Nadie puede tener dudas: la tercera entrega de Spider es la peor de esta eventual trilogía. A diferencia de otras franquicias con resultados diversos, en este caso resulta harto simple determinar el porqué de tantos aplausos previos, la uno y la dos, y el porqué de esta insufrible tercera parte que parece hacer temblar los cimientos que El hombre araña se esforzó por crear.

La araña es más que un héroe, es el vecino/amigo, con su profunda humanidad nos llega y con su profunda humanidad se gana el traje y los superpoderes. Sin ostentar soberbia ni privilegio, sufre con sus asuntos tan simples, tan de ahora, tan de siempre. Resultaba verosímil verlo envuelto en esos extraños poderes y como luchaba por controlarlos. Luego llegó la caída sentimental, el agujero interior se expandió y el héroe paso de ganador a fracasado en cuestión de días: la segunda parte ostentaba sus efectos geniales, pero a su vez destilaba una humanidad conmovedora.
Y ahora esto, Venom es una oscuridad ganada por miserias propias, de acuerdo, pero ese demonio negro compite con el hombre de arena y la esencia de la araña desaparece. Todo se vuelve más frío y calculado: ¿Quién resiste más? ¿Cómo vencerá el hombre araña? ¿A fuerza de puños o de saltos sobrenaturales? Spider 3 se transforma en eso: una peli de superhéroes, uno más guapo que el otro, todos distribuidos en intervalos pensados para un equilibrio interno que no solo termina por sentirse pesado sino que aniquila toda gracia, todo don.

El hombre araña, como héroe, como serie, posee un don especial, sensible y hermoso.
Raimi no lo vió, o no le interesó verlo.