Entre los tonos pastel de una situación cotidiana, la propuesta de C. Gillespie intenta aportar profundidad psicológica y consigue proporcionar un contraste conceptual y formal lleno de dramatismo y de vigor narrativo.
El guión de N. Oliver imprime al argumento meritoria atmósfera que prende como una llamarada en la curiosidad del patio de butacas.
Es como una revelación.
Intensa, emotiva, adulta, seria y original, la película se adorna con destellos luminosos y escenas memorables de manera que el espectador tiene la impresión de estar invadiendo sin permiso detalles íntimo de la vida ajena.
Se trata sólo de una película pero nadie puede dudar de que su órbita se instala en una esfera más profunda.