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Voto de reporter:
8
7.0
16,666
Drama
Adaptación de la obra teatral de Peter Morgan sobre la entrevista del periodista David Frost al presidente Nixon. Durante los tres años que siguieron a su salida de la Casa Blanca, Richard Nixon permaneció en silencio. Sin embargo, cuando en el verano de 1977 concedió una entrevista para hablar de su mandato y del caso Watergate, sorprendió a todos al escoger a David Frost. Incluso el equipo del periodista no estaba muy seguro del éxito ... [+]
8 de febrero de 2009
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ron Howard es un director que raramente deja frío. No hay más que ver la lista sus títulos para darse cuenta que es un experto manipulador de sentimientos. En el buen sentido (en la mayoría de veces consigue llegar al corazón del espectador) y en el malo (suele tocar la fibra sensible con recursos claramente efectistas, e incluso tergiversando la realidad, como ya sucediera con ‘Una mente maravillosa’). Lo que no se le ha reconocido tanto es su tremenda capacidad para contar historias. Sin llegar a ser un genio, hay que reconocerle el mérito de saber realizar filmes tan fácilmente digeribles. Un cineasta podría decirse de la vieja escuela, que sea cual sea el producto que nos presenta, se esmera siempre en garantizar un mínimo de calidad.
Véase la última película seria que dirigió hasta ahora: ‘Cinderella Man’. Al biopic del boxeador James J. Braddock podía reprochársele cierto sentimentalismo barato, pero a pesar de todo conseguía triunfar gracias a una impecable factura técnica y al auténtico tour de force que significaban los combates pugilísticos. Es interesante tener en mente esta cinta para entender ‘El desafío’, pues éste es en esencia un apasionante cara a cara que sustituye el cuadrilátero por una casa convertida en plató de televisión. En él se va a dar una contienda épica. En una esquina se sitúa un veterano y frío maestro de la retórica, con el objetivo de dejar correr los segundos hasta oír el sonido de la campana, para acabar llevándose así el duelo por puntos. En la otra esquina el inexperto pero aguerrido debutante, que a sabiendas de que el tiempo juega en su contra, busca desesperadamente el golpe definitivo para noquear a su adversario.
Basada en la obra teatral escrita por Peter Morgan, ‘El desafío’ hace gala de una gran agilidad para el diálogo. Bromas agudas e intensísimos intercambios verbales se mezclan con una puesta en escena marca de la casa. Como era de esperar, Ron Howard lleva perfectamente el tempo: calmado en los preliminares y tenso durante las entrevistas. Lástima que le faltara tiempo para ahondar más en los incontables obstáculos que tuvo que afrontar el equipo de periodistas comandado por David Frost para poder realizar esa hazaña, pero al final es una carencia que queda holgadamente compensada por el espectáculo que supone ver a dos personas dejándose la piel por sus ideales.
Durante las entrevistas suena música de fondo, se combinan primeros planos con enfoques más generales y la cámara hace movimientos bruscos pero elegantes para aumentar la violencia implícita en este proceso para sacar a la luz la verdad. Pura pirotecnia; pura frivolidad que se traduce en un acierto rotundo por parte de Howard. Y es que ‘El desafío’ es un documento que gana valor en parte por describir de forma indirecta e impecable cómo ve el pueblo americano a los líderes de su nación. Es una radiografía de los mecanismos de una sociedad que ha visto siempre la política como un término sinónimo de su tan apreciado “showtime”.
Véase la última película seria que dirigió hasta ahora: ‘Cinderella Man’. Al biopic del boxeador James J. Braddock podía reprochársele cierto sentimentalismo barato, pero a pesar de todo conseguía triunfar gracias a una impecable factura técnica y al auténtico tour de force que significaban los combates pugilísticos. Es interesante tener en mente esta cinta para entender ‘El desafío’, pues éste es en esencia un apasionante cara a cara que sustituye el cuadrilátero por una casa convertida en plató de televisión. En él se va a dar una contienda épica. En una esquina se sitúa un veterano y frío maestro de la retórica, con el objetivo de dejar correr los segundos hasta oír el sonido de la campana, para acabar llevándose así el duelo por puntos. En la otra esquina el inexperto pero aguerrido debutante, que a sabiendas de que el tiempo juega en su contra, busca desesperadamente el golpe definitivo para noquear a su adversario.
Basada en la obra teatral escrita por Peter Morgan, ‘El desafío’ hace gala de una gran agilidad para el diálogo. Bromas agudas e intensísimos intercambios verbales se mezclan con una puesta en escena marca de la casa. Como era de esperar, Ron Howard lleva perfectamente el tempo: calmado en los preliminares y tenso durante las entrevistas. Lástima que le faltara tiempo para ahondar más en los incontables obstáculos que tuvo que afrontar el equipo de periodistas comandado por David Frost para poder realizar esa hazaña, pero al final es una carencia que queda holgadamente compensada por el espectáculo que supone ver a dos personas dejándose la piel por sus ideales.
