Cuando uno comienza la primera temporada de Attack on Titan puede tener la falsa idea de que es un anime más sobre héroes y una amenaza con la que tienen que luchar, con los típicos personajes de anime y los clichés clásicos del género (cosa que a mí, personalmente, no me apasiona).

Sin embargo, creo poder decir que, ahora que Aot va por su cuarta temporada (a punto de finalizarla, al igual que el manga), hablamos de una de las mejores series de televisión de la historia. No solo por la complejidad de su trama, sino porque no se deja ningún cable suelto. Capítulo a capítulo va hilando todo perfectamente para contarnos una historia sobre algo completamente humano: la guerra y la segregación, así como los efectos que la primera produce en las personas. El odio y la venganza parecen poder combatirse con más odio.

No estoy segura de que sea una serie para todo el mundo, puesto que los dibujos animados y el anime producen rechazo en muchas personas, pero el que le dé una oportunidad no se arrepentirá. La serie nos brinda muchos buenos personajes (Erwin, Rainer, Hanji, Eren, Ymir...) pero yo me quedo con un favorito del público: el capitán Levi Ackerman. Podría parecer, de nuevo, el típico personaje molón y cliché de manga, pero las decisiones que tiene que tomar a lo largo de la serie así como el dolor que acarrea le convierten por derecho propio en el héroe de la historia. Aunque paradójicamente (y al contrario que Eren) jamás buscase serlo.