Hay historias que justifican con su final todo lo demás. Algunos dirán que no hay final que arregle una mala película, y tendrán razón, pero no creo que sea este el caso.
Si "Dragonfly" tiene un posible fallo, es la apuesta arriesgada de utilizar elementos paranormales como motor del argumento, lo cual, dependiendo del espectador, puede que la haga más interesante o la convierta en una trama ridícula dada su inverosimilitud. Pero si aceptamos lo desconocido como probable, y no nos cerramos a la posibilidad de que hayan otras dimensiones sensoriales que se escapan a nuestra comprensión, entonces es muy probable que nos dejemos llevar por la historia y queramos saber cada vez más.

No es Kevin Costner el mejor de los actores, le cuesta mucho transmitir sentimientos y tiene tendencia a la economía de expresiones (más allá de su desarmante sonrisa), pero siempre le he tenido simpatía a este actor desde que me ganó para la causa con ese western hecho con el corazón que se llama “Bailando con lobos”. Además, siempre es objeto de vapuleo por la crítica especializada, creo que lo han tomado ya como norma, muchas veces de forma desmesurada.
Aquí no se le puede poner ninguna pega, creo que es de las ocasiones en que más ha puesto de su parte para que nos creamos a su personaje, el desasosiego de ese marido que no supera la pérdida de su amor y se agarra a un clavo ardiendo para mantener viva la llama de la esperanza.

Una historia entretenida, que condensa drama, suspense y romanticismo, y consigue evitar sensiblería y artificios fantásticos, hasta llegar a un final de los que revalorizan todo lo visto hasta ese momento.