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España España · Valencia
Voto de Carorpar:
7
Drama Ivan Locke (Tom Hardy) es un prestigioso capataz de grandes obras que ha tenido que trabajar muy duro para alcanzar su sueño: llevar una buena vida, con un buen trabajo y una familia que le quiere. Sin embargo, un día, en la víspera de su encargo más importante, recibe una llamada que le empuja a tomar una decisión que quizás eche toda su vida por tierra. Desde ese momento tendrá que emprender una peligrosa huida a contrarreloj. (FILMAFFINITY) [+]
8 de julio de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Admirable ejemplo de minimalismo sin artificios y de cine con mayúsculas.
Haciendo del despojamiento y de la (in) acción en tiempo real sus indudables caballos de batalla, “Locke” va mucho más allá del mero alegato estético para plantear una peculiarísima reflexión moral —muy apropiada, por cierto, en tiempos de sofocante (auto) censura como los que corren—. Ésta vendría a decir que no somos perfectos, que cometemos errores, que lo asumamos de una (“fucking”) vez. De lo que se trata es de intentar hacer lo correcto, en la medida de nuestras falibles posibilidades. Será nuestra conciencia la que, en último término, nos juzgue. De una (honda) simpleza tal —como la película toda—, que desarmará hasta al más mojigato.
Tom Hardy es un actor que acostumbra a causarme una decepción tras otra con sus desoladoras carencias interpretativas —hasta la fecha había visto acelgas más matizadas—. No obstante, su Ivan Locke —curiosa rusificación del nombre de pila del archiconocido filósofo— resulta una creación magistral. Como si hubiera estado guardándose todas las aristas y la contención para este personaje en concreto, en cuyos hombros crispados descansa el peso de la película, sólido pilar sobre el que edificar una carrera respetable.
Además del propio, y sublime —no me cansaré de reiterarlo, porque rectificar es de sabios—, Hardy, todo en “Locke” coadyuva a convertir algo tan rancio como el melodrama que en el fondo es en un refrescante ejercicio de estilo —“tour de force”, que reza el tópico y algún que otro perezoso crítico a sueldo—. El agudo sentido del ritmo de su director, Steven Knight, plasmado en un montaje de hermoso dinamismo, logra un suspense inaudito, sobre todo teniendo en cuenta las muy poco inquietantes premisas. La fotografía, a cargo de Haris Zambarloukos —espero no dejarme ninguna letra, aunque reconozco que he copiado y pegado—, de una belleza hipnótica, compite —sin por ello dejar de componer un maridaje glorioso— con la banda sonora que firma Dickon Hinchliffe por ver cuál de las dos causa mayor sugestión en el fascinado espectador.
Carorpar
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