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España España · Xanadú
Voto de Orson_:
7
Drama Robert Stroud es un preso conflictivo que ha sido condenado a cumplir una pena de doce años en una celda incomunicada. Un día decide cuidar a un pájaro herido que encuentra en la ventana de su calabozo y, entonces, descubre que su verdadera vocación es el estudio de las aves. (FILMAFFINITY)
11 de octubre de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sobrio drama que narra la historia de un hombre que entra en prisión siendo joven por matar a otra persona en una pelea, y cuyo carácter agresivo y hosco le llevarán a cometer diferentes infracciones que alargarán su pena, hasta un segundo asesinato de un carcelero que le supondrá una cadena perpetua, tras escapar milagrosamente de la horca.

Hasta aquí podría ser la historia de un inadaptado más, un delincuente que nunca se reintegró en la sociedad porque ni siquiera lo intentó. Lo realmente atractivo de la historia de este hombre son las circunstancias de su encierro.

Hay dos aspectos que llaman poderosamente la atención sobre el argumento que se narra. Uno llamativo y fácilmente reconocible, como es la historia de superación adosada a su afición por los pájaros que le otorgará el mote de “birdman”, y otro que pasa más desapercibido pero que subyace en el fondo de la historia, como es la personalidad del protagonista.

Robert Stroud sabe que va a pasar todo lo que le queda de vida encerrado en una prisión, aislado del resto de presos sin prácticamente más contacto humano que el que reciba de sus carceleros. En esas circunstancias, intentando buscar dentro de sí mismo alguna motivación para no desesperar, la casualidad de encontrar en el patio un pájaro herido despertará en él el interés por estudiar las aves y tener así una ocupación que lo saque de su monotonía diaria. En su deseo de aprender interpretamos el mensaje de la capacidad del ser humano para subsistir física y mentalmente a situaciones adversas, y cómo es capaz de hacer germinar, hasta en el más duro aislamiento, la semilla del conocimiento donde antes no se esperaba que creciera.

Es uno de los aspectos que me encantan de esta peli, los mensajes y metáforas que nos muestran las imágenes de la vida de este hombre peculiar: el primer gorrión que una vez curado deja en libertad, pero que regresa al tiempo porque prefiere la comodidad de la celda a las inquietudes de la vida al aire libre; el reencuentro con Feto en Alcatraz, en el que llega a la conclusión de que el sistema penitenciario acompleja al individuo y lo hace reincidir; el pulso de Stroud con el alcaide reivindicando su individualidad aunque sea en unos limitados metros cuadrados; o la misma capacidad autodidacta del ser humano.

El otro logro que me impresiona de esta película es la humildad con la que está narrada la historia del protagonista, nunca se busca que sintamos simpatía por él, de hecho resulta bastante antipático y antisocial, y ni una sola vez muestra arrepentimiento por los asesinatos cometidos. Su trato con las personas que intentan acercársele es hosco y desagradecido, y siempre tiene un cierto aire de superioridad hacia los demás, en un momento llega a decir “hacía veinte años que no le pedía perdón a nadie”. El guion es por tanto increíblemente honrado con el espectador, ni lo convierte en mártir ni le suaviza el carácter, mantiene una objetivdad ejemplar impropia de estas historias biográficas que tienen a mitificar al protagonista, porque lo que quiere es que nos centremos en su historia y las enseñanzas que saquemos de ella. No cae en exhibicionismos maniqueos ni en la tentación de convertir al protagonista en modelo o héroe de cualquier tipo, su pragmatismo se puede ver resumido en la frase que le dedica Stroud al preso que se amotina y que pregunta airadamente qué sentido tiene vivir así. “El primer deber de la vida es vivir”, le responde. Se aprecia una sutil evolución en el personaje, una calma en su agresividad pero que se torna en falta de fe en el sistema carcelario, y que se sigue matizando incluso cuando su única afición queda atrás.

Frankenheimer ha sido siempre un director un poco menospreciado por su origen televisivo, algo totalmente absurdo si uno dedica unos segundos a repasar títulos que conforman su filmografía. Concretamente en esos años dirigió algunas de sus mejores obras, como la sensacional e inquietante “El mensajero del miedo”, muy superior al remake de Demme, la angustiosa “Plan diabólico”, “Domingo negro” o varias de las otras colaboraciones con Burt Lancaster, como “El tren”o “Siete días de mayo”.

Aquí dirige siempre con una economía de movimientos magnífica y eficaz, condicionada obviamente por las localizaciones por donde transita la historia del protagonista, coloca la cámara según le interesa fuera de la celda para recordarnos su condición de aislamiento, o en el interior para intimar con él y compartir vivencias. Realmente buenas son las escenas en las que nos juntamos en un rincón con Stroud, con la celda repleta de jaulas, y en el fondo del encuadre algún personaje lo observa o le habla, tenemos la sensación de que es esa persona la que está aislada, excluida, fuera del mundo privado que el amante de las aves se ha creado y no comparte con nadie. Gran mérito en la sordidez de la historia y la cercanía con que nos llega tiene la fotografía rebosante de realismo.
De Burt Lancaster sólo puedo decir que está excelso, contenido y poderoso, qué gran actor acróbata saltarín que a base de talento e inquietudes se convirtió en uno de los mejores, y de mis favoritos.

“El hombre de Alcatraz” (que por cierto en Alcatraz no ocurre casi nada), es un ejemplo de cine con inquietudes, que trata al espectador como persona con sentido común que sabe sacar sus conclusiones, al que mostrar unos hechos y unas circunstancias para que las procese e interprete a su manera.
Orson_
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