Hijos tiene mucho, pero mucho, de tragedia griega; y evidentemente Kurt Sutter debe estar inspirado por las musas, porque lograr organizar semejante corifeo de personajes y compactarlo como lo hace es realmente notable. No tanto por la obsesión típica de los policiales, esa que no permite dejar cabos sueltos, sino por ese instinto implacable a la hora de generar las situaciones claves en los momentos justos. La familiaridad de ese club y de todo su pueblo tarda aproximadamente una temporada en hacerse sangre del espectador, luego ya estás en él, y todo empieza a oler mal (en el buen sentido).

Artificio y drama intimista son las dos bases de Sons. O sea, como esquivar el bulto dándose mañas y como hacer que tal o cual personaje dé lo mejor de sí cuando se lo precisa. Con el paso de las temporadas es inevitable que uno le pesque el truco a las trampas argumentales y hasta se las vea venir, pero no pasa lo mismo con la faceta humana. Resulta ser la columna vertebral de Sons, sin ella esta serie sería un bodrio monótono de tiros y traiciones, para que negarlo.

Personalmente considero que la serie crece sin parar...hasta el desenlace de la quinta temporada. De pronto se extiende la duración de los episodios; ciertos personajes siguen en pie ya sin que el argumento lo pida y el club va poco a poco exprimiendo sus últimos jugos.

El final cierra con lógica, pero tarde. (Spoiler)