un poderoso instrumento de movilización de masas.
En la cinematografía estadounidense, se puede considerar casi como un subgénero, dentro del biopic, las historias del nacimiento de un líder. Un título más reciente, Me llamo Harvey Milk, retrata el proceso de otro joven hasta llegar a ser uno de los primeros abanderados del movimiento gay. Sin embargo, este filme, aunque correcto y con una excelente interpretación de Sean Penn, es convencional y plano. Mucho más interesante es el tratamiento dado al protagonista biografiado aquí, porque junto a la ebullición social de aquella época, incluido el trauma causado por el asesinato a Martin Luther King, se describen también los cambios interiores de Petey, con sus claroscuros, que le ocasionan los acontecimientos externos. La directora, Kasi Lemmons, consigue imprimir un ritmo ajustado; incluso al variar de tono no lo deja caer y nos lleva, sin dejarnos pestañear, desde la ácida comicidad hasta un dramático y palpitante tiempo histórico. Trabaja con material de primera. Unos actores sobresalientes: Don Cheadle encarnando al excesivo Petey; Chiwetel Ejiofor como Dewey Hughes, descubridor del carisma del ex convicto; el siempre interesante Martin Sheen y un restante acertado reparto. El guión, salpicado de diálogos cáusticos e hilarantes. La banda sonora, imprescindible.
Sorprende que siendo un filme accesible a un público mayoritario, con interpretaciones “oscarizables” y estrenado en el Festival de San Sebastián, su distribución posterior en España haya sido tan nefasta. Solamente 1633 espectadores han pasado por taquilla.
la28
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7
21 de julio de 2007
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Noche en el museo, con el gesticulante Ben Stiller, 473 copias. Pequeña Miss Sunshine, 34 copias. ¡16 semanas en cartel! Ni la propia distribuidora, Hispanofoxfilm, filial en España de la major Twenty Centhury Fox, parecía apostar demasiado por esta pequeña gran película. Contra todo pronóstico, el boca a boca todavía puede funcionar.
Pequeña Miss Sunshine es una comedia dramática aparentemente sin pretensiones; tal vez sea por su manifiesta humildad por lo que haya llegado al corazón de decenas de miles de espectadores en nuestro país. No inventa ningún género. Es una road movie donde, como es habitual, el viaje -metáfora del vivir- es más importante que el destino. Pero esta vez se han embarcado muchos pasajeros, pertenecientes todos a una familia rara, rara, rara. Cada miembro vive recluido en sus fracasos, que disfraza, con gran voluntarismo, de ambiciones. Son seres aislados en burbujas que únicamente se abren para engullir alimentos envasados, como vemos en las secuencias iniciales donde el espectador asiste a un desolador retrato de familia. Sólo la pequeña Olive parece ajena a este ambiente opresivo, y su meta, en la que no ha tenido tiempo de fracasar, es la que pone en marcha a esta patética Familia Monster revisitada.
No es frecuente, pero a veces ocurre, y aquí, como en American Beauty de Sam Mendes, pueden manifestarse dos niveles de lectura que dan satisfacción a dos tipos de espectadores. Un nivel rasante gratificará a quien sólo busca entretenimiento, reirse de vez en cuando mientras da cuenta de su paquete de palomitas. Un poco más abajo, hay un sótano existencialista ocupado por diálogos de peso, consejos transgresores, aprendizajes en el camino, bañados, en su conjunto, con suficiente líquido irónico-amniótico para no hacer decaer el ánimo y permitir aproximarnos con comprensión a todos los personajes.
En el aspecto visual, es curiosa la composición de ciertos planos fijos donde aparece la familia al completo, de tal manera que casi se adivinan las viñetas del Story board, subrayando así el pasmo de los protagonistas después de cada peripecia que el tormentoso itinerario les va deparando.
Todo el reparto realiza un trabajo magnífico y equilibrado. En las situaciones más disparatadas, los intérpretes mantienen la dignidad sin caer en la caricatura. Aunque algunos rostros sean bastante conocidos -Greg Kinnear (Mejor, imposible) o Toni Collette (La boda de Muriel)- no están todavía encasillados en nuestras retinas como para impedir su credibilidad; y, por supuesto, hay que destacar a Abigail Breslin, en el papel de Olive, que destila una inteligencia precoz, como si comprendiera toda la profundidad contenida en el guión.
Ésta no es una película sobre la familia, sino una historia de empujar furgonetas. Las furgonetas sólo avanzan con la ayuda de otros. Cada uno empuja, con las fuerzas de que dispone. Ni más, ni menos. La meta del viaje está dentro de nosotros.
la28
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