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Voto de PADRE FLANAGAN:
7
6.9
846
Western. Drama
En 1862, durante la Guerra de Secesión, dos empresas rivales comienzan a construir la primera línea de ferrocarril transcontinental que enlace el Atlántico con el Pacífico. Al tiempo narra los amores entre la hija de uno de los maquinistas, Mollie Monahan (Barbara Stanwyck), el agente del gobierno encargado por la Union Pacific de la seguridad del proyecto, Jeff Butler (Joel McCrea), y el principal saboteador Dick Allen (Robert Preston). (FILMAFFINITY) [+]
28 de abril de 2011
22 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me llevé una gran sorpresa cuando hace muchos años vi por primera vez esta película, al enterarme de que estaba dirigida nada menos que por Cecil B. DeMille, del que hasta entonces su nombre había sido sinónimo de las grandes epopeyas bíblicas por las que era conocido. Descubrí entonces que, desde los gloriosos tiempos del cine mudo, había sido el abanderado por excelencia del cine espectáculo en estado puro, y un narrador de primer orden. Así, me encontré con una larga lista de títulos en la que, además de Moisés, Sansón y las persecuciones a los cristianos en la Roma de Nerón, había historias de piratas, aventuras medievales, fastuosos melodramas circenses, epopeyas bélicas y, como no, westerns superespectaculares que se salían de las pantallas de los cines.
UNION PACIFIC fue, en ese sentido, como lo había sido poco antes BUFFALO BILL, el no va más del cine del Oeste: una grandiosa superproducción que contaba, en forma de espectacular epopeya, la construcción del ferrocarril que unió el Atlantico con el Pacífico a través del continente americano. No falta de nada: cientos de extras, ciudades de madera y lona a lo largo del tendido del ferrocarril, veloces cabalgadas, trenes que cruzan la pradera a toda máquina soltando imponentes columnas de humo por las chimeneas, locomotoras que descarrilan, ataques de indios y de forajidos, peleas y tiroteos, un triángulo amoroso que sólo la muerte logra romper y resolver, barras y estrellas y un ímpetu narrativo y un aliento épico como muy pocos narradores han logrado alcanzar y no digamos superar.
Sin duda, vista hoy, le sobran y faltan muchas cosas, no en vano han pasado más de 70 años y el mundo y la conciencia que tenemos del mismo es muy diferente de la que los espectadores tenían entonces. El triunfalismo tipo "Viva America y los americanos somos los mejores" rebosa no ya en cada escena, sino en cada fotograma. No hay la más mínima duda sobre la grandeza y el destino manifiesto del pueblo americano a la conquista de un continente y del mundo. Ninguna duda de que el gran capital y la llamada expansión de la civilización son una promesa de un futuro y un mundo mejor. Los indios son tontos y malvados porque se resisten a los blancos que atraviesan y mancillan su territorio. El espíritu crítico brilla no ya por su ausencia, sino que en esta película es literalmente inconcebible.
No deja de ser curioso que esta forma de ver el western, que llega a su cenit con esta película, lo hace el mismo año de 1939 (qué increíble año aquél) en el que el maestro de maestros John Ford rompe los moldes del género con una mirada y tratamiento radicalmente distintos, por no decir opuestos, a los que representaba apoteósicamente DeMille, con LA DILIGENCIA, con la que el western alcanza (y de qué manera) su mayoría de edad.
UNION PACIFIC fue, en ese sentido, como lo había sido poco antes BUFFALO BILL, el no va más del cine del Oeste: una grandiosa superproducción que contaba, en forma de espectacular epopeya, la construcción del ferrocarril que unió el Atlantico con el Pacífico a través del continente americano. No falta de nada: cientos de extras, ciudades de madera y lona a lo largo del tendido del ferrocarril, veloces cabalgadas, trenes que cruzan la pradera a toda máquina soltando imponentes columnas de humo por las chimeneas, locomotoras que descarrilan, ataques de indios y de forajidos, peleas y tiroteos, un triángulo amoroso que sólo la muerte logra romper y resolver, barras y estrellas y un ímpetu narrativo y un aliento épico como muy pocos narradores han logrado alcanzar y no digamos superar.
Sin duda, vista hoy, le sobran y faltan muchas cosas, no en vano han pasado más de 70 años y el mundo y la conciencia que tenemos del mismo es muy diferente de la que los espectadores tenían entonces. El triunfalismo tipo "Viva America y los americanos somos los mejores" rebosa no ya en cada escena, sino en cada fotograma. No hay la más mínima duda sobre la grandeza y el destino manifiesto del pueblo americano a la conquista de un continente y del mundo. Ninguna duda de que el gran capital y la llamada expansión de la civilización son una promesa de un futuro y un mundo mejor. Los indios son tontos y malvados porque se resisten a los blancos que atraviesan y mancillan su territorio. El espíritu crítico brilla no ya por su ausencia, sino que en esta película es literalmente inconcebible.
No deja de ser curioso que esta forma de ver el western, que llega a su cenit con esta película, lo hace el mismo año de 1939 (qué increíble año aquél) en el que el maestro de maestros John Ford rompe los moldes del género con una mirada y tratamiento radicalmente distintos, por no decir opuestos, a los que representaba apoteósicamente DeMille, con LA DILIGENCIA, con la que el western alcanza (y de qué manera) su mayoría de edad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Pero todo eso poco importa. Disfrutemos de una película de acción y aventuras como las de antes, con personajes de una sola pieza, con héroes absolutos como el impecable Joel McCrea, heroínas entrañables como Barbara Stanwick, villanos odiosos y canallescos que exudan maldad y maquiavelismo por todos los poros de la piel, como Brian Donlevy, y secundarios gloriosos como Anthony Quinn, Robert Preston y Akim Tamiroff.
Una observación, que será innecesaria para los amantes del comic, en especial de los lectores de BLUEBERRY: para mí fue una gozada descubrir cómo toda la saga de EL CABALLO DE HIERRO está directamente inspirada, y más que inspirada, por esta película. Y es que es la historia es la misma: La banda de forajidos que sabotea las obras de la Union Pacific para beneficiar a sus competidores de la Central Pacific, el general Dodge que llama en su ayuda a un oficial de caballería que sirvió bajo sus órdenes durante la guerra, los dos desarrapados ayudantes (Red Neck y Jim MacClure estaban ya, pues, inventados treinta años antes de ser dibujados), la guerra con los indios, y hasta escenas como el tren atravesando el puente en llamas con los indios abajo disparando... Y aquellos que no conoceis este tebeo, leedlo: es una gozada, y comparándolo con la película, disfrutareis por partida doble.
Una observación, que será innecesaria para los amantes del comic, en especial de los lectores de BLUEBERRY: para mí fue una gozada descubrir cómo toda la saga de EL CABALLO DE HIERRO está directamente inspirada, y más que inspirada, por esta película. Y es que es la historia es la misma: La banda de forajidos que sabotea las obras de la Union Pacific para beneficiar a sus competidores de la Central Pacific, el general Dodge que llama en su ayuda a un oficial de caballería que sirvió bajo sus órdenes durante la guerra, los dos desarrapados ayudantes (Red Neck y Jim MacClure estaban ya, pues, inventados treinta años antes de ser dibujados), la guerra con los indios, y hasta escenas como el tren atravesando el puente en llamas con los indios abajo disparando... Y aquellos que no conoceis este tebeo, leedlo: es una gozada, y comparándolo con la película, disfrutareis por partida doble.