Durante las entrevistas suena música de fondo, se combinan primeros planos con enfoques más generales y la cámara hace movimientos bruscos pero elegantes para aumentar la violencia implícita en este proceso para sacar a la luz la verdad. Pura pirotecnia; pura frivolidad que se traduce en un acierto rotundo por parte de Howard. Y es que ‘El desafío’ es un documento que gana valor en parte por describir de forma indirecta e impecable cómo ve el pueblo americano a los líderes de su nación. Es una radiografía de los mecanismos de una sociedad que ha visto siempre la política como un término sinónimo de su tan apreciado “showtime”.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Es a la vez un combate dialogado emocionante, en el que se cruzan no pocos intereses. Por parte de Nixon volverse a ganar la simpatía de sus compatriotas. Por parte de Frost relanzar su carrera televisiva, que en aquel entonces agonizaba. Por parte del equipo Renton / Zelnick juzgar públicamente a la persona que había cometido el crimen político más grave en la historia de los Estados Unidos. Y ahí recae el verdadero mensaje de la obra. Si hace tres años, George Clooney defendía en ‘Buenas noches y buena suerte’ el papel de la pequeña pantalla para incidir en la política y en la sociedad, en la misma línea se sitúa ‘El desafío’, una película que debe ser contextualizada para poder apreciar todo su esplendor. Nos centramos pues en uno de los personajes clave para entender la historia del gran gigante del siglo XX. Un hombre que a pesar de demostrarse su papel central en una de las mayores estafas políticas jamás perpetuadas, fue indultado por el presidente Gerald Ford.
Los pensadores ilustrados del siglo XVIII crearon el sistema aparentemente perfecto de la separación de poderes del Estado. Un marco teórico que se apoyaba en tres pilares: el poder legislativo, el ejecutivo y el judicial. Debido su supuesta independencia, nada ni nadie podría escapar de ellos. Hipotéticamente hablando, ya que doscientos años después uno de los hombres más importantes del planeta conseguiría burlarlos a todos. Ante este flagrante malfuncionamiento del sistema, salió al rescate un cuarto poder que hasta entonces estaba en la sombra: los medios de comunicación. No en vano nos encontramos en la época donde la información es el bien más preciado. La televisión, esta “caja tonta” gobernada por los caprichos de la estética, la audiencia y los sponsors, vista no obstante como la más potente fuente de denuncia que se pueda imaginar.
Un mensaje valiente para una película espectacular y apasionante, que sorprende por su solidez y por sus brillantes interpretaciones. Michael Sheen demuestra una vez más que es un valor seguro y Frank Langella está inconmensurable. El acercamiento que hace a una de las personalidades más importantes de la historia contemporánea es impecable. Consigue despertar odio, simpatía, terror e incluso lástima. El abrumador peso de la culpa y la soledad se ven reflejados en las torpes gesticulaciones y en los incongruentes pero geniales monólogos (la conversación telefónica antes de la última entrevista pone los pelos de punta) de un político a caballo entre la genialidad y el más desgarrador patetismo. Lo mismo le pasa a la cinta, prueba evidente de que ha calado perfectamente no sólo la figura de Richard Nixon, sino también el complejo mundo del periodismo y los mass media.
Los pensadores ilustrados del siglo XVIII crearon el sistema aparentemente perfecto de la separación de poderes del Estado. Un marco teórico que se apoyaba en tres pilares: el poder legislativo, el ejecutivo y el judicial. Debido su supuesta independencia, nada ni nadie podría escapar de ellos. Hipotéticamente hablando, ya que doscientos años después uno de los hombres más importantes del planeta conseguiría burlarlos a todos. Ante este flagrante malfuncionamiento del sistema, salió al rescate un cuarto poder que hasta entonces estaba en la sombra: los medios de comunicación. No en vano nos encontramos en la época donde la información es el bien más preciado. La televisión, esta “caja tonta” gobernada por los caprichos de la estética, la audiencia y los sponsors, vista no obstante como la más potente fuente de denuncia que se pueda imaginar.
Un mensaje valiente para una película espectacular y apasionante, que sorprende por su solidez y por sus brillantes interpretaciones. Michael Sheen demuestra una vez más que es un valor seguro y Frank Langella está inconmensurable. El acercamiento que hace a una de las personalidades más importantes de la historia contemporánea es impecable. Consigue despertar odio, simpatía, terror e incluso lástima. El abrumador peso de la culpa y la soledad se ven reflejados en las torpes gesticulaciones y en los incongruentes pero geniales monólogos (la conversación telefónica antes de la última entrevista pone los pelos de punta) de un político a caballo entre la genialidad y el más desgarrador patetismo. Lo mismo le pasa a la cinta, prueba evidente de que ha calado perfectamente no sólo la figura de Richard Nixon, sino también el complejo mundo del periodismo y los mass media.