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Críticas de Adrián Esbilla
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Críticas 92
Críticas ordenadas por utilidad
3
27 de mayo de 2009
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un “Spaghetti-war” (o “nazi-western”) del montón, entre los muchos que la cinematografía italiana (sola o en coproducción) acometió sin mayor objetivo que capacear el éxito de “Doce del patíbulo” y la popularización de las historias de comandos y hazañas bélicas imposibles. Lo de siempre pero con bien poco garbo (carece tanto del empaque de “La brigada de los condenados” como de la desfachatez total de “Aquel maldito tren blindado”), dirigida con un estilo adocenado y birrioso por Gianfranco Parolini, uno de eso obreros de la cámara que ayudó a cimentar el esplendor del cine europeo de género (y del otro también) saltando del “peplum” a la “comedia sexy” y pasando entre medias por donde hiciese falta, con tanta profesionalidad como nulo talento (aunque Parolini tiene un par de “SW” pintorescos con Lee Van Cleef). Poco o nada de interés más allá del buen personaje de la bella Margaret Lee, la siempre bienvenida presencia de Klaus Kinski como sempiterno nazi sádico o un par de momentos y encuadres algo llamativos que sacan al espectador del dulce sopor.
Adrián Esbilla
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6
22 de agosto de 2009
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Verbenera, bruta y negrísima comedia macedonia que supone una caricatura hiperbólica atrabiliaria y finalmente tierna de los Balcanes en pleno caos. Parodia sin miramientos y en tono tan grueso como efectivo (aunque no carente de verdad a lo bruto, esa comida bosnio-croata es apoteósica, la estupidez y la crueldad descerebrada cocinada a la brasa y trinchada con las manos) del carácter balcánico con todos y cada uno de sus tópicos más chuscos y obvios (y los de los italianos también, de rebote) envueltos en una narración abiertamente fabulesca y fantasiosa (no en vano es una historieta contada, un chiste lleno de exageraciones e imposibles que encima comienza tal y como Wilder quería abrir “El crepúsculo de los dioses”; en una morgue con los cadáveres de charleta) que implica a un macedonio de alma sensible y nombre floral, un estoico Will E. Coyote de bigotazo resignado y pacifismo fatalista, y a su hortera y pillastre hermano de sangre italiano, un cinéfilo hincha de la Roma que acudirá a su rescate y al de su robada suegra (envuelta en la famosa alfombra) en un periplo de dibujos animados por los atomizados estados de la ex-Yugoslavia. El film usa bastante bien este tono desmadrado e irrealista para dar un repaso sin miramientos al conflicto bélico y sobre todo al detritus mafioso en el que el país devino, un territorio sin ley que realmente no parecía importar a nadie, el imperio de la demencia en el corazón de la Europa moderna. Mitrevski se afana en un trabajo vitaminado y visualmente pasado de rosca, hermanando la agitación “cartoonesca” (una especie de “Javier Fesser goes Macedonia”), la caricatura del tipicismo turístico “a là Kusturica” e incluso el choteo a base de las “action movies” hollywoodienses en un tercio final muy poco convincente. No acaba de ser un film logrado (demasiado precipitado y con una gradación equivocada, a veces, de los recursos cómicos, además de un guión no del todo afinado) pero divierte y muestra no poca lucidez tras su aspecto frívolo y apayasado, demostrando (otra vez) como el humor sirve para mostrar hasta la realidad más puta.
Adrián Esbilla
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6
13 de noviembre de 2008
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Buen "biopic" sobre la fabulosa cantante y compositora country Loretta Lynn que logra en buena medida esquivar tanto la tentación de la hagiografía como los excesos melodramáticos propios del subgénero. El discreto Michael Apted opta por un estilo naturalista y distanciado que mantiene a raya tanto el tremendismo como la canonización aunque también obliga a la película a quedarse en un tono definitivamente menor animado por la hermosa fotografía (la belleza otoñal de los paisajes de Kentucky ayudan lo suyo) el agradecido verismo e incluso la dureza (compensada por una mirada cálida sobre los personajes) con la que retrata la primera parte de la película y la vida en las minas de carbón. Muy bien interpretada tanto por el gran equipo de característicos en el que destacan un joven y ¿¡rubio!? Tommy Lee Jones (quizás poco apropiado y un punto histriónico) y sobre todo la estupenda Beverly D'Angelo (como la gran diva country Patsy Cline) y el gran Levon Helm, cantante y batería de los históricos "The Band" como padre de la protagonista. Capítulo aparte merece la soberbia "performance" de Sissy Spacek que canta fantásticamente mimetizando a la perfección el duro acento y las inflexiones de la voz rasposa y siempre a punto de romperse de "la hija del minero" tato en las canciones como en el diálogo. Buenos apuntes sobre la forma en que funcionaba y funciona la industria musical (a los interesados en el tema recomendar la ácida "Forjador de ídolos" del mismo año dirigida por el habitualmente infumable Taylor Hackford aquí sorprendentemente inspirado) modestia general y bando sonora apoteósica. El cómo "Coal miner's daughter" se convirtió en "Quiero ser libre" sigue siendo un misterio.
