Ricky Gervais en su salsa. Sonrisa, risa, vergüenza ajena, lágrimas de emoción... ¡Vale la pena, sí! Cierto que a quien no le agrada el humor de Gervais probablemente no disfrutará con la película. Cierto también que a quién le molestes lo políticamente incorrecto quizá se violentará con lo que dice y hace David Brent. Cierto al fin que la vergüenza ajena puede confundirse con nuestra propia vergüenza al reconocernos no tan distantes del personaje creado por Gervais. Un perdedor con alma, con bondad al fin, aunque bajo una apariencia de faltón, de infantilidad sin filtro. Y, al fin y al cabo, oye, es que no canta tan mal ni sus canciones son tan patéticas (bueno, las letras sí lo son).

La película, aunque tal vez demasiado previsible en su desarrollo y final, se merece un aplauso y nos deja con más y más ganas de Ricky Gervais.