UN DIOS SALVAJE es de esas películas que hipnotizan. Partiendo de algo tan trivial como dos matrimonios de clase media que se reúnen para tratar civilizadamente una pelea de barrio entre sus respectivos hijos, Roman Polanski pone en pié la obra de teatro de Yasmina Reza en un decorado minimalista (el piso de uno de los matrimonios como único escenario) y rodado en tiempo casi real (idea que, con una sola cámara, ya había hecho Hitchcock en LA SOGA). La educación inicial de ambas parejas va desapareciendo según corren los minutos, los postres indigestos y el alcohol, para dar paso al ser violento o incorrecto que todos llevamos dentro, a la realidad de dos matrimonios que viven las formas cara al exterior, a un juego de alianzas y desalianzas entre las dos mujeres y los dos hombres hasta componer un duelo interpretativo a cuatro que te deja sin respiración. La película asciende in crescendo según las barreras sociales van cayendo y va quedando al descubierto ese "dios salvaje" ("Le dieu du carnage", como reza el título de la obra original), sórdido, despojado de barnices culturales... No puedo imaginar ver esta película en versión doblada, es fantástico escucharles escupir, proferir, sollozar vocablos en sus voces originales: John C. Reilly, Christoph Waltz (maravilloso en su cinismo), Kate Winslet (adorable) y Jodie Foster (explosiva). Una pequeña obra maestra.-