Este debut del casi imposible de pronunciar Florian Henckel-Donnersmarck es un apreciable acercamiento a ese pasado alemán tan cercano en que el país (y parece que fue hace mucho) se dividía en dos y el odio y el temor se intentaba cerrar con un muro mientras las condenas y las persecuciones estaban a la órden del día. Más en concreto el film se centra en la persecución a un escritor teatral que al márgen de sus obras escribe de las represiones y prohibiciones de los escritores en la Alemania del Este. De cómo un agente espía de la Agencia Nacional cambia su personalidad a medida que escucha un día sí y otro también mediante micrófonos la vida del escritor es en lo que se halla el meollo de la película. Y tal vez allí hay una precipitación, un demasiado brusco avance en esta línea del personaje no del todo aparentemente justificada. Y al márgen de un final tal vez demasiado alargado y explicativo la película es apreciable, con secuencias emotivas, buenas interpretaciones e interesante para los que no consumimos demasiado cine alemán actual (porque es muy poco lo que llega a estrenarse en España). Le ganó a Almodovar en los Premios del Cine Europeo y a algunos se les quedó cara de ¿por qué? Tal vez porque dónde Almodovar pone más de lo mismo Henckel-Donnersmarck busca la diferencia.