Adrián Esbilla
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6
1 de mayo de 2010
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Toda una curiosidad televisiva que, pese a su evidente modestia de medios y a un ritmo un tanto cojo, resulta agradable para conocer un poco, tanto la escasa producción fantaterrorífica yugoslava como, y sobre todo, un rico folklore tratado aquí desde una óptica costumbrista que acoge por igual el humor tumultuoso (las divertidas fuerzas vivas del pueblo tratando de embaucar a un nuevo molinero mientras buscan la tumba del vampiro local) y horror de raíz mitológica (fascinante al resultar por igual ajeno y familiar). Una fábula campesina entre la desmitificación y la advertencia que termina por beneficiarse de su prosaica realización (incluso deja un hermoso plano de cierre con una mariposa posada en la sien del protagonista) y que deja claro que los universos mágicos están, en realidad, llenos de reglas.
Adrián Esbilla
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7
10 de agosto de 2009
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cierre de una saga monumental, que más allá de la calidad de cada entrega, supone una rotunda obra maestra, un film-río avasallador, que pasa factura a 30 años de historia de un país a través de su sub-mundo criminal, anotando minuciosamente los cambios socio-económicos operados, simbolizados por esa “yakuza” que pasa del estraperlo y las escaramuzas en el mercado negro de la post-guerra bajo la ocupación, a travestirse en asociaciones políticas, empresariales y comunitarias, mientras machaca inmisericordemente cualquier rasgo romántico del “yakuza eiga” anterior a base de burlarse descarnadamente de unos rituales y valores sin significado alguno (el título “Batallas sin honor ni humanidad” hace referencia al “giri-ninjo” o a la versión de los forajidos el “jingi”, código de conducta basado en la humanidad y la justicia), de ridiculizar la reputación del bandido honrado protector de los desfavorecidos, exponiendo en crudo la estupidez salvaje (brutal el retrato de los hombres de Hirono con el en la cárcel), la cotidianeidad cruenta y la indiferencia total hacia la sangre de otros lista para derramarse. Esta quinta entrega funciona casi a modo de epílogo (aunque Fukasaku y el periodista y escritor Koichi Iiboshi, cuyas crónicas son la fuente, prolongaron la saga durante cuatro entregas más, el tríptico “New Battles Without Honor and Humanity” y la tardía “Aftermath of Battles Without Honor and Humanity”), con un carácter crepuscular y profundamente amargo, en el que la ira y la demencia de las anteriores entregas aparece extenuada, de tal modo los personajes principales mostraran su hartazgo y acabarán por admitir que ni siquiera el advenimiento de la modernidad cambiará algo, simplemente las treguas no duran entre el orgullo y la ambición. Se hecha en falta una mayor presencia de Sugawara como el carismático Shozo Hirono, que reaparece, reflexivo pero indoblegable, en los anticlimáticos y sensacionales veinte minutos finales, pero se compensa con la incorporación en un rol secundario de Jo Shishido, legendario actor fetiche de Seijun Suzuki, completamente fuera de si, luciéndose en una de sus “performance” incontrolables como incendiario y borrachuzo jefe que marca las diferencias vistiéndose al modo tradicional, reclamando la autenticidad en exclusiva, el “yakuza” quintaesencial, y dejando de paso, una de las imágenes más memorable de la saga al salir a la calle para llamar a un taxi, con las manos apoyadas en dos pistolas que le sobresalen del fajín, ante un pelotón de policías que le miran estupefactos. Se nota el cansancio y quizás falta algo de chispa, aunque narrativamente funciona como un reloj y contiene un par de momentos de violencia espasmódica marca de la casa, pero supone un cierre adecuadamente pesimista que acierta al no dar lo que se espera, es decir una ración de balazos vengadores, sino simplemente lo que hay.
Adrián Esbilla
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