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España España · Cáceres
Voto de Tiggy:
4
Terror JT y Rickie, dos amigos con el pelo graso peinado hacia atrás al estilo de los Rebeldes de Coppola, pasan su tiempo en una fábrica abandonada donde descubren a una chica, envuelta en plástico, que jamás termina de morir. JT la convertirá en el objeto sexual y de fascinación de sus compañeros de instituto, mientras Rickie intenta defenderla del perverso juego necrófilo. (extraído de CinemaSitges.com). (FILMAFFINITY)
6 de mayo de 2020
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Arraigándose al concepto evolutivo que propuso George A. Romero en 1985 a través del zombi Bub, Deadgirl gira en torno a la conciencia que queda en un cuerpo muerto y zombificado, usado para los delirios sexuales de un grupo de jóvenes marginados de la sociedad, que consideran que la vida no les ofrecerá nada mejor que eso. Poseyendo una idea bastante interesante y reivindicativa utilizando la figura de la mujer como denuncia de abuso machista, Marcel Sarmiento y Gadi Harel se limitan a la repetición constante de la misma estructura narrativa para tratar de dar un falso énfasis tanto a la evolución de sus básicos personajes como enaltecer en pos del morbo una trama que no ofrece suficiente para un largometraje, aburriendo en la cantidad de arcos forzosos que introduce para alargar algo concluido desde los primeros treinta minutos. Incluido un romance que roza lo absurdo y pretencioso entre el protagonista 'bueno', Ricky (Shiloh Fernández) y la chica de sus sueños. La figura de la mujer está presente a lo largo de toda la película reivindicando de forma oportuna el menosprecio que sufren y la sexualización de las mismas, teniendo una secuencia que es literalmente lo mejor de la película alejándose totalmente de la trama en relación con ello. La fotografía es uno de los aspectos que más me han gustado, aún utilizándola con un simbolismo muy predecible apoyándose en gamas de colores claras y luminosas para mostrar la humanidad y oscuros con mucha presencia de verdes para simbolizar la pobredumbre moral rozando la suciedad espiritual, ensalzando el carácter marginal de sus personajes y la situación que los envuelve. Teniendo unas interpretaciones muy amateurs y unos efectos especiales y maquillaje precarios pero solventes, el punto fuerte se centra en los diálogos que una y otra vez se empeña Trent Haaga en tirar a la basura por la pedantería del conflicto sobre qué es lo que está bien y qué es lo que está mal, algo que, me remito, queda claro a los escasos veinte minutos de metraje. La banda sonora es genérica, sin más, con canciones prefabricadas que rara vez acompañan la imagen de forma adecuada. El ritmo que mantiene para ser una película de este estilo es súmamente lento, lo cual desencadena el aburrimiento y pérdida de interés sobre un espectador que, harto de tanto mensaje moralista, únicamente quiere saber cómo se resuelve el asunto sin importar lo que esté por medio. En fin, una cinta con potencial para cortometraje o para haber alargado ofreciendo una vuelta de tuerca a los nudos que crea, pero los directores estaban muy ocupados centrándose en el carácter más insustancial que concernía pasando por alto el interés del público.
Tiggy
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