Uno de los problemas de Hard Candy es el ángulo de la mirada, la víctima, y el desarrollo de los hechos. Lejos de intentar ofrecer una reflexión de "apertura" a este tipo de casos delicados, Slade se contenta con hacernos ver la venganza desde una postura ultra barata que en un primer visionado de la peli puede sonar hasta lógico y comprensible.

La empatía que se puede generar es muy dudosa: muchos podrán ponerse en la piel del violador, aún con los riesgos éticos que eso conlleva mientras que la mayoria optará por hacer de esta Candy una nueva heroína de la justicia "ojo por ojo, diente por diente".

Armada desde un único escenario, el cuarto cerrado de una casa que poco a poco se nos va mostrando, esta peli no termina de redondear su concepto final: todos conocemos la historia de caperucita roja y para un cuento infantil el desenlace es casi épico, pero si tomamos la historia sobre la cual fue inspirada la fábula todo se vuelve más ambiguo porque las relaciones humanas no son tan lineales ni tan simples.

Obra de postura cómoda que no excava en sí misma las razones de un hecho, simplemente las exhibe cual vidriera de artículos llamativos que buscan ser comprados por el más curioso pero también, quizás, por el más ingenuo.