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Voto de santiago aragón:
7
6.9
14,350
Drama. Romance
Yakarta, año 1965. Al inexperto reportero australiano Guy Hamilton (Mel Gibson) se le presenta la oportunidad de su vida cuando lo mandan como enviado especial a Indonesia. En el turbulento escenario de la insurrección comunista contra el presidente Sukarno, conoce a Billy Kwan (Linda Hunt), un enigmático fotógrafo, y a Jill Bryant (Sigourney Weaver), una atractiva mujer que trabaja en la embajada inglesa. (FILMAFFINITY)
23 de febrero de 2009
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
A mi modo de ver ésta es una película sobre Billy Kwan, un pobre hombre atrapado en un cuerpo deforme animado por las mejores intenciones, que quiere jugar a bondadoso demiurgo y que se estrella contra la poderosa maldad del mundo. Weir cuenta una muy peculiar historia de amor (no necesariamente sexual aunque marcada por la ambigüedad) en un marco muy físico (el hambre, el calor, la pobreza, la desigualdad social) y que vulnera el típico mecanismo del "chico encuentra chica".
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Enamorado de la belleza de las cosas, Kwan vuelca su amor en los demás: hace de padre adoptivo (y asiste impotente a la muerte de su "hijo") y oficia de celestino entre dos personas a las que ama (es, como dice, en una ocasión, el criado enano del príncipe Arjuna, y guarda la silueta de la marioneta del príncipe en el dossier de Hamilton) sin esperar más recompensa que el bien de los demás. Hay cosas, claro está, que escapan a sus pobres poderes: Sukarno, a quien inicialmente admira, no soluciona el hambre de su pueblo, y ello precipita un suicidio banal y sin fruto. Weir adoba el relato de reporteros con curiosas reflexiones que al atento seguidor de su filmografía le resultarán conocidas (la fantasmagoría de las sombras, el idealismo, la crueldad, la inanidad del bien) pero que descolocarán a alguien que se empeñe en ver el film como una crónica de un periodo histórico concreto o, peor aún, como una historia romántica convencional entre Gibson y Weaver (bien contada, no obstante, con escenas de gran intensidad, de nuevo muy físicas y, a la vez, extrañamente pudorosas). Claro que la película se resiente de ciertos errores narrativos (Kwan se presenta al principio como una especie de cronista, cuando no sabe cómo terminará la historia), los personajes secundarios no se definen demasiado y la trama política no se desarrolla con fluidez. Pero esta curiosa, indirecta, solapada y atípica historia de amor nunca consumado que Kwan protagoniza es el verdadero meollo de la función y lo que hace la película interesante y distinta.