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Voto de Chagolate con churros:
7
7.5
2,732
Romance. Drama
En una ciudad provinciana, Mario, un mediocre oficinista que vive en una modesta pensión, conoce una noche a la joven Natalia, en cuyo rostro se refleja un profunda tristeza. Le da conversación para animarla y ella le explica cómo cambió su anodina vida cuando conoció a un apuesto forastero del que se enamoró y cómo cada noche su regreso. Durante cuatro noches mágicas, Mario, enamorado de Natalia, alberga la esperanza de sustituir en su ... [+]
18 de marzo de 2011
27 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primera adaptación de "Las noches blancas" de Fedor Dostoievski a la gran pantalla. Las noches cortas de San Petersburgo, cercanas al solsticio de verano a las que hace referencia el título, son cambiadas por noches nevadas de invierno en las calles del maravilloso decorado construido en el Cinecittà romano.
Cuesta sudores ser severo con una película donde lo único que falla es la credibilidad que desprende el trabajo de Mastroianni. No hay concordancia entre los diálogos (muy próximos a lo escrito por Dostoievski) y la presencia somática de Mastroianni. Para ejemplo, tenemos la escena en la que Mario (Marcello Mastroianni) y Natalia (Maria Schell) están en un bar, y a su alrededor todos bailan. Es cuando menos curioso ver como Mario se desenvuelve como pez en el agua, aunque sea el único en el local que lleve traje y su edad pueda duplicar a la de cualquiera de los que a su lado se haya.
Nada más conocerse, él le dice a ella:
“Perdóneme, soy terriblemente tímido. Con las mujeres, quiero decir. No suelo mezclarme a menudo con ellas. No sé incluso ni cómo hablarles”.
Es un diálogo calcado del relato, del mismo lugar donde podemos leer:
<<-Escuche. ¿Quiere saber qué clase de persona soy?
-Pues sí.
-Pues bien, soy... un tipo.
-Un tipo. ¿Un tipo? ¿Qué clase de tipo? -gritó la muchacha, riendo a borbotones, como si no lo hubiera hecho en todo un año-. Es usted divertidísimo. Mire, aquí hay un banco. Sentémonos. Por aquí no pasa nadie. Nadie nos oye y... empiece su historia. Porque, no pretenda lo contrario, usted tiene una historia y trata sólo de escurrir el bulto. En primer lugar, ¿qué es un tipo?
-¿Un tipo? Un tipo es un original, un hombre ridículo -contesté con una carcajada que empalmaba con su risa infantil-. Es un bicho raro. Oiga, ¿sabe usted lo que es un soñador?>>
Un soñador... ya sabemos... algo desaliñado, de pocos gestos y parco en palabras, de sonrisa bobalicona y estúpida inocencia.
Pues bien, Mastroianni es todo lo contrario. Y ya quisieran muchos.
Quizás porque no existe concomitancia entre lo que vemos y lo que nos quieren contar, Noches blancas, no alcanza la perfección que sí tiene el resto de labores técnicas. Ese gigantesco decorado de ciudad crepuscular, maravillosamente iluminada y pulcramente recogida por el director italiano.
(Abróchense los cinturones porque esto continúa).
Cuesta sudores ser severo con una película donde lo único que falla es la credibilidad que desprende el trabajo de Mastroianni. No hay concordancia entre los diálogos (muy próximos a lo escrito por Dostoievski) y la presencia somática de Mastroianni. Para ejemplo, tenemos la escena en la que Mario (Marcello Mastroianni) y Natalia (Maria Schell) están en un bar, y a su alrededor todos bailan. Es cuando menos curioso ver como Mario se desenvuelve como pez en el agua, aunque sea el único en el local que lleve traje y su edad pueda duplicar a la de cualquiera de los que a su lado se haya.
Nada más conocerse, él le dice a ella:
“Perdóneme, soy terriblemente tímido. Con las mujeres, quiero decir. No suelo mezclarme a menudo con ellas. No sé incluso ni cómo hablarles”.
Es un diálogo calcado del relato, del mismo lugar donde podemos leer:
<<-Escuche. ¿Quiere saber qué clase de persona soy?
-Pues sí.
-Pues bien, soy... un tipo.
-Un tipo. ¿Un tipo? ¿Qué clase de tipo? -gritó la muchacha, riendo a borbotones, como si no lo hubiera hecho en todo un año-. Es usted divertidísimo. Mire, aquí hay un banco. Sentémonos. Por aquí no pasa nadie. Nadie nos oye y... empiece su historia. Porque, no pretenda lo contrario, usted tiene una historia y trata sólo de escurrir el bulto. En primer lugar, ¿qué es un tipo?
-¿Un tipo? Un tipo es un original, un hombre ridículo -contesté con una carcajada que empalmaba con su risa infantil-. Es un bicho raro. Oiga, ¿sabe usted lo que es un soñador?>>
Un soñador... ya sabemos... algo desaliñado, de pocos gestos y parco en palabras, de sonrisa bobalicona y estúpida inocencia.
Pues bien, Mastroianni es todo lo contrario. Y ya quisieran muchos.
Quizás porque no existe concomitancia entre lo que vemos y lo que nos quieren contar, Noches blancas, no alcanza la perfección que sí tiene el resto de labores técnicas. Ese gigantesco decorado de ciudad crepuscular, maravillosamente iluminada y pulcramente recogida por el director italiano.
(Abróchense los cinturones porque esto continúa).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Existe una escena, donde Visconti sintetiza la clase de amor que siente Natalia por cada uno de los dos hombres. Ella está terminando de contar su historia en flash-back. Se sienta en el alféizar de una ventana del único muro que queda en pie de una casa. El inquilino (Jean Marais) la abraza mientras se despiden. El zoom se va acercando hasta que queda un primer plano del inquilino. En el contraplano Natalia dice “Dentro de un año, estaré aquí, esperándote, exactamente a la misma hora y me amarás otra vez”. Cuando se abre el plano, el hombro sobre el que ella apoya la cabeza desconsolada es el de Mario (ya en el presente). Mario, el amigo que siempre escucha, el que sí estará siempre a tu lado. El inquilino, el amor, el que nos mantiene en vilo esperando su llegada.
Licencias en la historia a parte, "Noches blancas" es bastante fiel al relato de Dostoievski, pero no deja de ser una adaptación sin el mérito que si tiene la de Robert Bresson, donde con un diálogo exiguo, la imagen recogida por el galo es más que suficiente. Sin embargo, que hermosa que es esta película de Visconti, donde todo está en el lugar donde corresponde y la geometría estrellada del copo de nieve es todavía más perfecta.
Licencias en la historia a parte, "Noches blancas" es bastante fiel al relato de Dostoievski, pero no deja de ser una adaptación sin el mérito que si tiene la de Robert Bresson, donde con un diálogo exiguo, la imagen recogida por el galo es más que suficiente. Sin embargo, que hermosa que es esta película de Visconti, donde todo está en el lugar donde corresponde y la geometría estrellada del copo de nieve es todavía más perfecta.