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Voto de ESPILBERDO:
9
Thriller. Drama Basada en la obra de Brian Burrough "Public Enemies: America's Greatest Crime Wave and the Birth of the FBI, 1933-43". Narra la historia de Melvin Purvis (Christian Bale), el agente del FBI que en los años treinta dirigió la búsqueda del legendario atracador de bancos John Dillinger (Johnny Depp) y su banda. (FILMAFFINITY)
24 de agosto de 2009
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuánta verdad hay en aquello que se dice de la simpleza: a veces encontramos la misma belleza en el corazón de una amapola que en las constelaciones de una galaxia. Y empiezo la crítica con esta cursilada porque después de ver "Enemigos públicos" esa faceta ruda, zafia y gañana de mi a veces descontrolable temperamento ha sido arrasada por una ola de ternura. Y puede resultar sorprendente cuando ha sido provocada por una película donde restallan los relámpagos de las metralletas unas cuantas veces. Pero he encontrado humanidad en todo esto. Y ha sido precisamente el contraste lo que me ha impactado.

El retrato de Dillinger que hace Michael Mann (y, por extensión, Johnny Depp) transmite tanto con una inmensa sencillez que no se puede evitar la sorpresa. Todo está medido milimétricamente y con, hasta diría, cierta obsesión. Abundan los primeros planos y la cámara al hombro constante parece querer meterse por la nariz de los actores y desnudarles el alma. Todo esto añadido a la diáfana nitidez que nos obsequia el formato digital en que ha sido rodada (con toda la premeditación del mundo) hace que nos quedemos petrificados por la manera en que se pueden palpar los sentimientos. Los rostros pétreos de Depp y Bale (el primero está especialmente inquietante por su contención) y el desgarrador y extraño atractivo de Cotillard influyen a configurar una atmósfera que, más allá de su exquisita recreación de una época de crisis (aquélla sí), nos introducen en ese universo interior de las emociones, haciéndolo fascinante.

Quizá se haga algo larga por su falta de acción en algunos tramos y su excesiva duración pero el guión está trenzado con un cariño exquisito. Ya no estamos ante aquellos gamberretes malhablados de las pelis de De Palma o Scorsese: no sé si John Dillinger fue así en vida, pero su humanidad le resulta al espectador tan destructiva como entrañable. Y esto es un logro que sólo se consigue con el buen cine.
ESPILBERDO
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