De la semilla del mal hay que resaltar que fue dirigida por Goyer y que está protagonizada por una muchacha flaca que en paños menores resulta más que apetecible. ¿La trama? Pues ubiquen el concepto de fantasma, profecía y golpes de efecto, invéntense ustedes mismos una historia y tendrán como resultado esta peli con alguna que otra diferencia.

No existe nada en el argumento que pueda ser catalogado como novedoso: nada. Esto ya de por sí implica un riesgo, dado que si la puesta en escena, los recursos narrativos o el gancho cualquiera que sea no funciona en el espectador el fracaso está asegurado. Dicho fracaso se deja ver a pocos minutos de haber comenzado el film: un sueño predecible y unos climax que no se iban gestando sino que mediante elipsis bruscas ya se le aparecían a un público que intentando entrar en la trama ya la sentía desarrollándose estrepitosamente. Dicha torpeza narrativa va atenúandose conforme pasa la peli, los tiempos empiezan a trabajarse más y si bien no la llegan a convertir en una propuesta interesante sí por lo menos logran que el espectador deje de sentirse afuera del asunto. Una superstición judía y varios extras como carne de cañón complementan a este producto que, surgido desde las entrañas de la industria pochoclera, pasa sin pena ni gloria. Descanse en paz, amén.