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España España · Barcelona
Voto de Willis:
8
Musical. Romance. Comedia. Drama Mia (Emma Stone), una joven aspirante a actriz que trabaja como camarera mientras acude a castings, y Sebastian (Ryan Gosling), un pianista de jazz que se gana la vida tocando en sórdidos tugurios, se enamoran, pero su gran ambición por llegar a la cima en sus carreras artísticas amenaza con separarlos. (FILMAFFINITY)
14 de febrero de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Puntos Fuertes:
- Llegar en buen momento, por las ganas que teníamos de ver un musical clásico después de tantos años de ausencia. Ahí la película no decepciona, nos llena de gozo íntimo y colma el síndrome de abstinencia. Atento, busco las referencias: por aquí un poco de “Un americano en Paris”, por ahí “Singing in the rain”… y más allá “Grease”… Ja! Ja! Que gozada! Sin duda la oportunidad es un don.
- La pareja protagonista. Espléndidos los dos. Ella tan dulce y vulnerable, en apariencia, él tan clarividente y seguro de sí mismo, en apariencia también. No son grandes bailarines, ni grandes cantantes, pero si son grandes actores. La falta de excelencia en bailar o cantar no le resta fuerza a un musical, como ya ha quedado acreditado en otras películas. Basta con la soltura, la elegancia, y todo se vuelve más tierno y verosímil. Fred Astaire, Ginger Rogers, Cyd Charisse y Gene Kelly son extraordinarios e irrepetibles, nadie puede bailar como ellos, pero su sublime perfección tira también un poco para atrás. Emma Stone y Ryan Gosling son un gran acierto, y eso que los estuve observando como si fuera el mismo director de casting.
- Una historia convincente con un buen guion. Alguien dirá que ya se ha contado mil veces, es verdad, pero esto no importa nada (historias solo hay dos, según una brillante exageración de J. L. Borges), lo que importa es la forma y los detalles, y ahí no encontré ningún desliz, y eso que estuve atento, atento.
- La emoción. Tan absorto y concentrado estaba con el film que no me di cuenta que la señora que tenía al lado lloraba a lágrima tendida. Fue cuando la pareja protagonista, después de la eclosión del romance, tiene su primera discusión seria. Ahí estaba yo concentrado en los argumentos, como intentando mediar en una posible solución, pero mi vecina, muy acertadamente, percibió el drama inevitable en su conjunto, es decir, percibió la tragedia de la imposibilidad del amor (porque si el mal es ineludible el drama se convierte en tragedia). Mi vecina, y otros muchos espectadores, se dieron cuenta al instante y lloraron. Yo percibí otra cosa: que al igual que los protagonistas no lo pueden tener todo, y han de escoger entre la realización personal y el amor, un simple espectador también tiene que escoger como ve una película, y en mi caso el rigor estricto me había llevado a perder la emoción que la sala sentía. Así somos, tremendamente limitados, tenemos que escoger constantemente (la mayoría de las veces ni siquiera sabemos que estamos escogiendo), y con cada elección ahuyentamos las otras, cientos de posibilidades y puntos de vista que desaparecen sin más.

Puntos débiles.
Solo señalaré uno y aun con reparos: La falta, a mi parecer, de como mínimo una canción inolvidable. Un buen musical, creo, necesita por lo menos una canción que al salir del cine, y probablemente ya el resto de la vida, la cantes, la canturrees, la silbes o la destroces, pero que quede impertinentemente gozosa en la memoria musical. Cantando bajo la lluvia o Un americano en Paris, mis musicales favoritos, tienen cada uno 4 o más canciones maravillosas con las que puedo dar la tabarra en cualquier momento. Puede que pida un imposible, puede que Gershwin, Porter, Berlin…. sean irrepetibles. Puede incluso que haya realmente una canción memorable, o varias, en este musical, pero que yo sea ya incapaz de recordarlas, ni siquiera en una leve aproximación, debido a mi cerebro saturado. El tiempo lo dirá.

Cambiar el punto de vista.
Por suerte mi vecina llorosa me sacó de la silla del crítico y me llevo a la butaca del espectador. Así pude profundizar en la hermosa y clásica pareja que forman Gosling y Stone. Clásica, porque él es fuerte, sabe, decide y controla, y ella duda, pregunta y busca su amparo. Como Bogart y Bergman en Casablanca.
Gosling es Bogart porqué sabe siempre lo que quiere y sabe lo que hay que hacer en cada momento. Un verdadero héroe, aunque sea dulce y a veces dude un poco. Él es “suaviter in modo fortiter in re“ el paradigma de la excelencia. Bogart era “fortiter fortiter”, pero fortiter de una manera singular, irónica y ácida, para ocultar que era en realidad suaviter.
Stone es Bergman porqué queda claro que es mucho más fuerte y decidida de lo que aparenta, pese a su dulzura, sus dudas y sus impresionantes ojos desamparados, sabemos que tiene sueños profundos y una determinación férrea para llevarlos a cabo. Sabemos que subirá al coche cuando él la va a buscar a su pueblo. Ella y él se identifican en la convicción con la que luchan por sus sueños. Stone, como Bergman en Casablanca, deja que él decida por los dos. En opinión más personal y yendo más lejos, me parece que ambas mujeres saben que ellos son unos heroes, por eso los aman, y por tanto saben que van a decidir perfectamente y conforme a sus femeninos intereses, así que su supuesto desamparo y candor no son más que armas de mujer para salirse con la suya, sin asumir la responsabilidad, y de paso desquiciarlos a ellos de amor por completo y para siempre. Ja,ja,ja. Esta es mi visión de hombre, solo aspirante infundado a héroe de medio pelo. Atacadme mujeres, demostradme que estoy equivocado.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Willis
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