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Voto de Albert:
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Drama
Relato biográfico de una etapa de la vida de la reina María Estuardo de Escocia, que se enfrentó a su prima Isabel I cuando, al volver de Francia tras haber enviudado, reclamaba su derecho a la corona de Inglaterra. (FILMAFFINITY)
14 de febrero de 2019
125 de 141 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este remake de la película de 1971 (porque sí, es un remake) trata de contarnos la historia de María Estuardo, reina de Escocia, desde una perspectiva moderna, demasiado moderna, que diluye la Historia y el conflicto político en un puré de amores, desamores, celos y sexo. Pero empecemos con los puntos positivos:el vestuario (no en vano está nominado al Oscar), la fotografía y, sobre todo, las actuaciones de Saoirse Ronan y de Margot Robbie (a la cual, por desgracia, no le dan mucho con lo que trabajar) son de sobresaliente.
Por desgracia, todo ello queda diluido en un guión que oscila entre lo decente y lo ridículo (ya profundizaremos en ello), y que, además, prefiere reescribir la Historia desde una perspectiva de corrección política actual que choca profundamente con la época que pretende retratar. Sin duda, el elemento de esta corrección política más evidente es la introducción de personajes afroamericanos, asiáticos y latinoamericanos en la alta sociedad de la época. Habrá quien encuentre esto baladí, pero yo no. El cine, como es obvio, posee una fuerza inmensa para crear imágenes que calen y permanezcan en las mentes de los espectadores, y cuando dicha capacidad se pone al servicio de la reconstrucción histórica se convierte en un arma peligrosísima, ya que puede desvirtuar el pasado, haciéndonos creer que resultaba algo habitual encontrar ocupando altos cargos de las Cortes europeas a personas de un variado espectro étnico (cuando, evidentemente, no era así), pero, sobre todo, y esto es lo verdaderamente peligroso, puede desvirtuar el presente, puesto que el espectador medio, que no suele tener un amplio bagaje de conocimiento histórico precisamente, puede creerse que esta multiculturalidad lleva existiendo desde hace siglos y, por tanto, no ser capaz de valorar el enorme esfuerzo que se ha realizado para llegar a la situación actual y el que se sigue haciendo para mejorarla.
Sin embargo, esta multiculturalidad impostada en una película sobre el siglo XVI (a ver si entendemos que colocar en el papel del duque X de una corte medieval europea a un hombre blanco y no a un japonés no es racismo) es sólo la punta del iceberg de la corrección política. Para el resto de los aspectos, es necesario entrar en terreno de spoilers, así que avisados quedáis.
Por desgracia, todo ello queda diluido en un guión que oscila entre lo decente y lo ridículo (ya profundizaremos en ello), y que, además, prefiere reescribir la Historia desde una perspectiva de corrección política actual que choca profundamente con la época que pretende retratar. Sin duda, el elemento de esta corrección política más evidente es la introducción de personajes afroamericanos, asiáticos y latinoamericanos en la alta sociedad de la época. Habrá quien encuentre esto baladí, pero yo no. El cine, como es obvio, posee una fuerza inmensa para crear imágenes que calen y permanezcan en las mentes de los espectadores, y cuando dicha capacidad se pone al servicio de la reconstrucción histórica se convierte en un arma peligrosísima, ya que puede desvirtuar el pasado, haciéndonos creer que resultaba algo habitual encontrar ocupando altos cargos de las Cortes europeas a personas de un variado espectro étnico (cuando, evidentemente, no era así), pero, sobre todo, y esto es lo verdaderamente peligroso, puede desvirtuar el presente, puesto que el espectador medio, que no suele tener un amplio bagaje de conocimiento histórico precisamente, puede creerse que esta multiculturalidad lleva existiendo desde hace siglos y, por tanto, no ser capaz de valorar el enorme esfuerzo que se ha realizado para llegar a la situación actual y el que se sigue haciendo para mejorarla.
Sin embargo, esta multiculturalidad impostada en una película sobre el siglo XVI (a ver si entendemos que colocar en el papel del duque X de una corte medieval europea a un hombre blanco y no a un japonés no es racismo) es sólo la punta del iceberg de la corrección política. Para el resto de los aspectos, es necesario entrar en terreno de spoilers, así que avisados quedáis.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
El siguiente es la increíble, en el sentido más literal de la palabra, tolerancia que demuestra María Estuardo (y sus damas) hacia la homosexualidad de su marido, Darnley, y de la pobre caricatura en la que han convertido al pobre Rizzio, que, en esta película, es algo así como el bufón y juguete sexual de la reina, haciendo alarde público de su homosexualidad-transexualidad como si no pasara nada, mientras que Darnley, en la noche de bodas, no sólo se emborracha y manifiesta claramente su homosexualidad delante de toda la Corte, sino que al que se acaba llevando a la cama es ¡a Rizzio!
Tres cuartos de lo mismo se puede decir de la extraordinaria libertad con que una y otra reina se llevan a la cama a quien les apetece, sin estar casadas, y presumen de ello en la Corte sin ningún problema. O el uso que hace María Estuardo de sus damas como instrumentos sexuales con los que obtener información secreta del embajador inglés. Repito, ¡que estamos hablando del siglo XVI, una época de especial y virulento puritanismo religioso!
