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México México · Guadalajara, Jalisco
Voto de Sergio Espinoza:
7
Musical. Drama. Romance El expresidiario Jean Valjean (Hugh Jackman) es perseguido durante décadas por el despiadado policía Javert (Russell Crowe). Cuando Valjean decide hacerse cargo de Cosette, la pequeña hija de Fantine (Anne Hathaway), sus vidas cambiarán para siempre. Adaptación cinematográfica del famoso musical 'Les miserables' de Claude-Michel Schönberg y Alain Boublil, basado a su vez en la novela homónima de Victor Hugo. (FILMAFFINITY)
26 de febrero de 2013
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En un final de año en el que la pléyade de estrenos hollywoodenses que optan a conseguir algún premio en la saturada temporada (particularmente el Óscar) se ha caracterizado por las formas básicas que dichos estrenos adoptan en la narración en el plano formal y cuyas tramas giran mayoritariamente en torno a hechos históricos, se asoma este curioso trabajo de Tom Hooper, el oscarizado director de “The King´s Speech”, ese elegante pero grandilocuente drama que versó sobre los problemas de un integrante de la casa real más famosa del orbe.
Les Miserables es la adaptación del musical de Broadway que, con libreto de Alain Boubil y Claude Schönberg, conquistó a las audiencias teatrales en el último lustro en Nueva York. Partiendo del hecho de que la obra original de Víctor Hugo es un portento de la literatura universal y que cualquier adaptación audiovisual de mediana duración le hará, sí o sí, un muy flaco favor, y eso suponiendo que el texto sea completísimo, tendremos una lectura más acertada de los alcances de esta propuesta cinematográfica. Diseño de producción esmeradísimo, una estética preciosista, puesta en escena que exprime al máximo las virtudes y expone al máximo los defectos del show-business hollywoodense, un tratamiento de los personajes bastante irregular, una dirección conservadora que retrotrae los cánones más comunes del género, amplia en la descripción pero difusa en la precisión, un registro actoral coral en el que se nota el límite físico que alcanzan los protagonistas y eso sí, un ritmo vertiginoso en el que apenas se notan baches o destiempos; todas éstas son características de Les Miserables.
Para quien no haya leído la novela, resultará bastante entretenido verse envuelto en pasadas dos horas de un dramatismo que raya en el melodrama, lo suficientemente apuntillado en el carisma que provocan los personajes de Hugh Jackman (sublime en los límites del sufrimiento pero soso en la cotidianeidad de su Jean Valjean) y Anne Hathaway (un remolino de emoción pura, su actuación), la espectacularidad de las locaciones y los entresijos de una historia clásica en la que el humanismo de las tramas y los personajes envuelve por atractivo, lo cual no quiere decir que sea efectivo, al menos en términos cinematográficos. Porque si algo le falta a esta interesante propuesta es más paciencia para trazar las psicologías tan complejas de sus tipos originales, sobretodo en el caso de Javert, un villano de antología para la literatura que, en manos de Russell Crowe es poco más que un mamotreto arquetípico y trillado (con poca potencia en el canto, por si fuera poco), al que le imputan arrebatos de incoherencia de los que Víctor Hugo estaría avergonzado. Se observa el mismo problema en el caso del posadero y su esposa, aunque desde otra óptica. Interpretados por los antitéticos Sacha Baron Cohen y Helena Bonham Carter, Hooper y su guionista los recargan de un humor tan burdo como patético, lejos del nivel que como secundarios, les corresponde en la novela.
Se entienden estas derivaciones porque un musical es un tipo diferente de cine. Quizá por ello sea tan difícil evaluarlo como género. Es complicado tratar de obviar que existe en ellos una construcción técnica-artificiosa (números musicales y coreografías, profundidad de campo extendida, etc.) sin la cual no podrían funcionar y tratar de calificarlos como un drama o comedia simple, pero no podemos caer en el extremo de conceder un peso mayúsculo en la escala evaluativa a estos elementos sin correr el riesgo de perder el hilo central de una crítica objetiva. En este sentido, por ejemplo, hay que hacer notar que el tufo religioso de la obra, ya presente sin duda en Víctor Hugo, se acentúa y se trivializa en la cinta a tal grado que jamás conocemos de cerca las motivaciones más profundas de sugerir una historia de redención a través del perdón y el lavado de pecados. Otro hecho notable que resta puntos: a pesar de que Hooper se esmera en recrear el episodio revolucionario de las barricadas, éste no tiene ni de lejos la fuerza dramática que alcanza en las páginas originales, donde Hugo fusiona los conceptos de perdón y acción, cristianismo y revolución, en un interesantísimo estudio de una organización política de jóvenes y su lucha contra el statu quo, tendiendo un lazo con la revolución interior de Jean Valjean y el resquebrajamiento ético-moral del mundo cerrado, arcaico, de Javert. Jamás aparece esto por ningún lado en la cinta de Hooper, y uno ya no sabe si agradecerlo o lamentarlo, porque de haberlo hecho, tendríamos una obra mucho más compleja sí, pero mucho menos jolgoriosa.
Sergio Espinoza
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