Lástima que el alcance de la peli no justifique su ambición final, o que Mollá no haya sabido plasmar del todo ésta, su criatura. Porque No somos nadie es una obra de caracter colosal desde su lucidéz con respecto a los tiempos en donde vivimos: ¿Estamos ante el nacimiento de un nuevo Jesús? ¿Acaso los medios de comunicación pueden realzar a un nuevo Mesías? Algo es seguro, lo que se vislumbraba como una peli crítica y corrosiva termina perdiéndose en su propia ambición. Esto no esta mal, pero la diferencia de tonos es muy anunciada.

Hay errores y aciertos por doquier: la sinopsis de la peli ofrece numerosos giros argumentales que en los papeles se reducen a quince minutos de visionado. Al principio temí que la peli ahogue su guión por la prisa en la que todo se desarrollaba, no fue así. No obstante, se deja ver en la obra un montaje video clipero que forma elipsis ahí donde no debe haberlas, por lo que la obra se presenta finalmente como un collage fragmentado fácil de seguir pero muy áspero en su flujo narrativo. Dicha falta de prolijidad creo que está dada por una impericia a la hora de plasmar los detalles y los momentos de baja tensión, que aparecen en la peli bajo otros tonos, como si el director se dividiera en dos ante su propia obra.

La bufonada termina siendo solemne, y son dos registros muy difíciles de complementar. En resumen...aquí hay tela para cortar porque la idea se establece como riquísima en concepto, pero fallida en su puesta en escena. Los actores dan de sí y mutan como este mutante enorme y ciclópeo al que de pronto se le ven los hilos, cuando no debería ser así.
La salvo, porque da de sí mucho, sólo que en forma frenética y, a las claras, contraproducente.