Estupendo thriller en la estela de “Mindhunter” (ídem, 2017-Actualidad) –incluso en los respectivos títulos se puede apreciar el parentesco–. En efecto, “Manhunt: Unabomber” parece la hermana pequeña de aquélla, sobre todo en cuanto a presupuesto.
No obstante trabajar con mimbres más modestos, sus responsables entregan un producto muy digno. Sólo cabe poner una pega –en rigor, dos– a esta serie: su narrativa. La combinación de planos temporales está de moda, y encontramos ejemplos de indudable calidad al respecto, caso de “True Detective” (ídem, 2014-Actualidad) en sus primera y tercera temporadas. Sin embargo, la escasa distancia cronológica entre los tramos cubiertos por “Manhunt: Unabomber” –un par de años apenas– quizá aconsejaba un tratamiento más lineal.
Asimismo, los constantes fundidos correspondientes a las pausas publicitarias con que se pespunteara su original emisión televisiva se convierten en un “leitmotiv” algo irritante cuando vista del tirón en cualquier plataforma digital.
Dejando de lado ese pequeño borrón, que en absoluto opaca el –insisto– notable resultado final, cabe resaltar la minuciosa reconstrucción de unos hechos en su día de rabiosa actualidad, pero que la ominosa deriva geopolítica de las últimas dos décadas ha acabado haciendo palidecer hasta casi sepultarlos en el olvido.
Las interpretaciones de ambos protagonistas, cada uno a su modo, ocupan el lugar más destacado de esta “Manhunt: Unabomber”. Aunque Paul Bettany ya había dado sobradas muestras de talento a lo largo de su carrera, su composición de Ted Kaczynski resulta asombrosa, sencillamente magistral. De Sam Worthington, en cambio, no cabía esperar grandes prestaciones. Visto habitualmente en roles de mastuerzo poco matizado, su encarnación de James R. Fitzgerald evidencia una inusitada variedad de registros que, de hecho, le permiten hacer frente a su brillantísimo antagonista sin salir malparado. En definitiva, una sorpresa muy grata.