Meritoria cinta de espías que, pese a un ligero tufillo a naftalina, no ha envejecido tan mal como, a priori, pudiera sospecharse. A ello contribuye, y no poco, un joven y brillante Michael Caine, comodísimo en sus gafas de carey, "must" estético inmortal- tanto su flema socarrona como su fondo de armario-.
"Ipcress", adaptación de la novela del maestro del género Len Deighton, contiene todos los ingredientes de los viejos, entrañables, y -solo aparentemente- alambicados thrillers escritos y rodados en los años de la Guerra Fría, tan aterradores como fecundos para la producción, casi en serie, de obras de similar pelaje. Así, topamos con pérfidos villanos llegados de "más allá del muro" (de acero), científicos nucleares, lavados de cerebro express, agentes cuádruples, mecanos abracadabrantes, Monneypennies de bonitas piernas, gabardinas a medida, el puré de guisantes londinense; y al propio Michael Caine, reincidente y experto, que no encasillado, en un papel, el de Harry Palmer, que le queda como un guante, o como cualquiera de sus trajes sastre.
A "Ipcress" habrá de perdonársele, eso sí, la deriva un tanto naïf que imprime al argumento hacia su último tercio- no resulta fácil escapar al "zeitgeist" de los sesenta-, además de ciertas ubicaciones para la cámara, cuando menos discutibles, y levemente alucinadas.
En fin, muy entretenida película embargada, para lo bueno y para lo malo, del espíritu de un tiempo casi ya olvidado.