Pero el último aspecto de esta corrección política, y el eje en torno al cual gira toda la película, es el empoderamiento femenino. Aquí, quiero hacer un inciso para criticar la falsa publicidad que se ha dado a la película, puesto que nos la han vendido como un duelo político entre dos mujeres singulares (reinas para más inri) y, en la película, hay muy poquito de eso. Y, la verdad, no creo que fuera tan difícil, hubiera bastado con decir al principio de la película: "Mediados del siglo XVI. La católica España gobierna la mitad de Europa, pero los Países Bajos protestantes se han sublevado, y Francia se halla sumida en una guerra civil entre católicos y protestantes. Mientras, María Estuardo, católica, e Isabel I, protestante, se disputan el trono de Inglaterra. El destino de Europa depende de quién gane este conflicto. Si gana María, los católicos podrán hacer pinza para aplastar a los protestantes; si gana Isabel, los protestantes podrán ser lo bastante fuertes como para hacer frente a los católicos" Hala, ya está planteado el conflicto, ¿tan difícil era?
Volviendo al empoderamiento femenino, la directora nos ha querido retratar a dos mujeres singulares que, en un mundo de hombres, decidieron asumir personalmente el poder, y nos muestra los sacrificios que tuvieron que hacer para lograrlo. A María no la dejaron gobernar y acabaron por echarla del trono, Isabel tendrá que renunciar a su femineidad si quiere conservar el poder. No está nada mal, y suena muy bien sobre el papel, pero la ejecución ha fallado por completo. En primer lugar, nuestra protagonista, María Estuardo, a ratos es una buena gobernante, a ratos es capaz de la mayor astucia política (la manera en que se deshace de Darnley y hace las paces con Moray es de primera), pero también a ratos se comporta como una niña malcriada (de vergüenza ajena es la escena en la que le traen una noticia urgente de última hora y no hace nada mejor que leerla con sus damas y con un Rizzio travestido en corro y riendo como colegialas adolescentes), provoca un conflicto diplomático con Inglaterra y con la iglesia protestante de su propio país sin venir a cuento (lo cual le es recriminado por Moray con toda la razón del mundo), y, cuando acude a pedir ayuda a Isabel para que la reponga en el trono empieza a insultarla, a llamarla bastarda, etc., y aún así espera que la ayude. Y, por otro, tenemos una Isabel que se desentiende de los asuntos políticos para dedicarse a criar caballos y hacer adornos florales, ¡toma ya!
En definitva, una película con mucho potencial desperdiciado por la corrección polítca y un guión mediocre. Me quedo con la versión de 1971.
Tres cuartos de lo mismo se puede decir de la extraordinaria libertad con que una y otra reina se llevan a la cama a quien les apetece, sin estar casadas, y presumen de ello en la Corte sin ningún problema. O el uso que hace María Estuardo de sus damas como instrumentos sexuales con los que obtener información secreta del embajador inglés. Repito, ¡que estamos hablando del siglo XVI, una época de especial y virulento puritanismo religioso!
Pero el último aspecto de esta corrección política, y el eje en torno al cual gira toda la película, es el empoderamiento femenino. Aquí, quiero hacer un inciso para criticar la falsa publicidad que se ha dado a la película, puesto que nos la han vendido como un duelo político entre dos mujeres singulares (reinas para más inri) y, en la película, hay muy poquito de eso. Y, la verdad, no creo que fuera tan difícil, hubiera bastado con decir al principio de la película: "Mediados del siglo XVI. La católica España gobierna la mitad de Europa, pero los Países Bajos protestantes se han sublevado, y Francia se halla sumida en una guerra civil entre católicos y protestantes. Mientras, María Estuardo, católica, e Isabel I, protestante, se disputan el trono de Inglaterra. El destino de Europa depende de quién gane este conflicto. Si gana María, los católicos podrán hacer pinza para aplastar a los protestantes; si gana Isabel, los protestantes podrán ser lo bastante fuertes como para hacer frente a los católicos" Hala, ya está planteado el conflicto, ¿tan difícil era?
Volviendo al empoderamiento femenino, la directora nos ha querido retratar a dos mujeres singulares que, en un mundo de hombres, decidieron asumir personalmente el poder, y nos muestra los sacrificios que tuvieron que hacer para lograrlo. A María no la dejaron gobernar y acabaron por echarla del trono, Isabel tendrá que renunciar a su femineidad si quiere conservar el poder. No está nada mal, y suena muy bien sobre el papel, pero la ejecución ha fallado por completo. En primer lugar, nuestra protagonista, María Estuardo, a ratos es una buena gobernante, a ratos es capaz de la mayor astucia política (la manera en que se deshace de Darnley y hace las paces con Moray es de primera), pero también a ratos se comporta como una niña malcriada (de vergüenza ajena es la escena en la que le traen una noticia urgente de última hora y no hace nada mejor que leerla con sus damas y con un Rizzio travestido en corro y riendo como colegialas adolescentes), provoca un conflicto diplomático con Inglaterra y con la iglesia protestante de su propio país sin venir a cuento (lo cual le es recriminado por Moray con toda la razón del mundo), y, cuando acude a pedir ayuda a Isabel para que la reponga en el trono empieza a insultarla, a llamarla bastarda, etc., y aún así espera que la ayude. Y, por otro, tenemos una Isabel que se desentiende de los asuntos políticos para dedicarse a criar caballos y hacer adornos florales, ¡toma ya!
En definitva, una película con mucho potencial desperdiciado por la corrección polítca y un guión mediocre. Me quedo con la versión de 1971.