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España España · Valencia
Voto de Carorpar:
6
Drama Un rico matrimonio estadounidense que lleva en Roma una vida despreocupada, ve cómo su hijo se suicida. La madre, traumatizada y sintiéndose culpable por no haber atendido más a su hijo desde la infancia, decide ayudar a la gente más necesitada en los barrios más humildes de la ciudad. Sin embargo, su ayuda a un delincuente la pondrá bajo sospecha a ojos de la policía. (FILMAFFINITY)
21 de febrero de 2018
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Europa ´51” es una película sumamente extraña. Del mismo modo que la noción católica de Dios, también ella es “una y trina”, pues alberga en su seno tres historias muy diferentes, diríanse incluso inconciliables.
Lo que empieza como melodrama burgués del tipo los-ricos-también-lloran, tragedia familiar incluida, pronto desemboca en el retrato casi documental del padecimiento lumpen, tan caro al neorrealismo, del que Rossellini constituye máxima expresión, su "Alfa y Omega", por no abandonar la jerigonza teológica. Pero es que, hacia su último cuarto, se torna cinta de terror —subgénero “manicomios”—, teñida además de un surrealismo cáustico que hubiera hecho las delicias de Fellini.
Contra todo pronóstico, es en dicho tramo enfermizo donde “Europa ´51” funciona a pleno rendimiento, con las fuerzas vivas —psiquiatra, juez y sacerdote— conspirando para encerrar a la santa laica que compone Ingrid Bergman. Por cierto que la sueca nunca parece acabar de creerse su papel, asimismo triple. Ni el de perfecta anfitriona, ni el de conversa a esa especie bastante naïf de socialismo, ni mucho menos el de mártir iluminada. Todo lo contrario le sucede a la chispeante Giulietta Massina, encantada en su despreocupado rol y sin verse embargada por el menor temor reverencial ante la diva. De hecho la devora hasta la raspa en cada uno de sus planos compartidos.
Tampoco muestra Rossellini especial convencimiento a la hora de ahondar en la frivolidad del pudiente, como si un resto de conciencia de clase le impidiera cebarse con los suyos. A fin de cuentas, él mismo había sido un niño-bien de la “Via Veneto”. Quizá sea a causa de ello que los desheredados de la tierra no van a recibir aquí el trato benevolente de uso en obras de tesis. Su rechazo hacia el fetichismo del trabajo —ni dignifica ni nos hará libres— se manifiesta con desoladora elocuencia en la escena de la llegada a la fábrica, con el estruendo de la sirena por toda banda sonora. A la vista de lo cual, era de prever la manta de palos que le cayó a “Europa ´51” desde las dos orillas del espectro político. Prueba, en mi cínica opinión, de que, al menos a ese respecto, Rossellini no andaba muy desencaminado.
Carorpar
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