Buen ejercicio cinematográfico que relata de manera convincente las amargas vicisitudes de un pueblo, Estonia, sojuzgado por Alemania y la Unión Soviética durante la II Guerra mundial donde, enrolados a la fuerza en los ejércitos de ambos ejércitos y obligados por los invasores, tienen que luchar entre sí, hermanos contra hermanos y vecinos contra vecinos. Un drama bélico y humano, escenificado con pulcritud sin los tópicos consabidos de buenos y malos y sin las ínfulas triunfalistas de rigor de héroes magnificados. Los soldados de cada ejército tienen su lado humanitario, y también su resentimiento que les induce a la crueldad; un argumento que es realmente el vértice de donde parte la película. Gran realismo en las escenas bélicas, una buena fotografía, con unos magníficos planos de las batallas y enfrentamientos en las trincheras, una correcta y sobria interpretación de unos actores poco conocidos, que no le quitan protagonismo a un buen guion, y una pulcra dirección sin alharacas de galería comercial. Por poner alguna pega, algún desfase, no muy importante, en determinadas escenas y el final un poco difuso. En resumen, una buena película bélica que merece la pena ver para informarse de algunos capítulos de la II Guerra Mundial poco conocidos; que no todo va a ser el archisabido desembarco en Normandía, El Día más largo, ni la monumental batalla de las Ardenas; películas plagadas de actores de relumbrón, siempre en su “heroico” papel de salvadores de la democracia.