Sorprendente la mala calificación de una película para mí destacable dentro del género de los thrillers. Cierto es que la película es muy lenta y carece prácticamente de escenas de acción propiamente dichas, pero las pocas con las que cuenta se combinan a la perfección con el resto de la trama y encajan satisfactoriamente en el momento elegido para llevarse a cabo.

Posiblemente el aspecto negativo sea ese: la escasa acción (y eso que la que hay convence y mucho), pero en compensación cuenta con unas interpretaciones magistrales de un reparto que, a primera vista, no es tan lujoso como luego nos demuestra. Van Peebles y Quinn encajan perfectamente en sus papeles y, tanto Andy Garcia como Danny Pino, interpretan a dos de los más convincentes mafiosos mejicanos que he visto en el mundo del cine moderno. Todas sus acciones, sus gestos, sus emociones… nos llevan a pensar que la historia podría estar basada en hechos reales, que en verdad existió un estafador multimillonario llamado Charlie Wright y que ciertamente se las tuvo que ver con la familia Garza, controladora de la frontera mejicana. Incluso Luke Goss, al que solo habíamos visto en flojas interpretaciones como en “Death Race 2” o realizando algún papel secundario con poco valor, nos deleita con una actuación muy acertada en la piel de un mercenario sin escrúpulos y con las ideas bien claras.

Lo dicho, un thriller para tener muy en cuenta y una película para disfrutar de una visión de la lucha entre mafias con el FBI de por medio de una manera diferente a la que nos tienen acostumbrados, centrándose mucho más en las caracterizaciones y los personajes que en el número de tiros por segundo que puedan llegar a realizar ambos bandos.