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Voto de Naroa Lopetegi:
7
Thriller. Drama La historia real de Maureen Kearney, la principal representante sindical de una potencia nuclear multinacional francesa. Se convirtió en denunciante, denunciando acuerdos de alto secreto que sacudieron el sector nuclear francés. Sola contra el mundo, luchó con uñas y dientes contra ministros del gobierno y líderes de la industria para sacar a la luz el escándalo y defender más de 50.000 puestos de trabajo. Su vida dio un vuelco cuando ... [+]
25 de junio de 2023
6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
ARGUMENTO
Maureen Kearney, pese a recelos incluso de su propia hija, contraria a las centrales nucleares, es la líder sindical de Areva, una gran empresa francesa dedicada a ese sector. Además de defender ferozmente los derechos de la plantilla, descubre oscuras maniobras de la dirección y la élite política para subastar al mejor postor los altos conocimientos nacionales en esa materia. Y se atreve a denunciarlos, con lo que le va a tocar pagar las consecuencias…

DESDE MI PUNTO DE VISTA
Sabía que iba a ver una película basada en hechos reales, pero desconocía manifiestamente los sucesos susodichos. En todo caso, mi predisposición era sumergirme en una historia con ramificaciones industriales, políticas y corruptas. Una especie de thriller verídico.

Y, efectivamente, por ese raíl transita en un principio el director Salomé, con quien no me había rozado pese a su longeva carrera. En honor a la verdad, diré que me cuesta aterrizar en lo que me está contando, meterme en el meollo, ponerme en situación. Apenas me da para entender que la protagonista, a quien da vida la siempre estupenda Isabelle Huppert, tiene la facultad de sacar de quicio al dueño de la empresa, y es también capaz de soliviantar a peces gordos de la Francia de 2012 (en plena ebullición política, con Sarkozy de salida y Hollande rumbo al Eliseo).

Mi experiencia cinematográfica no estaba siendo gozosa, pues, transcurridos 30-40 minutos. Pero si estoy tecleando es porque algo pasó…

Ese cambio de rumbo se produce cuando la asistenta de Maureen llega a la casa, y se la encuentra amordazada en el sótano, con una A rasgándole el abdomen, y el mango de un cuchillo introducido entre sus piernas. En el hilo argumental de la historia, ahí tenemos las consecuencias que la sindicalista se ha buscado con su empeño en incomodar a personajes destacados del dinero y el poder. Por ende, no cabe esperar gran motivación en las fuerzas del orden y la justicia para perseguir a los agresores…

Y, claro, mi atención resucita. De repente, esa trama que me estaba resultando densa, abigarrada, difícil de digerir… incorpora un nuevo ingrediente que viene a universalizar la historia.

Porque, aunque sea Maureen quien lo vive, su odisea ya no es únicamente suya, concreta, específica, intransferible. Lo que vemos de ahí en adelante es a una mujer sometida a un auténtico calvario tras denunciar una violación. En este caso, es una mujer adulta, sólida, acostumbrada a resistir presiones (es sindicalista), cuenta con apoyo familiar, descubriremos que sabe el terreno que pisa… Pero incluso con tantas bazas a su favor para soportar la tempestad, vamos a verla naufragar. Y vamos a comprender perfectamente que se hunda. Imaginemos lo que debe suponer igual proceso para una chica joven, cuyas coordenadas vitales eran exámenes, primeros novietes y hormonas, y que una noche es violada en un callejón…

¿Cuántas veces, en cuántos foros, tras qué clase de preguntas, formuladas con qué tono e intención, va a tener que relatar su traumática experiencia? ¿A cuántas pruebas periciales invasivas, todas desagradables, más desperantes cada vez que se repiten, va a tener que someterse? Y, sobre todo, ¿cómo reaccionará cuando detecte que asoman las dudas entre los policías, en su abogado, en su entorno?

Todo esto se expone con quirúrgica precisión en la película. Y Maureen, que en su papel de víctima ya estaba siendo maltratada, entra en una nueva pantalla cuando se convierte en sospechosa. Incluso para mí, desde la butaca del cine, fue un potro de tortura observar los métodos policiales para tratar de derrumbarla, la actitud pusilánime de su teórico sustento legal, las inclementes preguntas de la jueza que se encarga de dictaminar si merece ser condenada… No sabía que ‘Un blanco fácil’ era una película de terror.

El último tramo del metraje convierte mi indignación en furia, y eleva mi espíritu. Pero cuando salgo de la sala, antes incluso de husmear en detalles sobre esa historia real que acabo de ver ficcionada, no puedo dejar de darle vueltas a la cabeza. Al infierno vivido por esa mujer, no cuando el miedo la paraliza durante la agresión, sino cuando implora justicia.

Pasar este trago me habría revuelto el estómago en todo caso. Incluso aunque no llevara meses viendo cómo la ley que se pergeñó en España para ahorrarles a las víctimas estos procesos se ha convertido en un pim-pam-pún al que disparan desde todas las sensibilidades; incluso aunque no hubiera sentido náuseas con aquello de “es fácil demostrar la agresión, basta con una heridita”; incluso aunque no hubiera habido vetos de difícil resultado sumatorio; incluso aunque no supiera que los amigotes del presidente se sienten incómodos con el tono agresivo del feminismo; incluso aunque no nos aproximemos irresolublemente hacia el momento en que las urnas otorguen el poder a quienes se descojonan sin careta de la violencia machista.

Los lagrimones de Isabelle Huppert ante la embestida de la jueza son pocos para los me dan ganas de derramar a mí…

https://alliayeraquiahora.wordpress.com/2023/06/25/critica-de-cine-un-blanco-facil/
Naroa Lopetegi
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