Ya desde el principio se nota que el guionista es un experto conocedor del mundo del arte plástico, En efecto, Andrés Duprat (hermano del realizador) es el director del Museo de Bellas Artes de Buenos Aires. El pintor protagonista es el "alter ego" de Carlos Gorriarena, artista con un estilo entre expresionista y pop art, de quien son los cuadros que aparecen en la película. Aquí se trata de una verdadera caricatura, componiendose un personaje ególatra, bipolar, antisocial, maleducado, incumplidor y absolutamente desastrado en su vida personal. La comedia toca fondo, al poner el dedo en la llaga en ciertos aspectos verdaderos, que afectan a las cotizaciones de la pintura, controladas por poderes fácticos a altos niveles. Queda muy de manifiesto que la valoración va por mecanismos de marketing que no tienen nada que ver con la calidad, sino sino con el momento coyuntural, la escasez y la publicidad. Una vez superados ciertos mínimos de seriedad, el precio lo ponen los compradores, vehiculados por promotores y galeristas. El discurso, supuestamente póstumo, del pintor promocionado es de antología. Según palabras del propio Andrés Duprat, "El mundo del arte es perverso porque hoy todos juegan con lo que el sistema permite”. El film es altamente recomendable, en especial para aficionados a la pintura.