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España España · Cáceres
Voto de Tiggy:
9
Drama. Romance Benigno es un enfermero que se enamora de una bailarina a la que no conoce. Tras un accidente, ella entra en coma y acaba bajo su cuidado. Cuando una torera sufre una cogida y cae en coma, es llevada a la misma sala, y Benigno entabla amistad con su acompañante, Marcos. Dentro de la clínica, la vida de los cuatro personajes fluye en todas las direcciones, pasado, presente y futuro, arrastrando a los cuatro a un destino insospechado. (FILMAFFINIY) [+]
2 de enero de 2021
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La soledad. Ese amargo sentimiento que te consume por dentro. El ‘zoon politikón’ de Aristóteles se eleva, etéreo, a través de la desolada mirada de un Almodóvar maduro que destruye al hombre con la ausencia de la mujer. Hable con ella es la expresión, desfigurada y lírica, de la nostalgia de los abrazos, de las caricias, del amor que fue y, aun siguiendo siendo, ya no será. Con un elenco de estrellas donde la cantante nacional Rosario Flores brilla inesperadamente, el genio manchego da la bienvenida al nuevo siglo con su etapa más pesimista y oscura donde los sentimientos, a flor de piel, se consumen como una fogata en medio de la tundra. Estos sentimientos quedan presos en los personajes de Benigno Martín (Javier Cámara) y Marco Zuluaga (Darío Grandinetti), las costillas rotas de dos Evas en coma que luchan, incansables, contra el olvido, la soledad y la muerte.

El maestro de Ciudad Real nos habla de la importancia de ellas, las mujeres, desde la deconstrucción a la que se somete a sus dos protagonistas, condenados por los aciagos vientos del abandono. El primero, Benigno, reputado enfermero del hospital ‘El Bosque’, está a cuidado de Alicia (Leonor Waitling), su Bella que permanece Durmiente durante cuatro años desde un accidente de coche. El segundo, Marco, periodista, reaviva la llama apagada de la pasión gracias a una torera cordobesa llamada Lydia González (Rosario) atrapada en el cruel mundo de los hombres. Sin descuidar sus temas predilectos como la maternidad o las perversiones sexuales, Pedro Almodóvar nos ofrece un huracán inclemente de emociones con nombre de mujer que zarandea un mundo destinado a los hombres, demostrando, una vez más, que sin ellas la vida no tiene sentido.

La prodigiosa narrativa del director, minuciosamente perfeccionada con el inicio de siglo y también apreciable en su posterior La mala educación (2004) es capaz de crear todo un universo de misterios a través de los tiempos de sus protagonistas, ordenados estratégicamente con el fin de hacer del intimismo un elemento indispensable para comprender a sus animales, Benigno y Marco, atrapados y heridos por el cepo de la melancolía en el sombrío bosque de la desesperación. Dos hombres doblemente abandonados por las mujeres que cabalgan juntos a lomos de la confidencia, de unos diálogos que consuelan su prometeica tortura con una de las amistades más sinceras del cine nacional. Pedro Almodóvar se encarga personalmente de que entremos en su mundo, de que nos cobijemos entre esas paredes de colores apagados y depresivos del hospital para encontrar el calor en las gentiles manos de Benigno y Marco de una manera tan dolorosa como tierna.

Y es que resulta imposible no entrar en el mundo que Almodóvar plantea porque, al fin y al cabo, ¿quién no se ha sentido solo alguna vez? ¿Quién no ha sufrido el latigazo del amor? ¿Quién, como Benigno o Marco, no añora a alguien? La humanidad y el realismo con los que el director brea a sus dos protagonistas descubren la necesidad del amor como un sentimiento perversamente bello, como esa encarnación del amor muerto que son Alicia y Lydia, dos Ofelias ahogadas en el río del destino.

El reparto es una redonda congregación de estrellas donde Almodóvar apuesta por nuevas caras para su cine, como el inestimable Javier Cámara que llena de bondad e ingenuidad a su personaje y que repetiría en producciones posteriores, sin olvidarse de sus viejas conocidas como la entrañable Chus Lampreave dando vida a esa vecina cotilla o Loles León que, aunque sea por poco tiempo, dejan ese sello inconfundible entre el horterismo y el ruralismo del cotilleo y la prensa rosa tan característico en el cine del maestro. Por otro lado, e inesperado para mí, Rosario Flores encaja como un guante en su papel de Lydia González, no amedrentándose ante la cámara y llenando la pantalla con esa mirada de cordero, asustada ante la adversidad, pero fuerte y salvaje como un toro. Por último, la sensibilidad que Darío Grandinetti da a Marco, con esa falsa compostura y fascinante presencia en escena, hacen de su personaje la expresión máxima de la desolación del hombre abandonado por la suerte, abandonado por el amor, abandonado por ellas, siempre acompañado del sentimentalismo artístico que Almodóvar emana en todas sus películas gracias a la preciosa banda sonora de Alberto Iglesias.

Hable con ella es la forma con la que Pedro Almodóvar nos cuenta, para no olvidarnos, lo importante que son las mujeres en este mundo de hombres, como tantas veces ha expuesto en su filmografía, pero nunca de una forma tan íntegra y personal, y la importancia de la comunicación para poder consolar esa enfermedad que cada vez nos afecta más, sobre todo en los tiempos que corremos, llamada Soledad.
Tiggy
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