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España España · Madrid
Voto de Mogwai:
8
6.2
159
Documental Crónica, a través de material de archivo de la época, de un intento de golpe de estado en Moscú que abriría las puertas de la democracia rusa y la desintegración de la URSS. (FILMAFFINITY)
15 de febrero de 2022
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Event (mejor que El último imperio, nueva castellanización sinsentido) retrata el golpe de estado que el poder en la sombra de la KGB organizó contra la presidencia de Gorbachov y sus reformas en verano de 1991, que no sólo fracasó sino que desembocó en la independencia de las repúblicas soviéticas y la desintegración definitiva de la URSS. El golpe se centró en Moscú, donde los tanques tomaron inicialmente la ciudad; en Leningrado / San Petersburgo la ciudadanía se echó desde el primer momento a la calle para rechazarlo y su gobierno local y regional se pusieron por una vez del lado del pueblo en defensa del sistema legítimo que por entonces se estaba intentando construir en el gigante comunista. Entre tanto, varios estudiantes de la escuela de cine de la ciudad salieron a rodar los eventos. Con cámaras de verdad y película de 35mm, en estricto blanco y negro.

Lo primero que destaca en The Event es ese aspecto visual: acostumbrados como estamos a ver todos los acontecimientos históricos que rodearon la caída del telón de acero con la textura del vídeo (el formato predominante en todas las agencias de noticias de la época), poder ver estos hechos filmados es básicamente un lujo. La belleza de las imágenes y su calidad inmersiva es enorme (los soviéticos sabían hacer propaganda, y la influencia visual de su escuela cinematográfica es impagable). Pero también hace algo más: coge unos hechos que, históricamente, pasaron anteayer, y crea una distancia histórica. Ya no es historia contemporánea sino antigua, un artefacto de otra época totalmente diferente, más solemne, más transcendente.

Y lo segundo que destaca, por supuesto, es el estilo narrativo habitual de Loznitsa. Sus documentales se componen exclusivamente de imágenes de archivo y todos los diálogos son locuciones reales del momento; no hay contexto, narradores o entrevistas, nada que aporte explícitamente enfoque u opinión sobre lo que estamos viendo. Por supuesto, el cineasta lo justifica recurriendo a la objetividad de la imagen y a dejar que esta hable sobre la opinión del autor. Pero el cineasta sabe, sin duda, que cualquier imagen, por muy real que sea, es subjetiva porque siempre lo es, como mínimo, el punto de vista que toma. Y, sobre todo, que el cine tiene una herramienta mágica para crear el relato a través de imágenes aparentemente neutras como estas: el montaje. Y es ahí donde reside el contenido de The Event.

Tras oír el anuncio de los golpistas y la declaración del estado de emergencia la película se centra rápidamente en los ciudadanos: el pueblo rechaza unánimemente el golpe y empieza a trabajar. Montan barricadas, organizan patrullas civiles, diseñan planes de emergencia, aseguran los suministros y protestan contra el atentado. Los carteles son claros: estos golpistas son “fascistas”. Aunque haya alguna referencia al estalinismo, es fascismo el concepto que se usa mayoritariamente durante esta primera parte de la película, por los ciudadanos y por esas autoridades locales y regionales que desde el primer momento se posicionan con su pueblo: el gobierno legítimo es el de Gorbachov, sus reformas son queridas y los golpistas sólo pueden ser fascistas. Deciden instalar su sede provisional en el edificio más emblemático de la ciudad y, de rebote, de probablemente toda la historia soviética (el Palacio de Invierno) y desde allí pasan información regularmente a los ciudadanos, tratan de mantener la calma y el orden y garantizan la seguridad de la ciudad.

Pero el tiempo pasa y crece la incertidumbre: se ha derramado sangre en Moscú, se han avistado tanques en las afueras de Leningrado, Yeltsin ha rechazado el golpe y se ha lanzado a la ofensiva, Gorbachov no dice nada. ¿Han matado a Gorbachov? ¿O está con los golpistas?

El discurso, o el discurso mostrado, empieza a cambiar. Ya no se habla de fascistas sino de comunistas, ya no se habla de reformas sino de refundación del sistema, de mercado, de liberalización. Hay que empezar a pensar en el futuro de la patria ante el colapso de la Unión. De la patria, porque la unión ya no se cita. Se empiezan a lanzar difamaciones contra Gorbachov y su silencio (el presidente soviético estaba retenido por los militares en su residencia de verano, amenazado y totalmente incomunicado) y Yeltsin es el líder a seguir, el único que está intentando parar el golpe (el presidente de la República Rusa, que por entonces era una más de la URSS, había logrado llegar a la casa presidencial rusa y estaba protegido, con contacto con el exterior y haciendo llegar sus mensajes a la ciudadanía sin muchos problemas). En cierto momento aparece un representante eclesiástico junto a los gobernantes (no hace mucha falta recordar aquí la aversión mutua entre comunismo y cristianismo) y se dirige al pueblo. Cae la noche.

Y, de repente, se ve una bandera rusa.

Es el momento de inflexión de la obra y el símbolo sobre el que parece gravitar toda la película. Una vez aparece la enseña nacional independiente ya no hay vuelta atrás: Rusia necesita ser independiente, Gorbachov debe dimitir, el comunismo debe ser abolido. Se equipara el golpe con la toma de ese mismo palacio en 1917 que inició la era soviética. Se retira la bandera roja (impagable la escena del funcionario de turno intentando doblar la gigantesca bandera, bonito símbolo de la inutilidad absoluta de esos trozos de tela pintada) y las palabras dan la puntilla. Hace tiempo que Leningrado (su nombre soviético oficial) se había convertido en Petrogrado (la ciudad de Pedro, el nombre moderno ruso que se dio a la ciudad tras la primera guerra mundial para evitar el germanismo de su nombre clásico) durante los mensajes oficiales del gobierno local; y de repente, en pleno júbilo, el alcalde pronuncia las palabras mágicas: San Petersburgo. El nombre imperial, el retorno al pasado glorioso de la madre patria, el fin de la distopía solidaria y transfronteriza. El inicio del nuevo imperio ruso. Medio millón de puños en alto parecen apoyarlo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Mogwai
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